La retirada de Gastón

PAU ARENÓS

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Gastón Acurio está sentado en La Mar, en Lima, ante un cebiche de atún nikkei como alfombra de bienvenida. En agosto se liberó: el primer cocinero de Sudamérica anunció que se retiraba de la carrera de la creatividad para centrarse en la larga distancia. Después del parto de Casa Moreyra, la casona a la que trasladó Astrid & Gastón, le resultó imposible entrar como chef de vanguardia: «Esto no lo puedo hacer más».

Consciente de las limitaciones, «y en un ejercicio de humildad», dejó la llama en manos de Diego Muñoz: «Es que cocina mejor que yo». No es corriente que los grandes cocineros se arranquen las plumas del ego.

Incapaz de permanecer mucho rato sentado, Gastón expande su grupo, que suma ya 42 restaurantes, «y en marcha están el 43, el 44...»; enriquece una fundación con buenas ideas y planea una escuela para dar un oficio a niños de la calle.

Una vez más le preguntan si será presidente de Perú y él lo niega sin dejar de negarlo. El cocinero prefiere la influencia al poder y teme que, de entrar en política, lo dejen de querer. Sin embargo, requiere: «Y esto de Podemos, ¿cómo es?».