COn mucho gusto. CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS

La comida del más allá

La noche de difuntos, la frontera entre nuestro mundo y el otro parece quedar sin guardianes. Es el momento de reconfortarse con una culinaria rica en 'panellets' y castañas

Oriol Baylina posa con 'panellets' en su pastelería de Barcelona.

Oriol Baylina posa con 'panellets' en su pastelería de Barcelona.

MIQUEL SEN

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La luz eléctrica ha definido una barrera infranqueable entre el mundo de los vivos y los muertos. Es algo así como una pantalla de televisión que, una vez apagada, parece no contener ninguna imagen, pero que basta con apretar un botón para que se llene con las caras de aquellos que hace unos segundos no estaban. Como los que no vemos sí que están, debemos respetar un mínimo sus gustos y ofrecerles los platos que se imponen en el más allá.

Los difuntos, sus almas -o con poética precisión francesa, los revenants, aquellos que vuelven- disfrutan con los manjares de color blanco y, pura evidencia, con los tonos hueso. De ahí que sea obligado invitarlos a panellets ricos en piñones y almendras, sin olvidar los blancos de coco. Los fantasmas, dicen los expertos, tienen tendencia a la reiteración, por lo que es aconsejable comprar los panellets en las pastelerías que practicaron de vivos. Se generan así sagas importantes, tradiciones que seguimos de abuelos a nietos con la misma fidelidad que dedicamos a los clubs de fútbol. En este sentido y dado que en Catalunya existen muchos pasteleros de primera división, no los cito a todos, sino que lo hago defendiendo los colores de mi parroquia dulce, alias los de Escribà.

Sabiendo que lo de Halloween es teatro del malo, es cosa de volver a las castañas, que tienen forma de cerebro, algo que encanta a los muertos desmemoriados. Castañas que podemos servir en su forma pura, asadas y calientes. Las calabazas solo se admiten en la tradición celta gallega estricta, donde acaban con el toque celestial de cabello de ángel.

También cabe la posibilidad de plantearles platos más consistentes. El  abuelo de un conocido mío, el señor Saleta, se alzó del ataúd cuando uno de los miembros del velatorio dijo que le apetecían unas papas de farinha. El revenant exclamó: «A mí también».

Sobre guisos complejos del gusto de los que viven en las sombras cabe destacar el arroz  djon-djon a la manera de los haitianos, sabios en el arte del vudú, o los guisos de pollo con castañas, siempre que el ave sea de pluma blanca. Lo que es inadmisible es que estén criados en batería. No tienen ritmo.