Iñaki Gabilondo: «He tenido la oportunidad de sufrir bastante»

Iñaki Gabilondo,el pasado martes,en el Hotel Mandarínde Barcelona.

Iñaki Gabilondo,el pasado martes,en el Hotel Mandarínde Barcelona.

NÚRIA NAVARRO

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Es como un trozo de granito. De una pieza, sin fisuras. Intentas meterle el cincel y no hay manera. A Iñaki Gabilondo le ha exiliado un tiempo apresurado que no atiende a complejidades. El cierre de CNN+ dejó huérfanos a sus incondicionales. Mientras, desde su condición de «señor mayor» y experimentado, dibuja un breviario del oficio de periodista enEl fin de una época(Barril y Barral).

-Ejerce de señor mayor pero no se le nota.

-Será el pelo... Lola [Carretero], mi mujer, me dice que como durante años me he levantado y acostado muy temprano he vivido como en papel Albal.

-Pensaba que era la indignación la que le conservaba.

-He estado indignado durante muchos años por muchas cosas. Pero ahora estoy muy bien. Tengo la sensación de estar inaugurando un nuevo tiempo. Y por primera vez, es un tiempo en el cual puedo intentar diseñar un modelo de vida. Antes el trabajo lo determinaba todo.

-Le han exiliado, señor Gabilondo. ¿No hay sed de mal?

-Desde que era muy pequeño he tenido una extraordinaria capacidad para adaptarme a los cambios. Mi mujer suele decir: «Si a ti te nombraran mañana rey, a los 15 días estarías como si hubieras sido rey toda la vida, y si te fueras a la ruina total, a los 15 días te organizas bajo el puente». Desde el punto de vista profesional, tengo la sensación de estar asistiendo a un deterioro del mundo periodístico que yo he conocido. Eso me produce desazón, agravada por las calamidades de la gente que trabajaba conmigo. Ellos son los auténticos damnificados. Yo he sido un privilegiado toda mi vida.

-Un privilegiado en el trabajo. No así en la vida.

-He tenido experiencias de vida muy brutales. Sin duda, la que más fue la muerte de mi esposa, Maite, después de nueve años de enfermedad. Entre los 30 y los 40 años llevé una vida atropellada. Me iba todos los viernes al hospital, a Pamplona, donde tenía a los tres niños viviendo con los abuelos, y volvía los lunes. Yo he tenido la oportunidad de sufrir bastante, pero es una tontería comparada con el dolor que produce ver cómo se consume alguien que tú quieres.

-Hubo un antes y un después.

-Yo tenía una visión bastante clara del paso del tiempo, de que todos vamos a morir. Pero esa década me colocó la cabeza en otro sitio. Por eso, si tengo que elegir el mayor triunfo de mi vida, no está en no sé cuántos premios y liderazgos, sino en cómo han salido adelante mis hijos en las circunstancias que vivieron. La mayor emoción fue ver que en la boda de mi hijo mayor estuvieran mi madre, la madre de mi primera mujer y la madre de Lola. Detrás de eso hubo mucho esfuerzo... Cuando vives historias de ese pelaje, te enteras bien de dónde se juegan las verdaderas batallas.

-Pero no fue el único golpe.

-Luego me he tenido que trabajar el cáncer [de colon]. Y he tenido un problema grande con mi hija... Lo que pasa es que soy estoico ante estas cosas. Mi hermano Ángel, el ministro, dice que soy muy romano... La vida es un asunto complejo. Y cuando se presenta la complejidad, la afronto con serenidad.

-Sin embargo, recordando a su padre, admite que hubo un momento en que se sintió «en retirada».

-Somos hijos de un hombre con un cierto instinto depresivo. Los nueve hermanos, aunque somos gente entusiasta, siempre nos sentimos alerta ante el temor de esa tendencia. Identificamos cuatro bandas antes de que venga la bola y nos preparamos. Lo más cerca que he estado de ese sentimiento se produjo con el encabronamiento de las relaciones entre compañeros de profesión. Yo estaba dispuesto a hacer un trabajo, a gustar o no, pero no a esa guerra de compañeros, con broncas e insultos. Antonio Herrero, Jiménez Losantos, la catarata desencadenada por las TDT... Llegaba a casa y decía: «Esto no lo puedo aguantar ni un minuto más». Luego, cuando reventó internet, a cada cosa que decía le sucedían 47 comentarios, 30 de los cuales se cagaban en tu padre...

-Le siguen acusando de sectario.

-Para algunos soy del PSOE al máximo, pero antes fui un nacionalista furibundo y mucho antes, del Opus. Yo nunca he militado en un partido político. He tenido un pensamiento más afín al bando progresista, pero nunca he caído en el pecado de la incondicionalidad. Los socialistas se cabrearon conmigo porque salí en defensa de los nacionalistas cuando los consideraban culpables de los asesinatos. Soy el único tío de España al que le han pinchado las cuatro ruedas de un coche con matrícula de Madrid en San Sebastián y las cuatro ruedas de un coche con matrícula de San Sebastián, en Madrid.

-Y eso que cree en la teoría del erizo de Schopenhauer. Esa que aconseja la distancia de los políticos.

-Es que si estoy cinco días con usted le cogeré un cariño de cojones. Empatizo mucho con la gente. Por tanto, he procurado tener una cierta distancia con los personajes políticos. Tuve más relación con Adolfo Suárez, y también la tuve con Felipe González, sobre todo cuando dejó de ser presidente.

-Con Aznar, ni un café.

-Con Aznar tuve una relación razonable hasta que llegó a la presidencia. Él tuvo más problemas conmigo que yo con él. Juan Luis Cebrián reveló en el prólogo del libroEl pianista en el burdel,publicado el año pasado, que cuando Aznar llegó al poder pidió a Polanco la cabeza de Eduardo Haro Tecglen y la mía. Eso fue antes de saber que tenía un especial problema conmigo... Supongo que me veía como un traidor por defender a los nacionalistas de los excesivos ataques que recibían. Yo aceptaba que dijeran que era un error, pero no que me consideraran cómplice del terrorismo. Eso es juego sucio. Ahí empezó mi cabreo de verdad con Aznar.

-Que su programa del 11-M agravó.-Fue un programa brillantísimo. Se contaron cien millones de cosas y se cometió el error de decir lo del «terrorista suicida». Que alguien pueda pensar que en aquel fragor informativo podía estar pensando en cómo joderle la vida a alguien... Como director del programa asumí la responsabilidad y pedí disculpas. Ellos atribuyeron la derrota del 14-M a no sé qué trapisondas y dijeron que yo formaba parte del grupo de trapisondistas.

-Fue un reconocimiento -en negativo- del poder que usted tenía.

-Eso forma parte del capítulo de las exageraciones que, para bien o para mal, he asumido. Pero nunca creí que llegaría tan lejos. La semana pasada cuatro individuos por la calle me dijeron: «Te vamos a echar de España».

-¿Aún le acompaña esa música?

-¡No hay semana que no me digan alguna barbaridad! El otro día estuve en Ponferrada, donde me dieron el Micrófono de Oro. A la entrada me asaltó un periodista de una tele y me pidió que le escribiera una pregunta a Rajoy. Me dijo que me fijara en el papel: una hoja de agenda con fecha del 11-M. Si me muero y se hace una glosa de 10 líneas sobre mis 45 años de vida laboral, cuatro serán sobre el 11-M.

-Las otras seis hablarán de poca vida fuera del trabajo.

-Lavidaestá en la actitud con la que vives cada uno de los minutos. No está relacionada con el tiempo que te queda después de trabajar. A mí el trabajo me ha parecido una maravillosa manera de vivir. Todos los días salía a ver amanecer, como si fuera el único.

-Suena poco dionisíaco, la verdad.

-Pues siempre fui muy disfrutón. Sobre todo de la música. Habría querido ser director de orquestra. También soy un loco de leer, de comer y de beber, del mar... Tengo la suerte de tener una casa en el mar y otra, en el campo.

-¿Es distinto en diferentes espacios?

-Lola dice que no. Soy un hombre de largas parrafadas y largos silencios. Disfruto mucho conmigo. Yo solo me lo paso francamente bien.