El partido de Liga del Camp Nou

Goles balsámicos

El Barça alimenta sus espectaculares registros en casa tras pasar un mal rato inicial con el Rayo (4-0)

Xavi abraza a Alexis tras el primer gol del delantero chileno, ayer en el Camp Nou.

Xavi abraza a Alexis tras el primer gol del delantero chileno, ayer en el Camp Nou.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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El entrenador del Rayo asumía antes del partido que su equipo saldría por la puerta grande o por la enfermería. Acudió al símil taurino para explicar que se la jugaba a todo o nada. Se encaminaba la primera media hora hacia la puerta grande pero el Rayo se marchó en camilla por la enfermería tras encajar un contundente 4-0. Perdió, como casi todos los visitantes que acuden al coso azulgrana, desangrado y magullado, corneado cuatro veces pero con el honor intacto. Aumentando, sin querer, el espectacular balance del Barça en casa: 34 goles a 0.

Lejos de ser un rival terapéutico para restañar el ánimo maltrecho de Getafe, el once madrileño sometió al Barça a un suplicio durante el primer tiempo. Pocos visitantes, por no decir ninguno, han salido con tanta osadía a buscarle las cosquillas al campeón. No le hizo reír, en absoluto. Le arrancó constantes muestras de fastidio, pero el valor le duró poco. A la primera acometida, el Rayo quedó malherido por la furia incontenible de Alexis, que se pasó dos meses detrás de la barrera por lesión.

DOS PARTIDOS / El Camp Nou vio un partido que, en realidad, fueron dos. El segundo es el de siempre. El que domina el Barça a su antojo, con paciencia y menos orfebrería de lo habitual, muy condicionado por los estrechos marcajes rayistas. El doblete de Alexis fue una cura milagrosa. Iniesta encontró el interruptor y el chileno encendió la luz para buscar el camino de la portería de Cobeño. Por ese camino le siguieron Villa y Messi para ahuyentar los males que se presagiaban en el comienzo.

Alexis fue el hombre de la noche. No solo por sus goles, reparadores y balsámicos para que no se viviera una pesadilla, sino también por su constante espíritu luchador para aguantar la bola, para correr en la presión y por su generoso despliegue físico. Ese afán de resistencia fue modélico y ejemplarizante. Al delantero le faltan partidos y algunas de sus acciones no son acertadas, pero va a todas. Los demás le siguieron al ver su inspiración y su denuedo.

También notó el Barça el regreso de Iniesta, que en el primer minuto enganchó un voleón, a imagen y semejanza del realista Íñigo Martínez, que ya ha marcado dos goles desde el centro del campo. Si hubiera entrado, el Barça se habría ahorrado un mal trago, obligado como estaba a ganar como fuera tras el tropiezo del sábado en Getafe y no tanto por el aniversario de la mano al Madrid.

UNO CONTRA UNO / La cautela de Guardiola, que a fuerza de repetirse pierde fuerza, pareció insuficiente ante lo que, en realidad, se encontraron él y el equipo. Desde el saque de centro, cada uno de sus jugadores tuvo una pareja de baile. Nadie se quedó solo con la escoba, excepto Valdés: Xavi con Movilla, Keita con Michel, Iniesta con Fuego... y así todos, incluso Alves y Abidal tenían alguien con quien intimar.

Ni un balón raseado desde atrás pudo iniciar el meta hasta que los rivales empezaron a flaquear de tanto correr por la falta de oxígeno y la llegada de los goles, tres en 13 minutos. En ese momento, Sandoval se acercó a Guardiola en la banda. Se intuyó que le preguntaba dónde estaba la enfermería. El azulgrana sonrió aliviado. Hasta entonces estaba maldiciendo a su colega por la angustia que le provocó.

TRES CAMBIOS / Tres veces cambió de sistema Guardiola, que caminaba enjaulado por el área técnica pasándose la mano por la cabeza. Tres veces acudió a la banda Mascherano, sublime para coser la defensa con tanto cambio, para redistribuir los roles entre la tropa. Con cuatro defensas, con tres, y con cuatro; con tres centrocampistas, con cuatro y con dos líneas de dos. Con dos delanteros y con tres. El cambio más visible fue el traslado de Alexis a la banda izquierda, que gozó de la envidiable visión de Iniesta y Xavi para batir a Cobeño. Alves regaló el tercero a Villa, redimido, aplaudido y coreado, y cerró la cuenta Messi, algo ausente.

Uno menos que el Madrid hace justo un año se llevó el Rayo, que dejó una estupenda imagen. Derrotado, no cejó en su empeño hasta el final. Aunque desanimado, fue un invitado muy incómodo. Sí, acabó en la enfermería, allí donde suelen ir los valientes que más se arriman.