El drama de los accidentes de tráfico

Sin corazón en el arcén

El viudo de una atropellada en la ronda escribe una carta a los responsables, que huyeron sin atenderla

Ricardo describe el dolor y la rabia por la actitud de los conductores, identificados por los Mossos

El viudo de una atropellada en la ronda escribe una carta a los responsables, que huyeron sin atenderla / Alfredo Casas

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INMA SANTOS HERRERA / Barcelona

Mercè en la playa al atardecer, con gafas de sol, sonríe, pensativa, en una pose divertida. Las imágenes se suceden en la pantalla del televisor al ritmo de una melodía de jazz mientras Ricardo Rodríguez, de 51 años, y su hija Alba, de 19, las visionan una a una, sentados uno junto al otro, sus manos unidas con fuerza, las lágrimas contenidas. "Divertida, así era ella... especial, vital, alegre, capaz de aglutinar a la gente, desprendida a la hora de ayudar a los demás», recita Ricardo las virtudes de Mercè, de su Mercè, como si de un poema de amor se tratara. Así era Mercè Ferrer. Era, porque el pasado 15 de marzo -"ese día cumplíamos 27 años de matrimonio", apunta Ricardo-, un trágico accidente le arrebató la vida: eran las 5.50 horas a la altura del kilómetro 19 de la ronda Litoral, la carretera B-10, a su paso por L'Hospitalet. Mercé, de 52 años era funcionaria --trabajaba en Aduanas, en el Port de Barcelona-- y, como cada día, hacía su trayecto en moto para incorporarse al trabajo en el turno de las seis de la mañana. Pero aquel día no llegó a fichar.

"Un vehículo la tiró al suelo y otro la arrolló, y se dieron a la fuga, la dejaron allí tirada sin pensar que era una persona a la que tal vez aún podían socorrer", resume lo ocurrido Ricardo. Cuando la policía llegó al lugar del accidente encontró a Mercè sin vida. Empezó entonces una investigación compleja (en un primer momento no había ningún testigo que aclarase lo sucedido) en la que fueron claves unas piezas de plástico de uno de los vehículos y el análisis de las llamadas al teléfono de emergencias 112 en las que se alertó de lo sucedido.

Carta desgarradora

El lunes, los Mossos d'Esquadra hicieron público que han logrado identificar a los dos conductores: un hombre de 56 años de Llinars del Vallès (Vallès Oriental) y otro de 47 años de Sant Sadurní d'Anoia (Alt Penedès). Con esta información aún candente, el martes, a última hora de la noche, Ricardo escribió una desgarradora carta a EL PERIÓDICO, en parte desahogo de dolor, en parte declaración de amor a Mercè: "Soy Ricardo Rodríguez, el viudo de Mercè, mi amor durante 27 años y camino que me guía".

"No saber los detalles ni los responsables provoca vacío y ese vacío causa dolor", reflexiona Ricardo. El 15 de marzo, el día en el que no celebraron su aniversario, el dolor llegó a Ricardo a traición. Ajeno a lo sucedido, como cada mañana puso rumbo a su trabajo (es técnico electrónico en electromedicina) en bicicleta. A las 8.30 horas, lo llamó su hija. Alba lloraba y no podía dejar de hacerlo. Minutos antes, dos policías la habían despertado en la casa de la familia en Esplugues. Su madre, le dijeron en un principio, había sufrido un accidente. "Imaginé que era grave, pero no que estaba muerta, yo solo preguntaba adónde se la habían llevado", explica Alba. Ricardo, de vuelta a casa, se temía algo grave, pero nunca imaginó lo que le aguardaba en su hogar. "Los dos policías, mi hija llorando... Me desgarré".

Un primer plano de la imagen de Mercè, con gafas de sol, permanece congelado en la pantalla del televisor, y todo se detiene. "Ella está presente en todos mis actos", murmura Ricardo. Alba se deja abrazar y acaricia a Beanie, una perrita pequeña y blanca como una bolita de algodón. Ricardo se reincorporó al trabajo dos días después de la muerte de Mercè. Alba ha seguido asistiendo a sus clases. Estudia un grado superior de Educación infantil y quiere ir a la universidad para estudiar Educación primaria. "Tengo que seguir adelante y lo voy a hacer por mí, pero también porque sé que a mi madre le haría feliz", afirma.

El recuerdo de Mercè es omnipresente en el piso de Esplugues: cuadros de vivos colores pintados por ella decoran las paredes, cajitas de madera surgidas de sus manos adornan los muebles, sus manualidades --arcillas, pinturas-- continúan en su habitación... Mercè era una apasionada de las manualidades, que junto a una amiga exponía y vendía en ferias de artesanía. Son pequeñas pinceladas de ella misma que ahora forman un retrato en el que sigue siendo su hogar. "Espero haber sido capaz de aprender y absorber todo lo que me enseñó para ser como ella o lo más parecido a ella", dice Alba.

Su legado

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Es doloroso, pero Ricardo y su hija coinciden en que estas pinturas y pequeñas artesanías forman parte de su legado y de su hogar. Es la presencia del ausente. Se trata, en la medida de lo posible, de seguir viviendo. Por eso, no quieren que en esta familia falte alegría, espontaneidad, vitalidad... "Ya hemos planeado una costillada con toda la familia", dice Ricardo, que recuerda que Mercè tiene cuatro hermanos y él otros dos, y que ahora hacen más piña que nunca. Mercè, "la mujer de mi vida" --se conocieron en un centro escolta a los 16 años y asegura que la recuperó tras una discusión con un ramo de flores--, merece una despedida y ya han ideado un plan. "Detrás del Ayuntamiento de Esplugues hay un parque en el que solíamos hacer todas las celebraciones familiares. Un día nos reuniremos todos, como tantas veces hacíamos, y enterraremos allí sus cenizas, de esta forma siempre la tendremos cerca", explica con una sonrisa en la cara Ricardo.

Conocer los detalles del accidente no ha mitigado el dolor, pero sí les ha producido cierto alivio. Y también les ha abierto otras dudas. Porque ahora que saben cómo sucedió, ahora que los Mossos han identificado a los conductores de los dos vehículos responsables, es cuando no entienden el porqué, cuando no logran imaginar qué llevó a los dos conductores a no detenerse para auxiliar a Mercè. Quizá por eso escribió Ricardo la carta. "Solo quiero dar a conocer el dolor que puede provocar tal falta de humanidad y el egoísmo de una huida cobarde. Todos podemos ser víctimas de un accidente, pero esa falta de humanidad y pensar que podían quedar impunes", se explica Ricardo. "No les perdono, no puedo", añade. Y sin embargo, no les desea nada malo ni que vivan lo que él está sufriendo. Con su historia, Ricardo no quiere despertar compasión, quiere rendir homenaje a su mujer y concienciar a la gente del dolor que puede provocar un acto tan falto de humanidad como no prestar auxilio. "Mercè no era un animal, era una persona excepcional, única..."