«¿Por qué pagar el doble?»

Un usuario de las 'apps' de transporte entre particulares las defiende porque «ofrecen un servicio rápido, cómodo y barato»

Cree que la competencia hará que los taxis mejoren

La aplicación de la discordia 8 Joan Domènech enseña su ’smartphone’ con Uber instalada.

La aplicación de la discordia 8 Joan Domènech enseña su ’smartphone’ con Uber instalada. / ALBERT BERTRAN

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CARLOTA CANO / MARC ESPÍN
BARCELONA

Ya se ha instalado la polémica aplicación que desató la huelga de taxistas en varias ciudades europeas el miércoles. Joan Domènech (desempleado, 42 años) se interesó por Uber -una aplicación que pone en contacto a usuarios y conductores privados, presente en 128 ciudades de todo el mundo, entre ellas Barcelona desde abril- porque había utilizado una app similar en Toulouse y le había funcionado bien. Se llama Chauffeur-Privé. «La descubrí por un familiar que me dijo que en Francia existía este tipo de transporte alternativo al taxi», recuerda este sabadellense que viaja frecuentemente al país vecino. «No tuve ningún problema y me pareció un sistema rápido, cómodo y barato», dice. Ahora tiene la intención de ser cliente de Uber.

Joan se diplomó en Geografía e Historia, pero ha trabajado casi siempre como administrativo.  Un ERE lo dejó en paro hace dos años y así sigue. Ha agotado la prestación por desempleo y con el sueldo de su esposa deben pagar la hipoteca y vivir, así que no pueden permitirse muchos lujos. Suele ir de Sabadell a Barcelona en Rodalies de Renfe o en autobús, porque solo tienen un coche. «Tener dos es un gasto excesivo por los seguros, la gasolina...», comenta. También ha recurrido alguna vez al vehículo compartido con amigos, repartiéndose los gastos.

Y es que el precio del transporte público a Joan le parece demasiado costoso, y coger un taxi en estas circunstancias es todo un lujo para su economía. «Es un servicio útil, pero si comparas los precios de Barcelona con los de otras ciudades, aquí es muy caro», sostiene. Un estudio realizado por investigadores de la Cátedra de Gestión del Transporte de la Universidad de Málaga confirma sus sospechas: Madrid y Barcelona están entre las ciudades con los taxis más caros de España.

Otro de los motivos por los que Joan se ha instalado Uber es la baja calidad del servicio que a su juicio ofrecen los taxis de Barcelona. «En la época en que tenía trabajo cogía uno o más taxis al día y han intentado engañarme muchas veces»,  explica. Tiene varias anécdotas de cuando vivía en el barrio barcelonés del Poble-sec. En una ocasión, el conductor cogió una ruta mucho más larga de lo necesario y acabaron discutiendo porque él no quería pagar la carrera completa: «Le dije que fuéramos a comisaría para solucionarlo, y entonces me bajó el precio y llegamos a un acuerdo». Así, Joan considera que la llegada de Uber puede tener un impacto positivo porque obligará a las empresas de taxis a bajar precios y mejorar el servicio que ofrecen para poder competir. Comprende que haya protestas

-«nunca llueve a gusto de todos, y toda novedad tecnológica o cualquier otra cosa que sea beneficiosa para el usuario los taxistas la verán como un peligro», afirma-, pero como consumidor se pregunta: «¿Por qué tengo que pagar 15 euros por una carrera con un taxi cuando un particular me hace lo mismo por la mitad de precio?».

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Taxistas en pie de guerra

El miércoles, organizaciones de taxistas convocaron una huelga en varias ciudades europeas para quejarse de lo que consideran una competencia desleal e ilegal porque, según dicen, estas aplicaciones no respetan las normativas sobre transporte de viajeros ni tributan por su actividad. La Generalitat anunció un día antes de la huelga que requerirá el cese de Uber, aplicará sanciones e informará a Hacienda y a la Seguridad Social de la actividad de la organización y de los conductores privados. Joan no está de acuerdo con esas sanciones porque cree que la Generalitat debería ser «más equitativa» en la resolución del conflicto y dar «un margen de confianza» a esta nueva forma de transporte, que ve como una gran oportunidad para la ciudad desde el punto de vista de los usuarios. Y aunque él tampoco ve claro que estas empresas no paguen impuestos -«todo el mundo debe hacerlo, por supuesto»-, sí sostiene que las iniciativas innovadoras deben recibir «un trato favorable» de las administraciones. «Hasta la Comisión Europea lo dice», recuerda.