«Cuando supe de qué niña se trataba me quedé helado»

Una extraordinaria casualidad volvió a reunir al policía de tráfico Pol Font con una niña a la que hace dos años rescató de un accidente

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«Cuando supe de qué niña se trataba me quedé helado»_MEDIA_1 / FERRAN NADEU

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Mauricio Bernal
Mauricio Bernal

Periodista

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Hay casualidades y tremendas casualidades. En septiembre del 2014, el agente de tráfico de los Mossos d'Esquadra Pol Font formaba parte de la primera patrulla que se presentó en el lugar de un accidente ocurrido en la autovía A-2, en algún lugar de l'Anoia. En el coche volcado viajaba una familia: padre, madre y tres hijos. El padre falleció. A los supervivientes el agente Font consiguió sacarlos por el techo solar del vehículo, y dos años más tarde, cuando la jornada había caído en el olvido, a una de ellas, una pequeña de 9 años, volvió a encontrársela. Al agente Font, al verla, se le hizo un nudo en la garganta.

-Bien. ¿Hablamos del accidente?

-Sí. Fue una situación dura. Los niños mientras los sacaba se me agarraban como lapas. Además, tenía que esforzarme para tapar al padre, para que no lo vieran. Me afectó mucho, y en un momento que me quedé solo y aparte no pude evitarlo y me eché a llorar.

-Pero, ¿era distinto de otros accidentes?

-Lloré por la pena que me producía la situación. No era mi primer accidente ni mi primer accidente con víctimas mortales, y creo que lo que me conmovió fue el hecho de estar viendo cómo una familia se acababa de romper, de estar presente en ese momento que ellos iban a cargar el resto de su vida.

-Es... ¿Es como para decir que lo marcó?

-Bueno, quedé tocado un tiempo, y mi mujer lo notó. Estoy capacitado para pasar página, pero con ese accidente arrastré unos días de tristeza. Pero ya. Enseguida se me pasó.

-Cuénteme, ¿cuándo volvió a ver a la niña?

-Hace unas semanas. Además de agente de tráfico soy monitor de movilidad segura. Tenía sesión en un colegio y allí estaba la niña.

-¿Llegó y se la encontró allí?

-No exactamente. Lo supe el día anterior, cuando la profesora me dijo que había una niña en la clase que hacía dos años había tenido un accidente; que aún no lo había superado y que tuviera mucho tacto. Yo pregunté por los detalles del accidente y entonces supe de qué niña se trataba. Me quedé helado.

-¿Se puso nervioso?

-Claro. Estuve pendiente de ella todo el rato.

-¿Y ella? ¿Cómo estaba? ¿Lo reconoció? 

-No, claro; tampoco esperaba que lo hiciera. Al principio yo la vi fuera de juego. No estaba atenta, no participaba… Yo, en un momento dado, decidí jugármela y hacerla participar. Y lo hizo muy bien: le tocó explicar cómo hay que ir dentro de un coche y estuvo perfecta, impecable. Pero lo más bonito fue cuando habló de su accidente.

-Ah, ¿lo hizo?

-Lo hizo a pesar de que sus compañeros le decían que no lo hiciera: «Siempre lloras…», le decían. Pero ella al final lo hizo, y sin derrumbarse. De hecho, estaba más entera que yo. Y toda la clase estaba en silencio, nadie decía nada. Fue muy emotivo.

-Más para usted, que había estado allí. ¿Se había identificado, a estas alturas?

-Lo hice en ese momento: le dije que yo era el que la había sacado del coche. Ella se rio. La profesora dijo que sería bonito que nos abrazáramos, así que nos abrazamos.

-Qué historia. Como si se cerrara un círculo, ¿no?

-A veces lo pienso, pero al final fue simplemente la satisfacción de verla sonreír, de verla feliz. Fue muy bonito.

-No es el tipo de historias que la gente asocia con los agentes de tráfico.

-No… Se nos asocia al talonario de denuncias. Y eso que la mayor parte de nuestro trabajo es el patrullaje preventivo. Pero hay que llevarlo bien. Con resignación.

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-El trabajo de monitor es voluntario, ¿no?

-Sí. Me presenté porque me gusta el contacto con la gente, y con los niños. Y porque mi madre es maestra y yo creo que algo se me pegó. Y claro: porque así se evitan accidentes.