LA CARRERA HACIA EL ELÍSEO

Sarkozy y Hollande se enfrentan en un duelo de mítines gigantes

Carteles de las campañas políticas de los candidatos franceses François Hollande y Nicolas Sarkozy

Carteles de las campañas políticas de los candidatos franceses François Hollande y Nicolas Sarkozy / periodico

ELIANNE ROS
PARÍS

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París se convirtió ayer en escenario de un inédito duelo de mítines gigantes al aire libre. La caprichosa primavera puso a prueba la capacidad de movilización de los dos principales contendientes de las elecciones francesas, el presidente saliente, Nicolas Sarkozy, y el aspirante socialista, François Hollande. Pese a un cielo amenazante y un viento glacial, ambos superaron el reto -100.000 asistentes, según las organizaciones respectivas- con dos citas que simbolizaron el encarnizado duelo que libran a siete días de la primera vuelta. Un duelo entre la Francia tradicional y proteccionista que encarna Sarkozy y la Francia de la igualdad y la justicia que promete Hollande, entre el miedo al caos y la esperanza de vencer a las finanzas.

La demostración de fuerza de conservadores y socialistas reflejó la tensión de la carrera electoral, en la que el jefe del Estado y el aspirante de la izquierda moderada están codo a codo en las encuestas. Tras avanzar a su rival, Sarkozy experimenta un ligero retroceso y Hollande se mantiene claramente en cabeza cara a la segunda vuelta, el 6 de mayo.

LA «FRANCIA SILENCIOSA» / Sarkozy eligió la plaza de la Concordia, símbolo de la historia -donde el pueblo decapitó a la monarquía- y del poder. Ante una disciplinada marea de militantes ondeando la bandera azul, blanca y roja del país, el presidente se dirigió a «la Francia silenciosa», esa que «no se oye nunca, sufre sin quejarse, que está harta de que se hable en su nombre con ideas que no son las suyas». Reivindicó «el derecho a protegerse», en alusión a su propuesta de revisar el tratado de libre circulación de Shengen y puso el acento en presentarse como el único capaz de superar la crisis frente a los planteamientos de su rival, al que acusa de no decir la verdad sobre la gravedad de la situación.

Simultáneamente, a primera hora de la tarde, Hollande reunió a sus seguidores en la explanada del castillo de Vincennes, un lugar más popular. En un ambiente festivo, se dirigió a la Francia que desea la alternancia y llamó a vencer «el fatalismo y la resignación» que «alimentan el abstencionismo». Los socialistas tienen pánico a una desmovilización

-la primera vuelta se celebra en plenas vacaciones escolares de primavera- y a una dispersión del voto de la izquierda que pudiera cortar la dinámica ascendente de Hollande. Tienen muy presente el trauma del 2002, en el que nadie -sondeos incluidos- vio venir la derrota de Lionel Jospin, superado por el ultraderechista Jean Marie Le Pen.

SUCESOR DE MITTERRAND / Mientras Sarkozy defendía sustituir al «Estado burocrático» por el de los emprendedores, unos kilómetros más allá, Hollande se presentó como el sucesor de François Mitterrand -el único socialista que ha llegado a la presidencia en la Quinta República- apelando a la oportunidad «histórica» de cambio. Acusó a Sarkozy de «atizar el catastrofismo» diciendo que, si su rival socialista llega al poder, Francia será víctima de un ataque financiero como el que sufre España. Hollande dijo que él encarna «la esperanza» y prometió «ser más fuerte que los mercados».

GIRO DE SARKOZY / El presidente, por su lado, introdujo una novedad en su programa. Ante la buena acogida que ha tenido la iniciativa de Hollande de renegociar el tratado de disciplina presupuestaria impuesto por el llamadoMerkozypara introducir medidas que impulsen el crecimiento -incluso el Financial Times ha dado la razón al aspirante socialista- , Sarkozy dio un giro en la misma dirección. Aseguró que abrirá un debate sobre la actuación del Banco Central Europeo (BCE) para combatir la crisis de la deuda. «Quiero plantear no solo el problema de las fronteras, sino el del papel del BCE», dijo al tiempo que proponía «un nuevo modelo de crecimiento».

Lo cierto es que Sarkozy topó con el rechazo frontal de la cancillera alemana, Angela Merkel, cuando defendió una mayor intervención del BCE así como la emisión de eurobonos. Ahora, en plena euforia electoral, tanto Hollande como Sarkozy sacan pecho ante la primera potencia europea. Pero quien tiene la última palabra es Merkel.