La carrera hacia el Elíseo

Populismo reivindicado

El ascenso de Le Pen y Mélenchon revela el auge de un fenómeno cada vez más extendido en Europa y que ya no solo es patrimonio de la ultraderecha

El presidente Sarkozy asiste al funeral de una figura popular de la resistencia francesa contra los nazis, ayer.

El presidente Sarkozy asiste al funeral de una figura popular de la resistencia francesa contra los nazis, ayer.

E. R.
PARÍS

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«Si populismo significa estar al lado del pueblo, sí soy populista»,sostiene sin complejos la candidata del Frente Nacional, Marine Le Pen. Hasta que llegó Jean-Luc Mélenchon, el aspirante del Frente de Izquierda -también se autodefine como populista- en Francia este fenómeno ascendente en Europa era patrimonio de la ultraderecha. Ahora, ambos extremos se disputan el tercer puesto -según el último sondeo, su expectativa de voto es del 32% (16% cada uno)- en detrimento del razonable centrista François Bayrou, que en las presidenciales del 2007 obtuvo el 18% de los sufragios y al que le auguran un discreto 10,5%.

«El populismo aparece en tiempos de crisis. La actual es el resultado de una temible conjunción: globalización, envejecimiento demográfico, agotamiento de las finanzas públicas y recomposición etnocultural de la sociedad. Desde 1945, los gobernantes se ven confrontados por primera vez a tales dificultades»,analiza el politólogo Dominique Reynié, autor del libroPopulismos, la pendiente fatal.

Del obrero a clases medias

Reynié, que define esta corriente política como«la oposición brutal del pueblo abandonado, hasta expoliado, de un lado, y las élites incompetentes y corruptas, del otro»,habla del nacimiento de un nuevo«populismo patrimonial».Entiende por ello una«defensa virulenta»de un estilo de vida ante el malestar que suscitan, por ejemplo, el velo integral o la construcción de una mezquita. A su juicio, este fenómeno desborda por primera vez el voto de las clases más modestas para extenderse a las clases medias.

Si Le Pen hace un discurso islamofóbico, Mélenchon rechaza la xenofobia pero defiende a ultranza la laicidad para condenar la diferencia religiosa. Ambos se refieren a las élites como la«oligarquía».El título del libro del candidato de la extrema izquierda,¡Que se vayan todos!, habla por sí solo. Tanto Le Pen como Mélenchon se disputan el cartel de«candidato antisistema»y los dos culpan a Europa y a los mercados -la candidata del FN los acusa de imponer un«fascismo dorado»- de todos los males de Francia. Sus mítines ya no son minoritarios. El público vibra.«Preocupante»,advierte Reynié.