Y el 23, ¿qué?

«Los políticos fingen»

 El filósofo Manuel Cruz razona que una cosa es la pérdida de poder político y otra muy distinta escudarse en ello para no afrontar las protestas que han aflorado en plena campaña electoral

Pensador  Manuel Cruz, en la calle de Consell de Cent de Barcelona.

Pensador Manuel Cruz, en la calle de Consell de Cent de Barcelona.

JOSEP-MARIA URETA

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Están más que cubiertas las explicaciones sobre la inteligencia emocional. Abundan en las librerías las recetas para conciliar espíritu y vida cotidiana. Más difícil es poner orden en lo que atañe solo al mundo de la razón. Hay que ir a los filósofos y a los que explican qué es pensar. Es tarea que exige claridad en los conceptos. A eso se dedica Manuel Cruz, barcelonés, catedrático de Filosofía de la Universitat de Barcelona y divulgador conocido en su esfuerzo por la comprensión (Siempre me sacan en página par es uno de sus libros. Respetémoslo). Con estos mimbres ha tejido sus ensayos políticos y su análisis de sucesos más recientes. En la conversación no necesita recurrir al «quiero decir» propio de los que no se aclaran.

-El mismo día en que usted explica en un artículo que un alumno le dijo en clase que el referente de su generación es la tarifa plana de internet, aparece la movilización en varias capitales a través de Facebook.

-En efecto, hace pocas semanas andaba yo preguntando a mis estudiantes de máster por ese tipo de acontecimientos sobre los que cada generación ha construido su épica. En el fondo, tanto da que hablemos del mayo del 68, de la transición, de los movimientos antiglobalización o de la caída del muro de Berlín, porque la lógica de esa apelación es siempre la misma: cada generación tiene su minuto de gloria por el que pasará a la historia y que la justificará ante las generaciones venideras. Pero lo de la tarifa plana rompe el esquema. Ya no se trata de dejar un legado heroico para la posteridad, sino de utilizar las nuevas herramientas tecnológicas para alcanzar un acuerdo de mínimos. Cuando se tiene una cierta edad, causa impacto leer esta reivindicación: «Queremos vivir como nuestros padres».

-Ve todo esto manipulable.

-De momento veo que habrá que remover las fichas del dominó.

-No se definen ideales.

-¿Hacen falta muchos con una tasa de paro juvenil del 45%?

-Y el desprestigio de la política.

-Los nacidos a principios de los 50, cuando denunciábamos hechos instrumentalizados por el poder, solíamos escuchar el reproche: «¡Esto es hacer política!». Respondíamos: «¡Todo es política!». Considerábamos que la política era el marco general que incluía todo. Ahora se ve como una actividad más, pero ni siquiera más importante que según qué otra.

-¿Bueno o malo?

-Es una devaluación en parte justificada y en parte inducida. Cuando Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, convoca a la ministra Elena Salgado, la ministra ha de acudir y atender a sus instrucciones. Tiene, sin duda, menos poder que quien la convoca. Pero hay otra parte perversa, los políticos que fingen tener menos poder.

-Hacen teatro.

-Para eludir la responsabilidad. Aquí hemos tenido el ejemplo del pujolismo durante muchos años. La culpa siempre era «de Madrid», a la que se responsabilizaba de todo.

-Más casos en que todos fingen.

-Quizá haya un ejemplo pertinente para estos días. Son muchos de esos alcaldes y autoridades municipales a los que se les llena la boca denunciando las limitaciones que sufren «desde arriba» ante los responsables de la destrucción del litoral mediterráneo, a la que han contribuido con una política de recalificaciones al servicio de la especulación más salvaje.

-Todo ello genera más abstención.

-También contribuye a ello el haber convertido la política en una especie de espectáculo simbólico de los unos contra los otros. Yo me identifico con los míos, quiero que ganen, pero con la misma actitud personal con la que el hincha espera que gane su equipo, esto es, con plena consciencia de que no por ello su vida real será distinta al día siguiente. Como si aplicaran la máxima que repetía mi abuela: «¿Te crees que te van a poner el pan barato?».

-Otra propuesta, muy a la orden del día en esta campaña, es primar la eficacia por encima del partidismo.

-Los tecnócratas del franquismo ya eran eso. Y hoy en día el berlusconismo se apoya en ese mismo convencimiento. Nadie discute la necesidad de los expertos, pero, en la medida en que el cogollo de la política consiste en el establecimiento de prioridades en un marco global, tan solo con ellos no es suficiente. La política es rigurosamente irrenunciable, además de deseable.

-Viejo aforismo: la corrupción genera abstención. Y estamos en elecciones locales.

-Daña gravemente el sentido de la política, pero no necesariamente conduce a la abstención, que es algo que va por barrios ideológicos

-derecha e izquierda-. Poco antes de las elecciones autonómicas catalanas -cuando estalló el caso Palau-, finalizaba un artículo apostando a que el escándalo en cuestión no iba a afectar en lo más mínimo a CiU. Si alguien hubiera apostado dinero, hoy yo no necesitaría trabajar.

-A la izquierda le da más por la abstención.

-Siempre he recelado de cierto tipo de abstencionistas, por más que se declaren muy de izquierdas. La película El desencanto, que sirvió para dar el primer nombre a lo que hoy llamamos desafección, es de 1976. Pero es que incluso antes de morir Franco hubo una película, muy menor, titulada Tocata y fuga de Lolita, en la que un personaje con pinta de progre se pasaba todo el tiempo repitiendo el verso de Pablo Neruda: «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos». Un buen ejemplo de desencantado, incluso antes de tener motivos reales para serlo.

-Será genético.

-Mi interpretación es que hay gente que siempre está a punto de desengañarse y que, en cuanto le proporcionan la menor ocasión, se apean de una causa en la que tal vez no creyeron de verdad nunca.

-A la derecha no le pasa.

-La derecha no se desencanta porque no espera, ni necesita, que la política le cambie el mundo. Con que se lo conserve tal como está, le es más que suficiente. En realidad, lo que le reclama a los políticos es que no molesten demasiado.