OPINIÓN

Urgencia

JOSEP-MARIA URETA

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En política clásica, solo era urgente legislar ante un suceso imprevisto. Tenía que ver con catástrofes y habilitación de créditos para paliar sus efectos. En la era digital, cuando reina la cultura de lo inmediato, los políticos españoles mantienen el uso de la palabra mágica urgencia para hacer lo que les da la real gana. Es una gran trampa: desatienden las mareas de avisos que les llegan a través de la opinión, sin criba, expresada en las redes sociales, y en cuanto se acercan las urnas reaccionan con una lectura indigesta de lo que se estaba cociendo en internet.

Así nos llega la urgencia, indiscriminada, de procesar a Rato, cambiar la ley de funcionamiento del Constitucional para procesar a Mas o, de paso, legislar sobre cajeros automáticos. Esto último es vergonzoso, porque la UE ya se pronunció hace más de una década, a raíz de un contencioso de los botiguers catalanes por las comisiones que les cobraban los bancos cuando sus clientes pagaban con tarjeta. ¿No han escarmentado los bancos desde aquella sentencia europea? Claro que sí. El único que no aprende del todo es el Gobierno de Rajoy, que dicta una norma urgente con efecto real en enero del 2016, con el balance de los bancos del 2015 ya cerrados y el PP, quizá, de nuevo en Moncloa. Sin prisas.