Análisis

Una reforma que se adapte a la globalización

Merkel y Sarkozy, el lunes, en París.

Merkel y Sarkozy, el lunes, en París.

TERESA FREIXES

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Uno de los problemas que tiene la UE es el de saber transmitir en forma adecuada lo que en ella se hace, quién lo hace y cómo lo hace. Esta crisis del euro constituye un buen ejemplo de ello. No acabamos de saber qué es lo que hay que reformar, quién va a hacerlo y qué método se tiene que seguir para tomar las decisiones.

Dar una respuesta a estas cuestiones implica que se tengan que superar viejos paradigmas y tópicos inadecuados. Dos ejemplos bien claros: el debate acerca de la pérdida de soberanía y la cuestión sobre la Europa a dos velocidades.

El primero se centra en la falsa afirmación de que dejar que la UE tome las decisiones supone pérdida de soberanía para los estados. En realidad, lo que sucede es que los gobiernos y nuestros representantes en el Parlamento Europeo se implican directamente en una toma de decisión supranacional, en un nivel más elevado.

En el segundo supuesto, la discusión es falaz. Ya tenemos una Europa no a dos sino a varias velocidades. Tenemos dos cooperaciones reforzadas, el euro (la eurozona comprende 17 estados) y el espacio Schengen (donde están la mayoría, pero no todos, y algunos con adhesión parcial) que se han creado porque no todos los estados de la UE están en condiciones de avanzar al mismo tiempo y con la misma intensidad en todas las políticas.

La UE no se ha adaptado como cabía esperar a la globalización. Ahí es donde se sitúa el origen de buena parte de las reformas propuestas por Alemania y Francia (alguien tenía que tomar la iniciativa). No es descabellado que, entre otras cosas, se proponga que los estados incluyan en sus constituciones cláusulas similares a las que hemos introducido en España con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Otros estados ya las tenían: Alemania, Austria, Francia (parcialmente), Hungría, Luxemburgo, Malta, Polonia y Portugal. Italia tiene en curso un proyecto de reforma constitucional y otros estados quieren mejorar sus previsiones legales sobre la misma materia. En realidad, ello no sería necesario si los estados cumplieran sus compromisos, peroconstitucionalizarel equilibrio presupuestario y las limitaciones al endeudamiento de las administraciones públicas permite el establecimiento de controles internos y no solo europeos, reforzando el compromiso que permite hacer frente a los problemas globales con mejores instrumentos jurídicos.

¿Con qué método se pueden abordar estas reformas? Se puede optar por la elaboración de un nuevo tratado solo entre los estados que quieran suscribirlo, lo cual es la opción más realista; se trataría de reformar la cooperación reforzada que existe en torno al euro, permitiendo futuras adhesiones. También cabe la reforma de los tratados vigentes, más complicada, porque implica a todos los miembros de la UE, con la posibilidad de veto y la siempre complicada negociación de las nuevas cláusulas. Todo ello tiene que ser abordado en estos días. Y a nuestros políticos les toca implicarse en esta decisión. Esperemos que sepan encontrar las respuestas más adecuadas.