HISTORIAS MÍNIMAS

Turismo con apellidos

No saben de otra empresa que ofrezca propuestas de turismo sobre los orígenes personales. La idea surgió al buscar una aplicación genealógica que fuera atractiva.

Turisgen ofrece rutas a medida a partir de estudios genealógicos desde Palau-solità

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EVA MELÚS / PALUA-SOLITÀ

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Si el lector se apellida McCallahan y es, por ejemplo, un descendiente de alguno de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos desde Escocia hace un siglo podría disfrutar al descubrir sus orígenes a través de una ruta guiada y bien señalizada. Para los Puig, Mas o Armengol, los emprendedores Eduard Armengou (51 años) y Joaquim Sangrà  (47) crearon en diciembre del 2014  Turisgen, que desde Palau-solità ofrece rutas turísticas por Catalunya para descubrir el mapa familiar de forma personalizada. Con una inversión de unos 5.000 euros, lo que en principio podría haber sido un pasatiempo llevado a más está teniendo una respuesta positiva e inesperada. Después de cuatro meses, se plantean abrir sede en Barcelona.

«La gente suele conocer el origen de sus padres y algo del de sus abuelos, pero a menos que intenten recuperar un título nobiliario y contraten a un experto, no suelen ir más allá», explica Sangrà, Él y su socio pensaron que sería bueno aprovechar sus conocimientos y su buena cintura para moverse entre archivos parroquiales y fuentes orales para ofrecer estudios genealógicos completos que permitieran descubrir dónde estaba el molino de la bisabuela o recuperar fuerzas en un restaurante donde el abuelo solía tomar el carajillo.

Después de horas y horas entre pergaminos y ficheros se pueden encontrar anécdotas jugosas que los padres no explicaron a sus hijos. Como cuando los dos genealogistas descubrieron que los antepasados de uno de sus clientes fueron los últimos masovers del Mas de Serrallonga, el famoso bandolero, o cuando allá por el siglo XIX, dos payeses increparon en un camino a la amante de un líder carlista, que se enfadó tanto que acabó matando a 11 personas. Uno de los payeses en cuestión, rebisabuelo del cliente, se escondió y pudo escapar. «Llevamos a la familia al punto exacto donde ocurrió el incidente para explicarles esta historia, que estaba bien documentada pero que ninguno de ellos sabía», explica Joaquim Sangrà.

Armengou es diseñador industrial de formación y Sangrà, experto en ciencias ambientales. Ambos coincidieron en la misma empresa, a principios del año 2000. Armengou era también genealogista. A Sangrà le interesaba mucho el tema, aunque confiesa que entonces no sabía ni por donde comenzar. Fue Armengou quien le regaló un ejemplar del Llibre dels descendents, de Armand de Fluvià, una especie de biblia para principiantes. «La genealogía puede parecer aburrida a mucha gente y conocer a alguien que la disfrutaba como yo y que tenía sensibilidad por este tema nos hizo amigos», recuerda Armengou.

Tanto que cuando este cambió de trabajo en el 2008, los dos siguieron citándose de forma habitual para explicarse sus pesquisas. Los dos parecen recordar que en un restaurante del Born y en una servilleta -como el contrato de Messi-, se empezaron a sentar las bases del proyecto de Turisgen, en el que trabajaron entre uno y dos años.

Primer encargo

Explican que en sus primeros encargos se repiten dos perfiles. Por una parte,  el de una persona de mediana edad, en torno a los 40 años, que quiere hacer un regalo a sus padres, y por otra, hombres o mujeres de unos 60 años que contratan el servicio para organizar una actividad familiar o para regalárselo a su pareja. Aunque a los dos socios no se les escapa que entre sus clientes potenciales pueden estar también los descendientes de los indianos o de los exiliados catalanes de la Guerra Civil. «En Cuba hay más personas apellidadas Martí que en Catalunya», señala Armengou.

Cada proyecto es tan único como la familia que lo encarga. En cinco meses, Turisgen ha acabado tres y tiene otros cinco en la cocina. Los hay con fecha límite, porque son regalos de cumpleaños, o para ir trabajando. La investigación suele durar de dos a cuatro meses, tras la cual los clientes reciben un estudio digitalizado que puede alcanzar hasta los abuelos cuartos. El precio ronda los 450 euros. La segunda parte consiste en la confección de una ruta turística de uno o varios días que repasa cronológicamente la historia familiar y los lugares en la que se desarrolló.

La ruta de un día para una familia puede rondar los 500 euros.