El poder económico de los jóvenes

El envejecimiento de la población en Europa será un puzle muy difícil de resolver para el sistema de pensiones y de salud. Pero pensar en el envejecimiento solo en términos presupuestarios sería miope. Hay otros tres aspectos que puede ser decisivos para e

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El envejecimiento de la población y el impacto que este puede tener sobre el sistema de pensiones a medio plazo (seguramente antes de lo que pensamos) es una cuestión que preocupa, y mucho, a la ciudadanía. De hecho, toda una generación trabajadora ya asume, resignada, que tocará trabajar hasta los 70 (como mínimo), o incluso que tocará renunciar a todos los derechos que ha generado durante su vida laboral, y buscarse la vida mediante los mecanismos alternativos que sea necesario para garantizar algún ingreso durante la jubilación (sea lo que sea eso de la jubilación, dentro de 30 años). Seguro que este es un tema que ya le quita el sueño a más de un economista; e incluso, tal vez, a algún que otro político.

Bien. La cuestión es ciertamente importante, grave, y requiere de una planificación y acción inmediata. Negarlo sería una irresponsabilidad, además de una argumentación no demasiado inteligente. Hace un par de años fue noticia que en España ya había menos de dos personas que cotizaban a la Seguridad Social por cada pensionista; hoy, la relación continúa bajando, y según los últimos datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, en octubre del 2014 hay menos de 1,8 trabajadores (alrededor de 16,6 millones en total) por cada pensionista (hoy, más de 9,2 millones de personas). Teniendo en cuenta que los especialistas sitúan la sostenibilidad del sistema en una relación de 2,5 (y el óptimo alrededor de tres), no pueden quedar demasiadas dudas de que el envejecimiento de la población -en definitiva, la jubilación de la voluminosa cohorte de baby-boomers- supondrá una carga difícilmente sostenible para la siguiente generación, que se dibuja en una pirámide de cabeza demasiado grande para un cuerpo muy débil.

Queda claro. El envejecimiento de la población en Europa supondrá un rompecabezas muy difícil de resolver para el sistema de pensiones y ¡de salud ! Ya está dicho, y ya no debe quedar nadie que lo niegue. Dicho esto, sin embargo, quisiéramos hacer hincapié en que este, al fin y al cabo, puede ser tan solo un problema técnico de importancia relativa comparado con otros tres aspectos que pueden ser decisivos no ya para el sistema público de pensiones y salud (total, a la larga, todos sabemos que si se siguen imponiendo las políticas de austeridad, nos encaminamos a un Estado del bienestar más de servicios sociales que de servicios públicos), sino también para el conjunto de nuestra estructura productiva y la viabilidad de nuestro modelo económico. Intentaremos explicarlo mejor.

En primer lugar, debemos tener en cuenta la influencia de la pirámide de edades sobre el potencial de crecimiento económico de un país. O dicho de otro modo: si el nuevo paradigma económico se basa en el conocimiento, la tecnología, la capacidad de adaptación, el aprendizaje constante, la innovación y el emprendimiento. ¿Estas son cualidades que podremos encontrar más fácilmente en una sociedad joven, o en una sociedad envejecida? El entusiasmo y las ganas inherentes que se respiran en sociedades jóvenes son uno de los principales motores de la confianza y la mirada en positivo hacia el futuro que ahora mismo es difícil de encontrar en Europa. Pensemos por ejemplo en Chile, un país donde la población de más de 65 años es hoy menos del 10%, (en España, cerca del doble, llegando al 20%), o con el extremo de Japón, donde en el 2050 la población mayor de 65 años podría superar fácilmente el 50%. Pensemos en los países a los que atribuimos mayor dinamismo o potencial de crecimiento y consumo, por supuesto: son mayoritariamente países muy jóvenes, o poco envejecidos, con porcentajes de mayores raramente por encima del 5% sobre el total de población. No solo los ya clásicos BRIC, sino también otros como Sudáfrica, México y Turquía.

La generación 'Millennial'

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que, a lo largo de las próximas dos décadas, una nueva generación llegará a los puestos de responsabilidad, donde se deciden, literalmente, las cuestiones más importantes del mundo, ya sea desde la esfera pública o privada. Y parece bastante claro que los cambios profundos (en los ámbitos de la economía, de la sociedad, de las personas), siempre se producen más por renovación que por transformación. Es decir, resulta obvio que el mundo Millennial será Millennial (la generación que normalmente se refiere a los nacidos entre principios de los 80 y principios del 2000. O lo que es lo mismo, aquellos que ahora empiezan a encarar los 30 años; o dicho de otra manera, los hijos de los baby-boomers), tendrá su identidad, sus hábitos, su visión de la vida, su ideología. Y por lo tanto, cuanto más presente esté esta generación en la estructura demográfica de un país, en mejores condiciones estará para entender, gestionar y liderar el momento que le habrá tocado vivir. Y en las sociedades más envejecidas, desgraciadamente los Millennial (la generación que se sentirá cómoda con el paradigma económico y social dominante) no serán mayoría.

Y en tercer lugar, por último, hay que tener en cuenta que las sociedades más envejecidas tendrán carencias importantes en cuanto a las generaciones motoras. En estos contextos el volumen de oportunidades es menor y las estructuras sociales y económicas son relativamente más cerradas; la actividad se ralentiza, y tiende a producirse una cierta centrifugación de talento de manera similar a lo que sucede en los entornos rurales a favor de las grandes concentraciones urbanas, más diversas y dinámicas en todos los sentidos.

¿Conclusión? A veces olvidamos que detrás de los movimientos económicos hay movimientos sociales. Y que quienes mueven la sociedad son las personas. Pensar el envejecimiento en términos exclusivamente presupuestarios sería seguramente una miopía imperdonable. Lo que nos hará crecer económica y socialmente será la tecnología, la innovación, el conocimiento. Pero detrás de todo esto hay personas; pensemos cómo queremos prepararnos para empoderarlas.