ENTREVISTA

Oliver Rothschild: "Cabía la posibilidad de que la crisis fuera mucho peor"

Londres, 1951. Inversor y filántropo. Preside ADVentura Capital.

Oliver Rothschild, con su sello familiar y sus calcetines verdes, el pasado lunes, en el Hotel Alma de Barcelona.

Oliver Rothschild, con su sello familiar y sus calcetines verdes, el pasado lunes, en el Hotel Alma de Barcelona.

NÚRIA NAVARRO

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Los Rothschild son la familia de financieros y banqueros más poderosa del mundo. Durante casi 300 años ha influido, y mucho, en el curso de la economía global. Su fortuna -que algunos estiman en la mitad de la riqueza del planeta- fue fundada por Nathan Mayer Rothschild al conocer antes que nadie el resultado de la batalla de Waterloo y comprar cuando Inglaterra daba por perdida la gesta de Wellington, que financió. Con distintas ramas en Alemania, Inglaterra, Austria, Francia e Italia, la familia controla finanzas, banca, energía, viñedos, hoteles, medios de comunicación, arte y antigüedades. Bien, pues Oliver Rothschild, inversor y filántropo, es uno de ellos. Quizá de los que tienen mayor sentido del humor.

-¿A qué rama pertenece usted?

-A la rama que cayó del árbol.

-Ya nos gustaría a muchos.

-Soy el cabeza de otra antigua familia financiera, los Schwarzschild [Escudo Negro, significa], originaria de Fráncfort. Mi tatarabuelo se casó tres veces, la última con una Rothschild [Escudo Rojo]. Dicen que me parezco mucho a un hermano del tatarabuelo, Jacob, que capitaneó la Bolsa alemana y nunca se llegó a casar.

-Aclarado. ¿Cómo se ve el mundo desde sus zapatos?

-Cada vez más complejo. También en el ámbito comercial, con gobiernos que van poniendo más impuestos y cortando la posibilidad de que fluya el capital. Sin favorecer el comercio, a base de recaudar a través de tasas del 10% aquí y allá, nunca llegarán a hacer lo que podrían, y deberían, hacer. A mi juicio, eso es tirar el dinero. Es querer salvar puestos de trabajo en el entramado de la burocracia, cuando la burocracia es el obstáculo del comercio.

-Algunos de esos gobiernos pretenden regular el mercado, uno de los causantes de la recesión.

-El capitalismo a lo Adam Smith está muy interferido. La realidad es que entre los años 2002 y 2007 los gobiernos promovieron medidas cuyas consecuencias se vieron después. Mientras creían que la economía pisaba fuerte, que había crecimiento, no dijeron nada. Pero cuando todo se derrumbó, buscaron culpables. Y no se puede echar el muerto solo a los bancos.

-De la crisis del crédito, sí.

-No quiero proteger a los banqueros, pero en esta crisis ha habido muchos otros implicados ajenos a la sociedad financiera.

-¿Podría especificar, si es tan amable?

-Se cometieron errores en los albores del desplome. Sin duda había métodos mejores de gestionarlo.

-Pero, ¿quién diría que ha sido el culpable último?

-¡Todos! Naturalmente, una parte se la lleva la banca, que no tuvo sentido de la proporción y no predijo las consecuencias del deslumbramiento de su política de precios. Creyeron que sería fácil corregir el rumbo y se equivocaron.

-Mientras, a río revuelto ganancia de pescadores. Los ricos saldrán de esta aún más ricos.

 

-Hay casos de bancarrota entre las grandes fortunas, pero no salen en los medios. Vivimos en un mundo en el que el éxito, en lugar de ser aplaudido, es denostado.

-La leyenda negra cuenta que los Rothschild y los Rockefeller son capaces de hacer caer o despegar economías, sacando partido.

-No puedo hablar por los Rockefeller, aunque están vinculados a la familia después de que los Rothschild compraran el 39% de sus negocios.

-Pues hablemos de los Rothschild.

-Tampoco puedo hablar por todos los Rothschild. Pero, aunque lo que sugiere fuera cierto, lo destacable es que ambas familias piensan a 20, 50, 100 años vista. No se mueven en el corto plazo. E incluso si lo hicieran para sacar provecho, las dos familias son las más filantrópicas que existen en el mundo. Siempre han sido muy conscientes de que deben revertir en la sociedad. Pero lo fácil es definirlos como mafia.

-Le hablaba de planificar la privatización de un país, la caída del euro, el ascenso de un mandatario...

-Lo que sí es posible es que piensen que pueden solucionar mejor los problemas que los gobiernos. Los gobiernos están ahí durante cuatro o cinco años y las medidas que toman están impulsadas por intereses electorales, mientras que la casa ha permanecido a lo largo de 300 años. Y aunque, insisto, no soy portavoz de la familia, sí puedo asegurar que los Rothschild siempre financiaron grandes infraestructuras que favorecieron a Europa y América, como el canal de Suez o las líneas de ferrocarriles, porque pensaban que eran necesarias para el progreso de todos. Eso también es casi filantropía.

-¿Existe alguna consigna familiar que pase de padres a hijos?

-No. Mi padre era un hombre muy modesto, todo lo contrario que yo. A mi edad puedo permitirme la inmodestia, ¿no cree? Así que le diré que me he dedicado a la caridad desde los 13 años, quizá influido por mi madre, que en los 50 se volcó en financiar la investigación del cáncer en Gran Bretaña. A mí siempre me ha interesado el maridaje entre comercio y filantropía. Hoy lo más inteligente es el mix entre hacer el bien y ganar dinero. Incluso las empresas que no han seguido esta política se están dando cuenta de que vale la pena.

-Usted se ha convertido en un experto.

-Verá, yo no tengo necesidad de trabajar, pero cada día trabajo más porque esta fórmula -no diferenciar entre caridad y negocio- me apasiona. Hace un par de semanas, por ejemplo, acepté encantado presidir el jurado de unos premios a la sostenibilidad de la British Academy of Film and Television (Bafta). La sostenibilidad es un asunto trascendental.

-Antes ha dicho que su familia piensa a decenas de años vista. ¿Puede hacer un adelanto?

-En economía se solía pensar en ciclos que se repetían en la Historia, pero ahora hay que afrontar escenarios nuevos. Ha entrado en juego lo inesperado -fíjese en Irak, Afganistán, Siria, Ucrania-, y eso pone patas arriba la economía positiva. El mundo ya no se puede simplificar.Aunque también debo señalar que cuando en el 2010 decía que habría brotes verdes en Gran Bretaña me tomaban por loco, y los empezamos a ver. También en España.

-Eso nos suena...

-No hay duda. Pero no solo depende de la verdad, sino también de la confianza de la ciudadanía. Si la ciudadanía insiste en los aspectos negativos, la salida se demora.

-¿Qué aspectos quiere que perciban los seis millones de parados?

-Cabía la posibilidad de que la crisis fuera mucho peor para todos. En Occidente nadie muere de hambre y la mayoría vive bajo techo. Mire, yo no he llegado a Barcelona en un jet privado, y no soy ningún insensible. Sé que hay mucha gente que lo está pasando muy mal. Pero los problemas existen y no se resuelven negándolos. Hay que tener algunas ideas claras.

-Ilumínenos.

-Por ejemplo, que la contribución al fomento del empleo de las pymes es más importante que la de las grandes corporaciones, por eso hay que apoyarlas con firmeza. O que las carreras universitarias con oportunidades son las que tienen un sentido más práctico que intelectual.

-¿Eso ha venido a explicar aquí?

-En España detecto condiciones para que florezcan las iniciativas tecnológicas. Presido ADVentura capital, que facilita el acceso del capital internacional al fomento de la biotecnología, la alta tecnología y la tecnología verde, y aporta experiencia en el mercado global.

-Es usted una marca en sí mismo. Su nombre es un imán de capital.

-(Ríe) Si mi apellido sirve para eso, encantado. Catalunya goza de una excelente reputación y le sobra talento, pero le falta experiencia en proyección internacional. Yo he venido a trabajar junto a las instituciones para empujar la economía más allá de los intereses de partido. Aunque le diré que ese deseo de separarse del Estado, que también expresan en Escocia y en Bélgica, no es muy atractivo para los inversores.