OPINIÓN

Montoro y la chistera (electoral o no) de Rajoy

JSEÚS RIVASÉS

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En Madrid, Mariano Rajoy y Cristóbal Montoro hablan mucho, en persona y por teléfono. El ministro de Hacienda -quizá por eso se le ve tan sobrado- ha tenido y tiene toda la confianza del presidente y lo sabe. Todos los que, tras el batacazo electoral de mayo, con Margallo a la cabeza, sugirieron al inquilino de la Moncloa un posible relevo de Montoro no tenían posibilidad de éxito. El líder del PP, como tantas veces repite él mismo, es muy previsible y solo desconcierta a quiénes no lo conocen. Además, Rajoy procura no improvisar nunca, aunque algunos no comprendan su manejo de los tiempos.

El presidente del Gobierno, mucho antes de que Tsipras convocara y ganara ese referéndum pseudobolivariano que inaugura un periodo de inestabilidad e incertidumbre en Europa y hará soñar a muchos populistas, ya guardaba en la chistera el adelanto de la bajada del IRPF que anunció la semana pasada, ante el más selecto auditorio del mundo de la empresa, los negocios y las finanzas, con apenas las ausencias -justificadas- de Ana Botín y César Alierta. Rajoy lo tenía hablado con Montoro hacia semanas, y simplemente esperó el momento que creyó más conveniente. El que luego tenga más o menos éxito es otro asunto.

El ministro de Hacienda le ha explicado a Rajoy desde hace meses que la recaudación tributaria va mucho mejor este 2015 -un 7,6% más según los últimos datos que maneja el fisco- y que, por lo tanto, hay margen para acometer los prometidos guiños -rebajas- tributarios. Montoro, a su manera, preparaba el ambiente desde hace semanas y si ahora se repasan sus palabras cobran más sentido. La mejoría de la recaudación no es ningún secreto y por eso, la petición de Pedro Sánchez a Rajoy, en su última y quizá algo tensa reunión, de que no legisle hasta las elecciones se basaría en que en el PSOE saben que el Gobierno tiene ahora margen y recursos para gastar más, justamente en periodo preelectoral. No es el primer ni el último Gobierno en hacerlo y claro, en apechugar con las acusaciones de electoralismo, pero hay precedentes. El último, la decisión de Zapatero de entregar 400 euros a todos y cada uno de los contribuyentes, anunciada poco antes de las elecciones de 2008, las últimas que ganó el PSOE.

Rajoy, por otra parte, también le ha pedido a Montoro que ponga en marcha la máquina de preparar los Presupuestos. La instrucción fue sencilla y clara. Los funcionarios de Hacienda, por ahora, solo saben que deben tenerlo todo preparado y en la Moncloa les hablan de «tramitar los Presupuestos». Cualquier concreción más daría pistas precisas sobre la fecha electoral y el presidente, que la tiene muy pensada, observa y espera.

Ahora, Montoro, que también ha puesto contra las cuerdas del fisco, y sin que sepa, a algún gerifalte que pidió árnica y no la obtuvo, debe aplicar -con sus complicaciones- la bajada de impuestos, que no impide que España -aunque sorprenda- mantenga uno de los impuestos sobre la renta más progresivos y exigentes del mundo: para Hacienda el umbral de la riqueza empieza en los 60.000 euros de ingresos brutos anuales. Y a Montoro, que tiene toda la confianza de ese Rajoy que nunca improvisa, sino que todo lo lleva preparado en la chistera -electoral o no-, le parece bien.