INNOVACIÓN EN ELECTRÓNICA
Lavadoras más inteligentes
EGO Appliance Controls invierte 8,8 millones de euros en la ampliación de la planta de Lliçà de Vall El nuevo edificio centrará la investigación en circuitos para electrodomésticos
La multinacional alemana EGO Appliance Controls no solo ha convertido la planta de Lliçà de Vall (Vallès Oriental) en un referente mundial del grupo, sino que justo durante su 50º aniversario, que celebra este año, invertirá 8,8 millones de euros en ampliar sus instalaciones y en nueva maquinaria para potenciar la producción de circuitos electrónicos. Gracias a la ampliación superará los 300 empleados (tiene 220 actualmente) y alcanzará una facturación de 45 millones de euros.
EGO Appliance Controls se ha especializado en el control electrónico de grandes electrodomésticos como lavadoras, lavaplatos o cafeteras de alta gama, algo que la ha posicionado en primera línea en su mercado y merecido la cartera de clientes como Bosch, Siemens o Balay. Paralelamente, se ha focalizado en la cocina de inducción de grandes formatos, optimizada para hoteles y restaurantes, cuyos últimos productos permiten llevar a ebullición un litro de agua en tan solo 10 segundos.
La empresa se fundó en 1965 bajo el nombre de Remco, pero, tras pasar por manos de un grupo norteamericano, en 1998 la adquirió la firma EGO. Diez años más tarde se produjo el cambio oficial de nombre a EGO Appliance Controls. «De este modo estábamos más identificados con el grupo alemán, que añadió el concepto Appliance Controls al nombre porque nos dedicamos al control de los electrodomésticos», señala Fina Pagès, directora financiera de la empresa.
La apuesta por la investigación, desarrollo e innovación (I+D+i) es lo que ha marcado la diferencia con el resto de plantas que el grupo tiene alrededor del mundo, pero también los distingue de la competencia, y eso los ha posicionado en el mercado y les ha abierto puertas a nivel internacional. «Ahora exportamos el 80% de nuestra producción a países como Turquía, donde nos parecía casi imposible hacerlo», señala el director técnico de la firma, Jesús de las Fuentes.
La crisis obligó a cerrar la planta que el grupo tenía en Solsona y despedir a 120 personas. El negocio centró sus esfuerzos en Lliçà de Vall, donde quedaron unos 170 empleados. Esa dolorosa decisión permitió mantener la cartera de clientes, a la vez que permitió atraer nueva clientela. Dichas prácticas hicieron que la compañía otorgase el premio Best Practice Award a la planta vallesana, gracias a los buenos resultados obtenidos y a su capacidad de adaptación.
Ahora las tornas han cambiado, y ayer la empresa puso la primera piedra de lo que supondrá una ampliación de la empresa, que pasará de tener 4.000 metros cuadrados a disponer de un total de 6.500.
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