PERFIL / JOSEP MARIA ÁLVAREZ

El doble acento

El secretario general de UGT de Catalunya, asturiano de nacimiento, ha defendido el conocimiento del catalán como vehiculo de integración de los trabajadores

MERCEDES JANSA / ANTONI FUENTES / MADRID / BARCELONA

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El caso de Josep María (Pepe) Álvarez es muy común entre los sindicalistas que se iniciaron en esta tarea recién muerto Franco: ha dedicado más tiempo al trabajo sindical que a su actividad profesional. También es un buen ejemplo de la una de las olas de emigración que llegó a Catalunya procede de otras zonas de España en busca de empleo. Y haciendo honor a su cuna asturiana (nació en Belmonte de Miranda, en 1956) y a su adopción catalana, cuando habla en castellano le salen indistintamente los dos acentos.

Quizá por esta doble condición, Álvarez ha desarrollado una intensa actividad como defensor del catalán entre la población que no lo tiene como lengua materna y ha considerado que es el vehículo principal para la integración en los centros de trabajo y en la sociedad en general. Esta dedicación a la lengua catalana le valió, en el 2003, ser reconocido con el Premi d’Honor Lluís Carulla.

En 1975, tras estudiar formación profesional, llegó a Barcelona donde comenzó a trabajar en La Maquinista y al año siguiente se afilió a UGT. Se encuentra, laboralmente, en fase de jubilación y percibiendo el desempleo después de resultar afectado por un ERE en Alstom, heredera de La Maquinista. Su primer cargo orgánico fue secretario de acción sindical de la central en la citada empresa. A partir de ahí su carrera de sindicalista fue imparable. En 1980 dio el salto a la federación del Metal de UGT en Catalunya, en la que fue secretario general en la organización de Barcelona.

CUERPO A CUERPO

Está bregado en las luchas internas cuerpo a cuerpo, como la que protagonizó entre 1988 y 1990 con Justo Domínguez, al que venció tras una dura batalla por la secretaría general de la UGT de Catalunya. En abril dejará el cargo, 26 años después de acceder a él, como el decano de los dirigentes sindicales y empresariales, con el único parangón del presidente de Pimec, Josep González. 

Su relación con Cándido Méndez ha pasado por varias etapas. Curiosamente, el inicio y el final del mandato de Méndez han estado marcados por la tensión con Álvarez. No es la primera vez que el dirigente de Catalunya se sitúa en la oposición a Méndez. Aunque no en competición directa el liderazgo, Álvarez formó equipo con el fallecido Manuel Fernánez, ‘Lito’, histórico dirigente de la UGT del metal, que en 1995 disputó a Méndez la secretaria general, un año después de haber sido elegido. Entonces perdieron y, tanto Lito como Álvarez, se replegaron y limaron su relación con Méndez.  

Le ha costado unos tres congresos, alrededor de 12 años, dejar las riendas de la central en Catalunya, el tiempo en que empezó a lanzar el globo sonda de que quería ceder el testigo. Pero ha tenido mala suerte con varios delfines sucesivos, que cayeron en desgracia o se alejaron de su mentor. El último es el líder de UGT en Seat, Matías Carnero, al que ha tenido que convencer de que asuma la dirección a partir de abril aunque sea como presidente y en un tándem con Camil Ros, procedente de Esquerra Republicana. Ros es uno de los exponentes de los fichajes que hizo Álvarez para ampliar el espectro político del sindicato más allá del tradicional vinculado al PSC. De UGT han salido la 'consellera' de Presidència, Neus Munté (CDC), y la titular de Treball, Dolors Bassa (ERC).