Empresas sociales, la inversión del siglo XXI

Para algunos es una nueva forma de invertir, pero para otros agentes del sector se trata de una forma alternativa de entender la economía: prima la persona y el colectivo. De una u otra forma, el fenómeno está en auge

Sesión de 'spinning'  en la que un participante de programas sociales comparte la actividad con otras personas.

Sesión de 'spinning' en la que un participante de programas sociales comparte la actividad con otras personas.

Max
JIMÉNEZ BOTÍAS

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Si se utiliza el buscador al uso -no hace falta decir cuál- para encontrar la definición de emprendimiento social, el resultado sorprende. La única entrada es de la Wikipedia: «El emprendimiento social hace referencia a un tipo de empresa en la que su razón de ser es en primer lugar satisfacer necesidades de la sociedad en la que se desenvuelven. Si bien no es una típica empresa privada del sector capitalista, su lógica no encaja ni en el paradigma de las empresas públicas del sector estatal ni en el de las organizaciones no gubernamentales».

Resulta, sin embargo, altamente improbable que la única definición disponible -es la tercera entrada del buscador- ponga de acuerdo a dos agentes de este incipiente sector de actividad económica en España. «Es un movimiento en el que no hay gran consenso. Hay muchas escuelas de pensamiento que definen el emprendimiento social de manera muy diferente», explica Xavier Pont, cofundador de Ship2be, una fundación dedicada al emprendimiento social, aunque en este caso debería decirse de los proyectos denominados de «impacto social». El término procede de la tradición inversora anglosajona. Acuñado en el 2008 por la Fundación Rockefeller y el banco de inversión JP Morgan -ironías de la economía capitalista-, define proyectos de inversión que tienen impacto social, pero que aportan rendimiento financiero a quienes invierten. El Reino Unido ha generado todo un ecosistema de inversores individuales y de fondos de inversión que destinan muchos recursos a proyectos con impacto social.

Para el premio Nobel de la Paz 2006, Mohamed Yunus -impulsor de los microcréditos que financian proyectos sociales- esa visión del fenómeno resulta insatisfactoria. Su filosofía, el social business, se ocupa de aquellas iniciativas con impacto social que no tienen ánimo de lucro. Lo que no equivale a sin ánimo de beneficio, sino que todos los beneficios se reinvierten en la empresa. Una escuela que defiende TandemSocial, consultora barcelonesa, con forma jurídica de cooperativa, que se ha convertido en un referente en el emprendimiento social y que ha puesto en marcha el proyecto Barcelona Social Business City  con el que pretende establecer una red de emprendimiento de largo recorrido. «Nuestro objetivo es desarrollar la economía social, como una alternativa a la economía capitalista», explica Andrea Balletbó, socia de la cooperativa.

No hace falta extenderse en las discrepancias del sector, que son muchas. También hay coincidencias: el fenómeno comienza a adquirir visibilidad, porque su actividad es creciente y se acerca poco a poco a los niveles de otros países europeo. Es verdad que mientras que en el Reino Unido, con sus características propias, ha alcanzado la adolescencia, en España justo comienza a ponerse en pie y caminar. Hay pocas cifras de la actividad, porque la dificultad para definirla complica la cuantificación. Pero si nos atenemos a la tesis de la revista Forbes, la inversión en impacto social será «el capital riesgo del siglo XXI».

Para los agentes que intervienen en el sector en Catalunya -y por extensión en España- Es una actividad llamada a ser más importante. «Hemos visto que el Estado del bienestar es insuficiente para resolver todos los problemas sociales. Que haya iniciativas que tengan impacto y sostenibilidad es una de las líneas mas importantes para afrontar los retos de la sociedad», comenta Marc Simón, director del área de Integración Social de la Fundació La Caixa.

De hecho, la obra social de La Caixa es uno de los agentes que más recursos destina al emprendimiento social dentro de un plan que respalda 20 proyectos empresariales cada año. Lleva cuatro ejercicios con este programa, que destina 25.000 euros a cada iniciativa. En las cuatro ediciones del programa ha puesto en marcha 80 empresas sociales, a partir de 1.444 proyectos que han concurrido a las diferentes convocatorias y ha generado 451 empleos, de los que 211 los han ocupado gente joven.

La fundación realiza su programa junto con el IESE. De hecho, la relación con escuelas de negocios y universidades comienza a ser habitual. El BBVA tiene en marcha un programa similar, denominado Momentum- que realiza junto con Esade. «Una parte notable de los proyectos de empresa que desarrollan los alumnos de Esade comienzan a tener contenido social», comenta Pont. Tandem Social, a través de Barcelona Social Business City, trabaja para incorporar asignaturas de emprendimiento social en los programas universitarios.

No son estas las únicas pistas que dejan rastro de la emergencia de esta actividad. Meridia Capital, la firma inversora de Xavier Faus -vicepresidente del FC Barcelona- prepara un fondo de inversión especializado en impacto social. El Meridia Impacta contará con un millón de euros procedente de Meridia, pero intentará captar recursos adicionales de entre 30 y 40 millones de euros. Invertirá en proyectos de emprendedores y empresas con impacto social que generen empleo o ayuden a colectivos con riesgo de exclusión. El objetivo es que, como mínimo, se retorne el capital de cada inversión. Se cerrará a finales de este año.

Aunque se trata de un sector en auge en España, adolece de cierta endogamia. Son un número limitado de agentes los que intervienen repetidamente en los proyectos. Sin ir más lejos, el proyecto de La Caixa, lo gestiona la consultora Tandem Social: se encarga de la selección y el acompañamiento. Además presta sus servicios para otras instituciones. Tandem participa en el consejo asesor de la Fundación Ship2b y esta fundación, entre otras, puede ser inversora en el programa Barcelona Social Business City. «El propósito que tenemos es intentar romper esta endogamia. Si queremos fortalecer este ecosistema hemos de procurar que haya más actores. Esta es una de las funciones que quiere desempeñar Barcelona Social Business City», explica Sergi Rufat, socio de Tandem.  La foto del sector, no obstante, es dinámica: «Tandem empezó en Catalunya, pero ahora también hace cosas en Andalucía», cuenta Andrea.

El ecosistema tiende a expandirse y la capacidad de éxito de las empresas es alta. Puede que sea algo superior a la de las start up del ámbito de internet. «De los 80 proyectos que hemos puesto en marcha, tan solo dos no han seguido», explica Simón. Más durabilidad, quizá porque el proceso de maduración es más lento. Y porque, con frecuencia, no hace falta ganar dinero si se cumple con el cometido social.