DOCTRINA INNOVADORA

La economía de Francisco

El Papa Bergoglio recupera el anticapitalismo en sus prédicas improvisadas ante audiencias más sensibles a sus convicciones

Entre multitudes 8 El Papa Francisco, durante su visita oficial a Sarajevo, ayer.

Entre multitudes 8 El Papa Francisco, durante su visita oficial a Sarajevo, ayer.

ROSSEND DOMÊNECH / ROMA

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«Esta economía mata»; «los mercados y la especulación financiera no pueden gozar de una autonomía absoluta»; «la disparidad de sueldos entre hombres y mujeres es un escándalo». Con este lenguaje directo, que le distingue del estilo eclesiástico y burocrático de sus predecesores, Jorge Bergoglio pronuncia frases que todos comprenden, lo que contribuye a aumentar su popularidad.

Portavoces de las bolsas de valores e instituciones económicas internacionales, pero también otros de dentro de la Iglesia católica, ya acusan al Papa de aplicar a la realidad el análisis marxista de Vladimir Lenin, o de leer la economía desde una óptica tercermundista, que es como decir de izquierdas.

A principios de mayo, el Papa Francisco abrió las puertas del Vaticano a varios centenares de sin techo que duermen por las calles para ofrecerles un concierto. Unos días antes, otros 150 estupefactos pobres fueron guiados por los museos vaticanos para una singular visita a la capilla Sixtina.

Días antes, el Papa había pedido que se abrieran duchas y peluquerías en la plaza de san Pedro para quienes transcurren sus días en sus soportales. En Roma, diócesis de la que es obispo, Francisco no ha visitado todavía las parroquias de los barrios ricos y acomodados, aunque sí lo ha hecho a las iglesias periféricas donde se levantan barracas y campamentos de gitanos.

Son solo anécdotas, pero significativas sobre las claves de su pensamiento económico, que está en la misma línea de las encíclicas sociales de todos los papas: «Cuando en el centro del sistema no está el hombre sino el dinero, cuando el dinero se troca en un ídolo, los hombres y las mujeres son reducidos a simples instrumentos de un sistema social y económico caracterizado, más aún dominado, por desequilibrios profundos y así se descarta cuanto no sirve a esta lógica».

Ante los representantes de Cáritas Internacional, el Papa se refirió a la crisis económica actual y les dijo que los mercados financieros no pueden gozar de una autonomía absoluta: «Sin resolver los problemas de los pobres, no resolveremos los problemas del mundo», entre los que citó las guerras y el terrorismo.

Dijo en otro foro que «en el planeta hay alimentos para todos, aunque parece que falta la voluntad de compartirlos con todos».

Mantiene el Papa que «en la economía hace falta ética y que se necesita ética también en la política». Son numerosas las referencias de Jorge Bergoglio a los desperfectos causados por  la corrupción, dentro y fuera de la iglesia.

Obispos inquietos

Francisco también ha sido diáfano en su concepto de propiedad privada: «La propiedad privada no es un derecho absoluto, sino subordinado al bien común». Citando al catecismo católico, subrayó que «oprimir a los pobres y defraudar la justa merced a los obreros forma parte de los pecados que gritan venganza ante Dios».

A los miembros del G-20 reunidos en Australia les exigió «preocuparse de la necesidad de proteger a los ciudadanos de todos los países frente las formas de agresión menos evidentes que las guerras, pero igualmente reales y graves». Se refería a la responsabilidad de los financieros y también al desamparo de los pobres.

Ante los reproches por esta actitud, el Papa Francisco reiteró:  «Me limito a recordar la doctrina social de la iglesia, porque la atención a los pobres no es un invento del comunismo».

Este mensaje no gusta a muchas personas, entre ellas a Francis George, exarzobispo de Chicago, en un país como EEUU donde  la jerarquía católica se ha identificado con los blancos y el capitalismo neoliberal.

«Por lo que parece el Papa habla a partir de la experiencia y análisis de los sudamericanos, que creen que algunos son ricos porque los demás son mantenidos expresamente en la pobreza», dijo.

Mientras, una parte de la prensa internacional sigue machacando, por la supuesta protección de un cura pederasta, al cardenal australiano George Pell, ministro de Economía del Vaticano. Su nombramiento ha sustraído a los italianos  el control económico-financiero del Estado Pontificio.