El 'corralito' chipriota

Un año después del terremoto financiero de Chipre, continúan las restricciones de los movimientos de capitales, se ha disparado el paro y varios miles de empresas han cerrado

Arriba, colas ante el banco Laiki, hace un año y, abajo, el local sin banco y cerrado hoy.

Arriba, colas ante el banco Laiki, hace un año y, abajo, el local sin banco y cerrado hoy.

ANDRÉS MOURENZA
ATENAS

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La mañana del 16 de marzo del 2013 los chipriotas se levantaron para ver que sus cuentas bancarias estaban congeladas por orden de Bruselas. A cambio de un préstamo de 10.000 millones de euros para salvar su banca en quiebra, las autoridades europeas habían forzado a Chipre a tirar por la borda uno de los principios sagrados de la UE: el libre movimiento de capitales.

Es cierto que la recesión ha sido menor de lo esperado (-5,4 % frente al -8,7% pronosticado por la troika) y que la economía se ha probado resistente. Otros sectores, como el turismo, han mantenido la isla a flote: el número de visitantes en 2013 se redujo apenas el 2,4% pero, gracias a los turistas rusos -de bolsillo generoso- los ingresos del sector se incrementaron el 8%.

Chipre se ha revelado como un alumno aventajado de la troika, aplicando sus recortes sin rechistar, aunque el Gobierno del conservador Nikos Anastasiadis ha acompañado la austeridad con un importante plan de estímulo del empleo. En apenas unos meses se ha completado la reestructuración del sistema bancario: se liquidó el Banco Popular y el banco más grande, el Banco de Chipre, fue recapitalizado mediante dinero del rescate y una quita del 47,5% de los depósitos superiores a 100.000 euros.

Pero un año después, la situación dista mucho de haber recuperado la normalidad. Las restricciones bancarias continúan y los chipriotas sólo pueden retirar 300 euros en efectivo al día. Las empresas pueden transferir un máximo de 100.000 euros al mes de una cuenta a otra dentro del país, mientras que los envíos al exterior también están limitados. El Gobierno ha prometido que a finales de 2014 se levantarán completamente los controles de capital, aunque todo depende de cómo evolucionen los bancos.

«La gente ha perdido toda su confianza del sistema bancario. Hay gente que guarda su dinero en casa y en muchas tiendas se acepta sólo dinero efectivo», relata a este diario Alexander Apostolidis, profesor de Economía en la Universidad Europea de Chipre.

«El problema es que se ha castigado a los individuos y las empresas prudentes. Aquellos que ahorraban. Las empresas que tenían capital para funcionar día a día han perdido casi la mitad si lo tenían en el Banco de Chipre y todo si estaba en el Popular», lamenta el expresidente de la Cámara de Comercio, Manthos Mavrommatis.

A causa de la quita y las restricciones bancarias, varios miles de empresas -en su mayoría pymes- han tenido que echar la persiana. También se ha dado el hecho de que, sin poder obtener créditos por otros medios, muchos empresarios han hipotecado sus hogares para obtener algo de liquidez. El problema al que se enfrenta ahora el sector bancario -que durante 2013 perdió un tercio de sus depósitos- es el elevado número de préstamos en mora durante más de tres meses, que según diversos análisis alcanza el 50% de la cartera de créditos de algunos bancos. Por ello, la troika está presionando al Gobierno para que facilite las ejecuciones hipotecarias.

Otras empresas han optado por reducir el gasto y despedir a sus empleados. «El paro está creciendo rápidamente. Antes de la crisis estaba en torno al 5% y ahora ya se acerca al 20%», relata el periodista Lefteris Adilinis y avisa de que este año aún será más duro porque continuará la recesión (en torno al 5%): «Hasta ahora la gente tiraba con sus ahorros y la ayuda familiar. Pero en Chipre el subsidio de desempleo es sólo de seis meses».

A pesar de este panorama, los chipriotas no son demasiado pesimistas. Apenas se ha registrado oposición popular a las duras medidas de ajuste y los recientes descubrimientos de gas en aguas chipriotas ofrecen cierta esperanza en el cambio de modelo económico. «Está claro que los chipriotas se sienten deprimidos -sostiene Adilinis-, pero en lugar de sentarse y lamentarse, se ponen a trabajar. Lo hicimos tras la invasión turca de 1974 y ahora haremos lo mismo».