Sentando las bases para una nueva burbuja

SALVADOR Sabrià

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A algunos les parecerá una exageración. A otros, ir demasiado lejos cuando se está aún en el fondo de la crisis. Pero cada vez más la situación actual empieza a parecerse a las que se dan cuando se sientan las bases para una nueva burbuja inmobiliaria. A saber: la construcción de nuevos pisos está en su momento más bajo desde 1960; el estoc de pisos de segunda mano se ha ido reduciendo y el grueso de los centenares de miles aún en venta están en condiciones o lugares que hacen casi imposible comercialización; y ya empiezan a recuperarse proyectos faraónicos en algunas ciudades, como Madrid.

A finales de los años 90, la crisis había hecho imposible que muchos jóvenes pudiesen acceder a una vivienda, por falta de empleo pero también por falta de oferta. Cuando esta «demanda embalsada», como la calificaba el sector entonces, accedió a un puesto de trabajo y a unas muy buenas condiciones de financiación empezó a apretar a la oferta.

Pero esta no tiene una reacción tan rápida. Construir un bloque de pisos necesita varios años, y más si no hay suelo preparado para ello. Y cuando la oferta logra adaptarse a la demanda, los precios se han disparado, con el añadido de que los especuladores se han sumado a la rueda y la han hecho girar aún más deprisa. Todo el mundo se apunta entonces a construir, sea donde sea, porque parece que un piso es la inversión más segura, que nunca pierde valor, independientemente de que es imposible que exista tal número de compradores. Solo hay que recordar que en pleno boom se construían al año en España tantos pisos como en el Reino Unido, Italia y Alemania juntos, unos 800.000. Una comparación que el autor de las estadísticas de los colegios de arquitectos lanzó como advertencia y que el Gobierno lo convirtió en un ejemplo del famoso «España va bien».

Ahora hemos pasado al otro extremo y la producción es tan limitada en algunas ciudades que es muy posible que pronto empiece a escasear y a dispararse el precio.

Los estocs de las grandes inmobiliarias del país en estos momentos (la banca y el banco malo), se están reduciendo, sobre todo en la parte de los mejores activos, y se empieza a recuperar lentamente la actividad. Las oficinas inmobiliarias que copaban las esquinas hace unos años empiezan a reaparecer en muchas localidades y ahora solo falta que las condiciones crediticias se relajen

Para los que consideren excesivas estas apreciaciones, vale la pena que miren la otra cara de la moneda de la frase del presidente del Banco Popular, Ángel Ron, en la presentación de resultados de la entidad: «No se va a producir un nuevo boom inmobiliario». Es la constatación de que el temor por este hecho ya existe.