APRESTO DOMINICAL

El ascensor es solo de bajada

Comedor social en el Eixample de Barcelona, en febrero del 2013.

Comedor social en el Eixample de Barcelona, en febrero del 2013.

JOSEP-MARIA URETA

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El presidente Mariano Rajoy sigue proclamando que lo peor ya ha pasado y que la recuperación está en marcha. Por si vuelve la tópica alusión de la luz al final del túnel, convendrá recordar cómo la describió Albert O. Hirschman en 1973. Tras una marcha lenta en el interior del túnel, solo uno de los carriles recupera la circulación. El resto aguarda convencido de que les llegará su turno de ver también la luz, aunque deban esperar más. En teoría económica se advierte de que este efecto túnel actúa como amortiguador social solo durante un tiempo. ¿Cuánto? Este es el nuevo riesgo.

Que la esperanza de ascenso social se está quebrando lo vienen advirtiendo las organizaciones más cercanas a la realidad diaria. Medirlo con nuevos indicadores es la última aportación de la Fundació Campalans, vinculada a los socialistas catalanes, en su última publicación (www.fcampalans.cat).

Dos constataciones a partir de la lectura de estos textos: la desigualdad ha aumentado, pero no solo entre ricos y pobres sino entre estos y la clase media. Concretando: en Catalunya más que en España.

Una medición de amplia aceptación académica es la ideada por Corrado Gini (índice Gini) a mediados del siglo pasado. En un rango en que 0 es la máxima equidad y 1 la total desigualdad, Catalunya ha pasado del 0,28 al 0,33 entre el 2006 y el 2011. España, mismo periodo, del 0,31 al 0,34. La brecha aumenta, pero mucho más en Catalunya.

De vuelta a los carriles, si se considera que el 70% de los catalanes representa la renta media del país, por el 10% la más baja y el 20% la más alta, en cinco años esa proporción ha quedado en 16%-62%-22%. En lectura rápida, parte de la clase media se incorpora al grupo inferior de menores rentas, mientras que las altas son estables y con tendencia al aumento. Es lo que algunos analistas describen gráficamente como el ascensor descendente.

El libro aporta también varios estudios a partir de datos extraídos de publicaciones del Idescat y del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO). Sobre nueve aproximaciones a indicadores de desigualdad, y para no cargar más de números, se constata que la principal preocupación no es el paro (ya se saldrá del túnel) sino el progresivo deterioro de la agenda social. La gran mayoría de catalanes no acepta que sea sustituida por el asistencialismo. El deterioro (¿deliberado?) del Estado del bienestar anticipa el conflicto: los que menos tienen no son los que más reciben. Con otro efecto: el aumento de impuestos y tasas a quienes a la vez les disminuyen sus ingresos, genera el choque en la base, el conflicto fratricida entre pobres estructurales y empobrecidos por la crisis.

En sanidad, crece la lista de espera en la pública en la medida en que aumenta el gasto sanitario privado por habitante, proporción que disminuyó entre el 2004 y el 2010. El porcentaje de sanidad privada por habitante en Catalunya es del 33% frente al 26% de España.

En la presentación del documento de la Campalans complementó el análisis el economista Emili Ferrer (www.economistas frentealacrisis.com), que abordó los mismos temas con otra fuente, la última encuesta de población activa (EPA), el mayor almacén de datos sobre la realidad sociolaboral española. Tres elaboraciones reveladoras: la caída de la población catalana desde el 2010 es el doble que en el resto de España (-1,22% frente a -0,66%); los mayores de 45 años sin trabajo superan a los mayores de 25 años; y en el 2014 casi dos millones de parados que, acabada la prestación, pasaron al subsidio, pueden quedarse sin nada.

En conclusión, Ferrer ilustra: «Han salido de la crisis quienes no entraron nunca en ella».

El atasco dentro del túnel se agravará si muchos ponen el motor en marcha.