El sueño de Ibaka

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barcelona 2015 06 14 dominical serge ibaka juga150724200137 / EL PERIÓDICO

ROGER PASCUAL

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Vive en Estados Unidos, ha jugado con la selección española y tiene el corazón en el Congo. Serge Ibaka no olvida sus orígenes. Una infancia y adolescencia duras, marcadas por la guerra, por la muerte de su madre, el encarcelamiento de su padre y la vida en la calle. El baloncesto, que lleva en la sangre, fue su tabla de salvación: le permitió saltar a Europa, trampolín hacia la NBA, pero su meteórica trayectoria no le ha hecho perder de vista sus raíces. Al contrario, el pívot de Oklahoma Thunder aprovecha su notoriedad para intentar ayudar al continente más abandonado: el 1 de agosto jugará el NBA Africa Game en el Ellis Park de Johannesburgo, estadio convertido en símbolo del fin del apartheid en Sudáfrica. "Es una iniciativa preciosa. Va a ser algo muy grande, muy bonito, y tengo muchas ganas e ilusión de estar allí".

"Soy el dueño de mi destino. Soy el capitán de mi alma". Ese es el fragmento del poema 'Invictus' de William Ernest Henley que Nelson Mandela recitó durante sus 27 años en prisión. Y es también el espíritu con el que se levantaba cada mañana Serge mientras su padre seguía en la cárcel. Una fe que le acompaña en 'Son of the Congo. El hechizo de Serge Ibaka'documental que Canal+ estrenó en España el pasado 27 de junio y que se adentra en el lado más humano del pívot. "El documental nació con la idea de intentar ayudar a mucha gente a ver el mundo de forma diferente. A veces nos quejamos de cosas, y hay gente a la que ya le gustaría tener los problemas que tenemos.

También quería demostrar que, si quieres algo, todo es posible, aunque no sea fácil. Todos a veces tenemos un sueño, deseamos algo, pero a la hora de la verdad pensamos que no podemos o que es muy difícil y nos resignamos a quedarnos sin eso. Pero si se puede soñar se puede conseguir, aunque tienes que creer. Tienes que luchar, tener paciencia y sufrir mucho. Esa es una de las claves del documental".

Ibaka habla así mientras decenas de fans se agolpan a las puertas de la tienda Foot Locker de Barcelona. Esas palabras pueden sonar huecas en la boca de otros. Pero no en las de este joven que a sus 25 años ha vivido muchas vidas. Parece que haya pasado un siglo desde que en el 2007 la portada de EL PERIÓDICO era para el musculado torso de un joven prodigio congoleño, recién llegado a Europa. Huía de los estragos de la guerra y entrenaba en L’Hospitalet, mientras esperaba que se resolviera un conflicto sobre sus derechos federativos y soñaba con jugar en la NBA. Más coqueto, el pívot de Oklahoma ahora prefiere no posar sin camiseta, pero su afilada mirada delata que recuerda perfectamente todos los pasos que ha tenido que dar para cumplir su sueño.

El poder de la esperanza

Nacido en 1989 en Brazzaville, Serge empezó a jugar a básquet con 7 años, siguiendo la tradición familiar. Su padre, Desire Ibaka, era internacional con la República del Congo y su madre, Amadou Djonga, con la República Democrática del Congo. En 1997, meses después de que Serge diera sus primeros pasos en las pistas, su madre murió. Su padre tuvo que hacerse cargo él solo de sus 18 hijos en un Congo que se adentraba en una cruenta y larga guerra, la más sangrienta de la historia moderna de África. La segunda guerra del Congo, conocida como la guerra mundial africana, se alargó durante cinco años (1998-2003) y segó la vida de cuatro millones de personas. Desire decidió renunciar a su trabajo y marcharse con su extensa familia hasta la pequeña población de Ouesso, en el norte del Congo. Allí, en un entorno alejado de las zonas más conflictivas, pero con muchísimas restricciones de todo tipo, el baloncesto se convirtió en el refugio para el pequeño Serge. En el 2002, cuando parecía que el conflicto empezaba a acercarse a su fin, decidieron volver a Brazzaville. Pero nada más regresar a casa, su padre fue detenido y encarcelado por sospechas políticas. Pasó dos años en prisión. Serge se fue a vivir con su abuela y luego con sus tíos, que le echaron a la calle. Con 12 años se vio solo y sin nada más que una inquebrantable voluntad. "Me despertaba pensando: 'Voy a luchar, no me voy a quedar así, voy a seguir luchando para cumplir mi sueño'. Es lo más difícil. Cuando parece que no hay opciones, yo no me quedo llorando. Creo que es ese mi punto fuerte. Yo no lloro, sino que busco todas las posibilidades para seguir adelante. Pedí, hice pequeños trabajos, vendí agua. Lo que fuera para tener algo. Yo he hecho casi de todo. En este mundo lo que marca la diferencia es tu fortaleza mental".

Dejó los estudios, pero nunca dejó de entrenar y jugar. Practicando descalzo en pistas destrozadas, con el martilleo de las bombas de fondo, seguía teniendo la NBA entre ceja y ceja. Su tenacidad y talento no pasaron desapercibidos y, con tan solo 16 años, su equipo, el Avenir du Raid, le cedió al Interclub de Brazzaville para que pudiera disputar la FIBA Africa Clubs Champions Cup del 2005. Pese a estar en edad júnior, acabó siendo el máximo reboteador y el mejor pívot del campeonato, lo que le abrió las puertas de Europa. Pero una vez más el destino no se lo iba a poner fácil. Un conflicto burocrático entre el Prisse-Macon francés y el CB L’Hospitalet le tuvo dos años sin poder jugar, poniendo otra vez a prueba su voluntad. Después de que la FIBA le diera la razón al equipo catalán, su progresión fue espectacular: en solo tres años y tras jugar una temporada en la ACB con el Manresa, cruzó el Atlántico en el 2009 rumbo a Oklahoma, para jugar con la NBA.

Tras ganar el oro europeo con España en el 2011 y la plata en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, y ser el máximo taponador de la NBA en el 2012 y el 2013, sus sueños han cambiado. "Mi miedo antes, igual que ahora, era morir sin cumplir mis sueños. Siempre le pido a Dios que antes de que llegue mi día pueda haber cumplido todos mis sueños. Hoy, mi sueño es construir un hospital, una escuela para la integración, mi fundación, tener mi familia, casarme… Porque eso me hará sentirme orgulloso".

Después de haber pasado tantas dificultades cuando era niño, su fundación ayuda a los pequeños más desfavorecidos. Esta es solo una de las tareas humanitarias en las que está implicado. Cada verano organiza los Ibaka Games en su Brazzaville natal. "Intento invitar a jugadores de la NBA y de Europa y a gente del mundo del básquet para que pasen un tiempo allí y puedan dar una oportunidad a jóvenes jugadores del Congo".

La gran sorpresa

Hace dos años, en una de sus visitas, descubrió que tenía una hija de 7 años. Antes de marcharse del Congo había estado saliendo con una chica, que se quedó embarazada. El padre de Serge fue a hablar con la familia de ella cuando se enteró para decirles: "Mi hijo acaba de dejar a su familia, su país, es demasiado joven, está solo en Europa. Por favor, no le añadáis presión. Yo me haré cargo de todo". "Cuando me enteré fue un shock y me enfadé con él, pero entendí que estaba intentando protegerme", explica Ibaka, al que se le ilumina el rostro cuando habla de su niña. "Ranie me ha cambiado la vida", dice. Uno de los momentos más impactantes en el documental es cuando le explica a su hija cómo experimentó la dureza de la calle. "Cuando era niño yo dormía en las calles –le revela–. Vivía con mi abuela, y cuando ella se fue a Pointe-Noire me quedé con mis tíos. Después de eso, ellos me echaron de su casa, así que tuve que dormir en coches abandonados y en aparcamientos públicos. Tenía que limpiar y pintar allí. Tuve que hacer todo eso. Pero ahora, por la gracia de Dios, estoy aquí. Es por eso que es importante perdonar y saber cómo perdonar a la gente. Cuando vayas por la calle y veas a gente pidiendo dinero es muy importante no hacer burla de ellos o ridiculizarles, porque tu padre solía hacer esas cosas".

Perdón y compasión son dos palabras que mueven a este gigante de enorme corazón. Pese a que le cerraron la puerta de su casa, él ayuda económicamente a sus tíos, igual que hace con mucha gente que se arremolina a su alrededor cada vez que vuelve a su ciudad. “La capacidad de perdón es clave, pero no podemos forzar a la gente a que perdone a otra gente. Cada uno es como es. Yo soy así. Siempre intento ayudar. Si estoy en una posición mucho mejor que esa gente, ¿por qué no ayudar? Cualquier ayuda es buena, no tiene que ser una gran cantidad. Para mí eso es lo que importa”.

Una dura situación

Azuzada por la crisis económica, Europa a veces parece haber olvidado la deuda moral que tiene con al África que saqueó sin contemplaciones. "Es lógico que la gente se acostumbre a una forma de vida. Y, cuando llega la crisis, se queja. Y eso es normal. Pero no se puede comparar. La gente que ha estado fuera, que ha viajado mucho, quizá entienda mejor el drama de África. Un español que haya estado en África lo entenderá mejor".

Ibaka se sigue estremeciendo cuando ve como el Mediterráneo se llena de cadáveres de subsaharianos que intentan llegar a las costas europeas huyendo del hambre y las guerras.

¿Sin el básquet, podría haber llegado a este extremo? "A mí me cuesta entender el punto de desesperación que puede llevar a una persona a arriesgar la vida. Hay muchos que piensan que es mejor al menos intentarlo y venir aquí, porque van a ganar más y más deprisa. Me da muchísima pena. No voy a decir que sea malo o bueno. En mi caso, yo no creo que lo hubiera hecho, porque tienes solo una vida y hubiera intentado luchar de otra manera".

Mientras los países europeos siguen negociando cuotas de inmigrantes, él confía en que se intente aliviar este drama. "Para cualquier cosa hay una solución. Yo creo que el Gobierno puede intentar buscar una para este tema, una manera de que todos queden contentos. Los españoles, y también la gente que arriesga su vida. Y que la cosa salga bien. Creo que siempre hay soluciones".

Ibaka, que luce siempre el dorsal 9 en honor a su padre, lo llevará con especial orgullo el próximo sábado, cuando salga a disputar el NBA Africa Game (el primer encuentro que la NBA organiza en África): ese día estará jugando por todo un continente. Un partido amistoso en el que hay muchísimo en juego.