Rosamund Pike: "Un actor cómodo y seguro ante la cámara es un actor muerto"

La actriz inglesa estrena ''Nuestro último verano en Escocia"

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NANDO SALVÀ

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Hasta hace solo unos meses, quien más quien menos no ubicaba a Rosamund Pike (Londres, 1979). Y ¿por qué iba a ser de otro modo? La carrera que se había construido trabajando al lado de Johnny Depp en 'The Libertine' (2004), de Ryan Gosling y Anthony Hopkins en 'Fracture' (2007) y de Tom Cruise en 'Jack Reacher' (2012) era perfectamente decente pero difícilmente memorable y, por tanto, no necesariamente dirigida al tipo de estrellato que alimenta a las familias de tantos fotógrafos. Hasta hace solo unos meses. Ocho, para ser exactos.

Hay momentos en la vida de todo actor, o al menos en la de aquellos suficientemente afortunados, que funcionan a la manera de una oferta pública de venta, o del escaparate central de unos grandes almacenes. Y para Pike ese momento llegó en octubre pasado. Fue entonces cuando se estrenó mundialmente 'Perdida' (2014), corrosiva sátira sobre el matrimonio y el periodismo basura dirigida por David Fincher, que le proporcionó una nominación al Oscar y un avatar en las fantasías colectivas. “Puede que haya estado en el negocio casi 15 años, pero siento que solo en estos momentos empiezo a entender cómo funciona”, confiesa la actriz británica ahora, en parte aliviada después de que la estatuilla finalmente se la dieran a otra. “Siempre me he considerado ante todo una trabajadora de la interpretación, de modo que todo esto me ha pillado por sorpresa”.

Pike adopta la postura de quien se encuentra en esta situación por primera vez, aunque en realidad no sea así. Y en cuanto se le menciona a Miranda Frost, la malvada chica Bond a la que interpretó frente a Pierce Brosnan en la aventura de 007 'Muere otro día' (2002), su reacción es el equivalente verbal a un bofetón: “¡Oh, vamos!, ¿de verdad me va a preguntar usted por eso a estas alturas?”, replica, y el motivo de esa reticencia a hablar del personaje es el mismo que justifica que se le pregunte por él. Porque si al final de esa película Pike moría con un cuchillo clavado en el corazón, fuera de la pantalla su carrera sufrió un golpe quizá aún más doloroso.

Imagen de estirada y frígida

Hasta hace muy poco, las chicas Bond eran como los saltos de esquí en Año Nuevo: mucha gente los ve pero nadie les presta atención. Sin embargo, para Pike el problema fue otro. “Ese personaje me granjeó una imagen de mujer estirada y frígida”, afirma una vez ha bajado la guardia, y lamenta que esos adjetivos le hayan acompañado a lo largo de su carrera como un chicle pegado en el zapato. “En realidad tengo mucho genio y la sangre muy caliente, y supongo que es el miedo que tengo a mis propias reacciones lo que me hace parecer contenida”.

Hay más motivos. Por un lado, esa belleza clásica que evoca a Grace Kelly o Tippi Hedren, y en concreto ese rostro tan aporcelanado, tan propio de un anuncio de jabón, que casi resulta inevitable percibirlo como una máscara. Por otro, esa forma de hablar británicamente correcta y precisa que parece funcionar no solo como escudo sino también, por momentos, como una muestra despiadada de franqueza: ahora mismo preferiría estar haciendo cualquier otra cosa, no necesariamente agradable –empaquetar al vacío la ropa de invierno, visitar al podólogo—, que contestar estas preguntas.

“Tenía solo 21 años –prosigue–. De repente sentí la presión de parecer más sofisticada de lo que era, como si en la vida real también tuviera que ser una chica Bond. De repente todos los personajes que me ofrecían eran mujeres gélidas”. Tuvieron que pasar 25 películas antes de que, gracias a 'Perdida', tuviera acceso al tipo de papel que muchas actrices pasan la vida ansiando interpretar: Amy Dunne, esposa aparentemente perfecta pero de psique genuinamente retorcida, cuya repentina desaparición convierte a su marido en principal sospechoso de la policía.

El reto de trabajar con niños

“Menos mal que hice esta otra película justo antes –asegura Pike–. Fue una suerte poder situarme en una posición física y emocional tan relajada antes de enfrentarme a un papel tan complejo”, asegura Pike. Se refiere a 'Nuestro último verano en Escocia', la amable comedia que estrena en nuestro país y que acompaña a un matrimonio en crisis que trata de mantener la ilusión de una familia feliz cuando viaja al campo con sus tres hijos para visitar al padre de él, enfermo terminal.

“Me fascinó cómo las situaciones cómicas van dando paso poco a poco a reflexiones profundas sobre la edad y los lazos sanguíneos, y la sutileza con la que lo hacen”, recuerda la actriz sobre el debut en pantalla grande de los directores televisivos Andy Hamilton y Guy Jenkin, que asimismo la enfrentó al que muchos actores consideran uno de los mayores retos interpretativos que existen: trabajar con niños. “Cuando compartes escenas con ellos tienes que deshacerte de tu ego y tu vanidad y ser capaz de adaptarte, porque sus reacciones son siempre impredecibles”. En todo caso, la vulnerabilidad que esa interacción genera es, ante todo, estimulante. “Al fin y al cabo, un actor que se siente del todo cómodo y seguro ante la cámara es un actor muerto”.

Una desconocida

Fue precisamente durante el rodaje, en el campo, de 'Nuestro último verano en Escocia' cuando se le informó de que David Fincher quería conversar con ella sobre 'Perdida' a través de Skype. “Para poder tener una conexión decente a internet tuve que apuntarme a un gimnasio de la zona, así que nuestras charlas transcurrieron entre flexiones y estiramientos bañados en sudor”. A lo largo de ellas, Pike nunca confió realmente en que el director fuera a darle el trabajo a ella, sobre todo porque por entonces la prensa ya daba por hecho que el papel sería o bien para Charlize Theron o bien para Natalie Portman. Cuando fue su nombre el que finalmente se hizo público, en general la prensa lo reprodujo acompañado de la palabra “desconocida”. Habría sido comprensible que se sintiera molesta por ello, pero no lo hizo. “Si no te conocen no te pueden catalogar, y eso te proporciona una gran libertad. Sentí que podría sorprender a la gente, sacudirme todas las etiquetas que han tratado de ponerme todos estos años y demostrar que podía interpretar un personaje oscuro”.

Para lograrlo se implicó tanto emocionalmente que justo al acabar el rodaje de 'Perdida', decidió tener a su segundo hijo. “Tras pasar por una experiencia como aquella sentí que necesitaba crear una vida humana –recuerda–. Y me sentía descentrada, no sabía qué camino tomar profesionalmente, de modo que abrir un paréntesis era la mejor decisión”. En otras palabras, mientras su teléfono empezó a sonar más que nunca, su máxima prioridad era cambiar pañales. “Si me hubiera perdido los primeros meses de vida de mi hijo para ir de evento en evento mientras otra persona cuidaba de él, no me lo habría perdonado”. Por eso, reconoce, aún no ha asumido del todo su nuevo estatus. “Nunca antes había estado sometida a este nivel de escrutinio, y no es fácil lidiar con ello”.

Desconfianza hacia cierto tipo de periodismo

Es lógico que no lo sea, especialmente porque con los años Pike ha desarrollado un gran instinto de protección de su vida privada y bastante desconfianza respecto a cierto tipo de periodismo, en buena medida a causa del poco decoro con el que los tabloides trataron algunos de sus reveses sentimentales: durante algunos años fue pareja del actor Simon Woods, que tras romper con ella salió del armario y se casó con otro hombre. Y, posteriormente, el director Joe Wright –trabajaron juntos en 'Orgullo y prejuicio' (2005)— terminó abruptamente su relación con ella después de cuatro años, poco después de que hubieran fijado fecha para la boda. A la prensa tampoco le ha pasado por alto que su pareja desde hace seis años, Robin Uniacke, tiene 18 años más que ella, varios divorcios a sus espaldas y un pasado de adicción a la heroína.

Sea como sea actualmente su vida sentimental es mucho más saludable que la de sus personajes, tanto en Nuestro último verano en Escocia como en Perdida, probablemente por lo que ella misma define como una cuestión de expectativas. “La sociedad ha convertido a las personas en narcisistas empedernidas. Esperamos que nuestros compañeros sentimentales encajen en todas y cada una de nuestras facetas y satisfagan todas y cada una de nuestras necesidades. Y no creo que eso sea posible”.

Las responsabilidades como cónyuge y como madre fácilmente podrían ser vistas como un obstáculo para una carrera en claro ascenso y que, por tanto, agradecería un compromiso total, pero ella no las ve así. “Es importante no trabajar demasiado. Si quieres tener una vida longeva en este negocio debes asegurarte de que el público no se aburra de ti, pese a que en mi caso yo no dejaría de hacer películas. Podría trabajar sin parar y sería feliz, porque me vuelve loca hacerlo”. Se trata de un amor probablemente heredado genéticamente de sus padres, ambos cantantes de ópera e instrumentistas. “Cuando creces entre intérpretes eres capaz de percibir la energía que proporciona actuar”. En ese sentido, recuerda cuando, siendo ella una niña, su madre la iba a buscar al colegio después de los ensayos, y esa energía estaba presente dentro del coche. “¿Yo la podía oler, casi la podía tocar. Es esa fuerza seductora y poderosa lo que busco como actriz, y con el tiempo me he vuelto adicta”.