Historias que invitan a crecer

Gemma Lienas

Gemma Lienas / periodico

IMMA MUÑOZ / Barcelona

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La crisis se ha instalado en las librerías. Y no hablamos del alarmante descenso de ventas que tiene en jaque a editores, libreros y autores, aunque es algo que debería preocuparnos seriamente a todos, sino de la proliferación de libros que se meten en harina y abordan sin tapujos la difícil situación económica que estamos viviendo y las consecuencias que tiene en muchas familias. Títulos como 'Papá ha perdido el trabajo' o '¡El dinero no crece en los árboles!' no dejan lugar a dudas de la voluntad de hacer partícipes hasta a los más pequeños de la casa de lo que se cuece en los hogares españoles. Hablar del tema de un modo que ellos puedan comprender y sin perder el optimismo contribuye, según Reina Duarte, la editora de Edebé responsable de la colección 'Lecciones de vida', en la que se incluyen los dos títulos citados, a desdramatizar la situación y a hacerla más llevadera para todos.

Aunque no siempre se ha visto así. Hasta mediados del siglo pasado, la literatura concebida para niños y jóvenes (entendiendo como tales a quienes se incluyen en una franja que llega hasta los 17 años) se debatía entre el adoctrinamiento y la ocultación de la realidad, con tramas en las que no había más conflicto que el propio de las aventuras que en ellas se desarrollaban. Aventuras que podían tener lugar en un país exótico o en el jardín de casa, pero con un trasfondo social prácticamente nulo. Nada que pudiera poner en cuestión el status quo.

Pero, como explica el premio nacional de literatura infantil y juvenil Eliacer Cansino en un artículo publicado en la revista 'Peonza', especializada en la materia, las cosas empezaron a cambiar a raíz de la publicación, en 1945, de 'El guardián entre el centeno', el clásico crossover de J. D. Salinger. “Hay en ella ya una crítica expresa a la sociedad en la que vive el protagonista y a la hipocresía sobre la que, según él, se levanta el mundo de los adultos”, escribe Cansino. Los jóvenes pasan a considerarse un grupo social definido, con sus propias inquietudes y expectativas, y la literatura juvenil empieza a dirigirse de otra forma a ellos.

“El joven es considerado –explica el autor– una persona que tiene derecho a la verdad, a un encuentro crítico y racional con la realidad social”. Se acabó el pasar de niño a adulto sin transición, como el que es arrojado del algodón a las brasas: el individuo va a vivir unos años de aprendizaje en los que la literatura puede jugar un papel importante. En los años 70 y 80, los autores optan por reflejar principalmente el conflicto familiar, el que estalla en el seno de los hogares: el cuestionamiento de la autoridad de los padres, el nuevo rol de la mujer, la oposición frontal de las nuevas generaciones a las normas de sus mayores. En los años 90, el conflicto saldrá a la calle para que entren en las novelas juveniles las drogas, las pandillas, la violencia sexual...

Desde entonces, los temas que han preocupado a la sociedad en cada momento han sido tratados sin problemas en las novelas juveniles, y si en la primera década del 2000 proliferaron los argumentos en los que se abordaban los trastornos alimentarios y la llegada masiva de la inmigración, en lo que llevamos de esta segunda década el paro es una de las situaciones con las que tienen que lidiar los personajes. 

Y todo ello en buena armonía con otros géneros: esta literatura realista que convierte el libro en un espejo en el que los jóvenes pueden verse reflejados o en una ventana que les muestra lo que encontrarán en el mundo, convive con otra que los transporta a años luz de su realidad. Hay sitio para todas. Lo importante es que lo que lean contribuya a amueblarles la cabeza (y aquí es crucial la supervisión paterna) y les genere un hábito que, tengan 1 o 100 años, les ayudará a crecer.

Anna Cammany: "Los chavales son conscientes de la crisis y ayudan como pueden"

Anna Cammany acaba de debutar en la literatura juvenil. Tiene una gran experiencia como guionista de televisión ('Vendelplà', 'Infidels', 'El cor de la ciutat', todas en TV-3) y ha escrito obras de teatro, pero es la primera vez que ve su nombre en la portada de un libro. Y está muy contenta de que sea en una novela juvenil. “Yo tengo muy presente, muy presente, cómo disfruté con mis primeras lecturas. Han sido importantísimas en mi vida”, dice.

Tal vez por eso pone los cinco sentidos cuando tiene que elegir un libro para alguno de los muchos niños que hay en su familia, y también los ha puesto a la hora de escribir ese 'Diario de una friki' (Montena) en el que presenta a Lía, una adolescente que afronta con recelo el salto de la escuela primaria al instituto para empezar la ESO mientras en su casa se suceden los cambios porque su madre, arquitecta, se ha quedado sin trabajo. La crisis hace mella en los hábitos de la familia. “La verdad es que no me planteé conscientemente abordar el tema: salió, porque está en el día a día de todos, y en el de los adolescentes también. Podía haber escrito solo un libro sobre el instituto, pero a la edad de Lía, 12 años, la familia está muy presente, y quería retratar los dos universos. Me apetecía mucho explorar las relaciones familiares”, explica Cammany.

Pero una vez el problema del paro se deslizó en su historia, la autora empezó a hablar con adolescentes para ver cómo lo vivían. “A veces es difícil hacerlo, porque les cuesta poner palabras a lo que sienten, pero te dicen que son conscientes de lo que pasa y que ayudan como pueden: pidiendo menos. También he hablado con muchos profesores, y cuentan que los chavales tienen muy claro que quieren estudiar alemán, que se tendrán que ir a trabajar al extranjero...”. La familia de Lía no vive una situación extrema, porque su padre conserva su trabajo de enfermero, pero sí que tiene que asumir cambios sustanciales. Como que la abuela se les instale en casa. 

“El libro plantea también la suerte de tener una red familiar. Su abuela se va a vivir con ellos porque así podrá alquilar su piso y ayudarles económicamente. Quería mostrar también aspectos positivos de la crisis, como el modo en el que la familia y los amigos se ayudan. Me parece que esa es una buena manera de que los adolescentes se enfrenten a un tema tan duro”, reflexiona Cammany.

Como ya deja ver el título, las situaciones están pasadas por el tamiz del humor, con una ironía y un desenfado a los que contribuyen las ilustraciones de Àlex López. “Es mi manera de escribir y de enfrentarme a las cosas, así que tenía que ser necesariamente así”. Como también tenía que ser, necesariamente, un libro que chicos y chicas puedan leer con el mismo entusiasmo. “Hubo un tiempo en el que en las librerías se diferenciaba entre ‘literatura de niños’ y ‘literatura de niñas’. Formalmente ya no es así, pero se siguen editando unas cosas para ellos y otras para ellas, en las que las protagonistas están básicamente preocupadas por lo que visten, por competir con otras chicas y por llevarse al chico. Son estrategias comerciales, pero me parecen peligrosísimas: ayudan a perpetuar unos estereotipos muy dañinos. Muchos padres y madres no le dan ninguna importancia, pero para mí la tiene: son niños y están construyendo su visión del mundo”.

Gemma Lienas: "En mis libros siempre han aparecido los problemas sociales"

Está acabando una novela 'crossover' (“ahora eso está muy de moda, pero yo lo he hecho siempre, escribir libros muy transversales, muy para todos los públicos, como digo yo”) que saldrá en Sant Jordi y que se sumará a esa ingente producción que la ha convertido en una de las grandes autoras de la literatura infantil y juvenil. Y cuyo tema central no es la crisis. “No, no va de la crisis, pero claro que está presente: el padre se queja de que tiene menos trabajo, los dos adolescentes van a una manifestación contra los recortes en educación... Es lógico: si escribes novela realista la sitúas en tu contexto, que es el que es”, explica Gemma Lienas, la madre de personajes que son ya clásicos como la batalladora Carlota.

“La situación actual no me ha llevado a cambiar la forma de encarar estos temas –continúa Lienas–. En mis libros siempre han aparecido los problemas sociales, porque me interesa lo que pasa en mi entorno. Tras publicar 'Billete de ida y vuelta' (1999), que gira en torno a la anorexia, hubo un boom de títulos sobre esta enfermedad, pero era un problema que yo ya había detectado antes y me parecía tan impactante que había sentido la necesidad de escribir el libro”.

Lienas tiene seis nietos de diversas edades (“dos de 12, una que hará 11, una de 10, una de 8 y uno de 4, y vienen a casa todos un día a la semana”, sonríe) y ellos son una buena fuente de inspiración para sus relatos. “Los del hada Minty, por ejemplo, los pensé para ellos. Me di cuenta de que algunos problemas que tenían eran por falta de inteligencia emocional y, como este es un tema que me fascina, me propuse escribir cuentos que les permitieran entender lo que sentían. Minty es un personaje que les ayuda a explorar sus emociones”, explica.

Emociones, por otro lado, que son tan antiguas como el hombre. “Lo que pasa es que hay aspectos en los que hemos incidido poco últimamente, que han perdido valor. Por ejemplo, en una sociedad en que lo queremos todo ya, uno de los cuentos recalca que la constancia y el rigor son importantes, o hay otro dedicado a la dispersión de la atención, ahora que les cuesta tanto estar atentos... Trabajan valores que se habían perdido y que ahora, con la crisis, se han recuperado”. Las andanzas del hada Minty, además de en el papel, se pueden ver desde el pasado 12 de septiembre también en televisión: en el 'Club Super 3', de TV-3, ya que Inercia Films los ha convertido en una serie de animación.

El contacto de la escritora con los chavales, sobre todo con los más mayores, no se limita a la cotidiana interacción con sus nietos. Antes de dedicarse plenamente a la literatura, en 1998, Lienas, licenciada en Filosofía y Letras, dio clases en un centro de educación especial; después enseñó lengua y literatura en cursos altos durante seis o siete años. “Y luego está mi recuerdo de lo que supone ser adolescente, que no ha cambiado tanto, y lo que veo en la calle y en las charlas que doy en los colegios, unas 40 al año. Supongo que tengo facilidad para conectar con ellos”, dice.

Los diarios de Carlota (el violeta, dedicado al feminismo; el amarillo, a las drogas; el azul, a la violencia de género; el naranja, a la inmigración y los derechos humanos, y, sobre todo, el rojo, centrado en la sexualidad) han hecho que muchos chavales de hasta 17 años se hayan puesto en contacto con ella para expresarle sus dudas y sus miedos. “Y los padres alucinarían si fueran conscientes de la facilidad con que pueden acceder al porno y del daño que les está haciendo. Pero no nos enteramos, creemos que son virginales”, se indigna. Sus libros, señala, sirven de puente: “Los leen padres e hijos y luego lo comentan juntos. Mucha gente me da las gracias por eso”.