Anthony Doerr, premio Pullitzer de ficción con 'La luz que no puedes ver'

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JUAN MANUEL FREIRE

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Cuando se anunció el Pulitzer de ficción, Anthony Doerr estaba tan tranquilo. O, al menos, tratando de parecerlo; comiendo helado con uno de sus hijos mientras su esposa miraba el anuncio por YouTube en otra habitación. Al rato, apareció en la habitación hecha un manojo de nervios, pero de alegría. Y nueve segundos después, sonaba el móvil de Doerr.

La junta del Pulitzer alabó 'La luz que no puedes ver' (Suma de letras) como “una novela imaginativa e intrincada sobre los horrores de la segunda guerra mundial, escrita en capítulos breves y elegantes que exploran la naturaleza humana y el poder contradictorio de la tecnología”. El premio es merecido, pero Doerr no era el favorito, a pesar de que su libro había sido finalista del National Book Award y fue considerado entre los mejores del año por The New York Times Book Review. En 'The Washington Post', la escritora Amanda Vaill dijo: “No estoy segura de que vaya a leer una novela mejor este año”.

Su mayor pecado, quizás, era su popularidad. El libro fue un éxito sorpresa en Estados Unidos, donde entre mayo y diciembre del año pasado su editorial tuvo que hacer hasta 25 reimpresiones. La novela, sin ser sentimental, ha capturado el corazón del público como pocas en los tiempos recientes. En España, quizás el Pulitzer haga milagros por ella. Si no, ya se encargará el boca oreja de crear la pasión.

En el libro, Doerr cuenta –alternando sabiamente entre los dos puntos de vista– los caminos en convergencia de una joven francesa ciega, que forma parte de la Resistencia, y un joven alemán al servicio del Tercer Reich. Marie-Laure siempre ha vivido en Saint-Malo, ciudad ocupada por las fuerzas alemanas. Cinco calles más allá de ella, Werner está atrapado en las ruinas de un gran hotel. Seguir desgranando el argumento debería estar penado, aunque señalaremos que el desarrollo de la radio juega un gran papel.

Un sufrimiento de 10 años

‘La luz que no puedes ver’ es el resultado de un trabajo (y a veces de un sufrimiento) de 10 años, los transcurridos desde una anécdota que marcó a Doerr. “Iba en un tren hacia Nueva York –cuenta–. Empezamos a meternos bajo tierra, a unos 50 kilómetros por hora, y al hombre que tenía delante hablando por teléfono se le cortó la llamada. Empezó a comportarse como un loco, soltando tacos y golpeando el teléfono contra el asiento. Y recuerdo pensar: ‘¡Ese pequeño dispositivo que está golpeando, señor, es un milagro! ¡Y hemos olvidado que es un milagro!”.

El título del libro hace referencia a la luz invisible que puede conectar a gente entre el Tíbet y Tombuctú. O Sídney y Moscú. X e Y, unidos por un milagro. “Estaba pensando en toda la radiación electromagnética que hay en el aire y que los humanos son incapaces de ver”, dice Doerr.“Aunque después, por supuesto, empecé a jugar con otras nociones de luz e invisibilidad. Y esa misma noche comencé a escribir una pieza de ficción en la que una chica lee una historia a un chico a través de una radio”.

Un amplio trabajo de campo

Para dar forma a los personajes, Doerr estudió diarios y cartas escritos durante la guerra; miró fotografías antiguas; viajó a lugares y habló con gente. “El libro presentaba desafíos particulares por la amplitud de lugares por los que se mueve, de París a Ucrania, pasando por la Alemania rural y el litoral francés. Cada vez que un personaje entraba en una cocina o salía al campo o iba a la escuela, necesitaba averiguar cómo podrían haber sido todos esos lugares en 1938, o en 1942, o en 1944. Escribía tres frases y después me iba corriendo a por un viejo catálogo o las memorias de un prisionero de guerra, y empezaba a cazar detalles”.

Partes de la investigación fueron dolorosas. “La destrucción de seres humanos durante la segunda guerra mundial, sobre todo en el frente oriental, sucedió a una escala que es casi demasiado grande para que un cerebro humano lo comprenda”, dice Doerr. Y tampoco debió de ser fácil meterse en los zapatos de la joven ciega. “Leí memorias de gente sin vista y observé a gente con problemas de visión de mi ciudad. Pero usé también mi imaginación, mucho: quería que el mundo de Marie-Laure fuese rico y colorido y vivo, y pasé mucho tiempo tratando de imaginar su relación simbiótica con su padre”.

La paternidad ha marcado a Doerr en todos los sentidos. El mismo día del 2004 en que fue padre de dos gemelos, supo que había ganado el prestigioso Premio Roma de la Academia Americana de la capital italiana. Eso le permitió pasar un año en Roma, con su familia, contado de forma elegante en las memorias' Four seasons in Rome', todavía inéditas aquí. Subtítulo: Sobre los gemelos, el insomnio y el mayor funeral en la historia del mundo.

'Demasiado Legos en mi vida'

Ser padre ha llevado al escritor a delinear argumentos de ficción y no ficción. También a cambiar su propia forma de escribir. La luz que no puedes ver se compone de episodios más o menos cortos, cada uno con un título. “Cada día solo tienes que decirte a ti mismo que trabajas en algo pequeño y manejable”, explica. Doerr podía trabajar en un capítulo durante dos o tres horas, antes de ir a recoger a los niños al colegio. “Son casi como construcciones modulares; haces un puñado de piezas pequeñas y luego, un día, empiezas a esparcirlas por la alfombra y tratas de juntarlas para crear algo más grande. Creo que hay demasiados Legos en mi vida”.

En realidad, cada uno de estos breves episodios está tan bien escrito que, por momentos, parece casi poesía. Se adivina al escritor muy atento a la musicalidad del lenguaje: “Sí, estoy enamorado del lenguaje. Para mí contar historias es solo una excusa para jugar con el lenguaje, tratar de inyectar estilo, imaginería y movimiento en los párrafos”.

Aunque es fácil imaginar una película de La luz que no puedes ver –y parece que la Fox intentará hacerla–, Doerr se inspira menos en la gramática visual que en la gramática a secas: “Yo llego a la narrativa desde el amor por el lenguaje, y estudiar cómo otros escritores construyen sus frases es, en esencia, mi inspiración para construir las mías propias”.

En la vida de Doerr hay Legos desde hace tiempo. Ellos fueron los protagonistas de algunas de sus primeras historias, tecleadas en la máquina de escribir de su madre. Tras estudiar Historia en la universidad privada de Bowdoin, trabajó en lo que fuese (de cocinero en Colorado y en una granja de ovejas en Nueva Zelanda) para poder escribir.

Adaptación al cine

Las historias de su primer libro ('The Shell Collector', del 2002) llamaron la atención y una de ellas, la que da título a la colección, será adaptada también al cine. Pero, a pesar de tener su público, Doerr no lo ha tenido fácil para ganarse la vida. Aceptaba llevar talleres de escritura de fin de semana, aunque tuviera que conducir diez horas para llegar allí.

Además de su literatura, también ha escrito para revistas, en particular de ciencia, aunque eso para él no es ninguna carga. Literatura y ciencia no son tan lejanas, asegura: “Siempre he estado interesado en ambas por igual. Me gusta usar las historias para situar al lector en el contexto de mayores escalas temporales: culturales, históricas, geológicas. En cierto modo, todo mi trabajo está motivado por el sentido de la maravilla; por descubrir algo sorprendente sobre el mundo. Como la radio, por ejemplo”.

Internet parece haber sustituido a la radio. ¿Se imagina escribiendo una novela semirromántica sobre la red dentro de, digamos, 10 años? “Me encanta internet y cómo nos permite acceder a información e imágenes de forma instantánea”. El lado oscuro para un escritor está claro: “Puede ser una distracción cuando necesitas concentrarte en un proyecto”. Él recomienda, como solución, Freedom, “un pequeño programa muy barato que desconecta las capacidades conectivas de la máquina durante los minutos que el usuario le diga”.

Le gustaría, dice, contarnos en qué proyectos se concentra, “pero los tres son frágiles y es como si al mencionarlos fuera a dar al traste con ellos”.Doerr prefiere apagar la luz. Y acunarlos. “Los cuidaré en la oscuridad un poco más, hasta que vea cuál de ellos sabe ponerse de pie por sí solo”.