Las cosas grandes de un país pequeño

Catalunya, ¿camino de Lituania?

En pocos años hemos pasado de la reivindicación del federalismo asimétrico a la eclosión de un independentismo sin complejos. La Diada de este martes se perfila como un momento histórico. Explicamos en estas páginas los entresijos políticos y económicos de un proceso lleno de incógnitas.

Portada del suplemento EL CUADERNO DEL DOMINGO.

Portada del suplemento EL CUADERNO DEL DOMINGO. / periodico

JOAN TAPIA / Barcelona

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La pregunta de EL PERIÓDICO es directa: ¿cómo y por qué se ha pasado de las grandes concentraciones de 1976-77 pidiendo "Llibertat, Amnistía i Estatut d'Autonomía" y celebrando el retorno del 'president' Tarradellas, a otra manifestación que con el lema "Catalunya, nuevo estado de Europa", despierta tanta expectación?

Cuando se votó la Constitución del 78, solo un diputado catalán, Heribert Barrera, que venía de la ERC de la República (la que hizo a Companys ministro de Marina en el primer Gobierno de Azaña) votó en contra y dijo que la Constitución se blindaba ante cualquier reforma profunda, un candado sobre Catalunya. Ahora este criterio lo comparte toda la nueva ERC (la de la República era un partido 'atrapatodo'), mucha gente de CDC (aunque no de Unió) y los que están hartos de los sucesivos conflictos con Madrid. Incluso quizás algunos diputados electos en listas de un partido federado con el PSOE.

Han pasado casi 40 años y la explicación racional es que un Estado plurinacional --aspiración de casi todas las fuerzas políticas catalanas del 77-- no es fácil de gestionar. El estado-nación clásico es más elemental y cómodo. La prueba es la dificultad actual de avanzar hacia un estado supranacional europeo. Y es evidente que en Catalunya, y más en España, había mucha gente y muchos lobis que no apostaban por el Estado plurinacional. La prueba es que la Constitución no reconoce la nación catalana sino que habla de "nacionalidades y regiones". Es todo lo que pudieron arrancar Miquel Roca y el entonces comunista (luego socialista) Jordi Solé-Tura de UCD, PSOE y media Alianza Popular (la madre del PP).

Amplia autonomía

Pero la actual autonomía catalana, tanto por su contenido como por duración, es con mucho la más amplia que ha tenido Catalunya desde 1714. Algunos dicen que el catalanismo tiene que mirar hacia adentro porque no ha logrado transformar España. Es una verdad a medias. La democracia española no sería igual sin Catalunya. La liquidación del papel político del Ejército la hizo Narcís Serra. Y CiU fue decisiva en la <strong>abolición </strong>del servicio militar obligatorio. Además, si Catalunya no logra influir en Madrid (verdad a medias), cómo lo haría en la gran Europa, donde solo España e Italia (quizá Polonia) pueden corregir algo las directrices fijadas en Berlín y suscritas por París. ¿Es superior el peso real de Lituania en Bruselas al de una Catalunya española? Sí, en el derecho de veto, que aunque residual jurídica y políticamente, podría usar cualquiera contra el ingreso de Catalunya en la UE.

Pero los desencuentros han hecho mucho ruido. Unos son voluntarios, otros son errores. El 'café para todos' es una mezcla. Con las autonomías de dos velocidades (las de los artículos 141 y 153 de la Constitución) se 'convenció' a los poderes fácticos. Tarradellas dijo que no le interesaba la autonomía de Murcia, pero cuando el PSOE reivindicó que Andalucía fuera una autonomía plena (para hundir electoralmente a UCD), Jordi Pujol y Carlos Garaikoetxea se precipitaron a felicitar a Rafael Escudero. Y nadie quiso ser menos que Andalucía, como esta no había querido ser menos que Catalunya. Mucho después, y en uno de sus muy escasos acuerdos, Felipe González y Aznar decidieron traspasar Educación y Sanidad (que hoy Esperanza Aguirre quiere devolver al Estado) a las autonomías. Aunque no quisieran. Y cuando Pujol logró que Aznar eliminara los gobernadores civiles --lo presentó como un éxito-- no fue para Catalunya (lógico en un Estado plurinacional o en el federalismo asimétrico de Pasqual Maragall), sino para toda España.

La LOAPA y el Estatut

Y tras el 'café para todos' del que ahora CiU responsabiliza solo a PP y PSOE, vino la LOAPA, la ley de armonización autonómica, para satisfacer el sentimiento antiautonomista que había tras el fallido golpe de estado del 81. Pero el Tribunal Constitucional (entonces las clases medias ilustradas españolas tenían menos reflejos centralistas) se cargó la LOAPA. Como hace menos, el mismo tribunal ha hecho con parte del nuevo<strong> Estatut</strong>.

Un gran papel en la "desafección" (Montilla 'dixit') lo ha tenido el déficit fiscal. Durante muchos años Catalunya no se preocupó. Pagaba al Estado más de lo que recibía, pero la industria catalana tenía en España un mercado protegido. Exagerando, el Estado esquilmaba pero los españoles estaban obligados a comprar productos catalanes. La entrada en la UE y la globalización han cambiado todo. Ahora el consumidor compra el traje que quiere, ya se haya fabricado en Barcelona, Milán o Taiwán.

En paralelo, el déficit fiscal se ha corregido poco. El PP estuvo en contra de la cesión del 15% del IRPF de Felipe González. Cierto que lo mejoró en los buenos días del pacto Aznar-Pujol, pero luego fue brutal la oposición del PP --que solo quería recuperar la Moncloa-- a la nueva financiación <strong>autonómica</strong> arrancada por el tripartito a Zapatero. Y CiU tampoco votó el pacto logrado por Castells que suponía una clara mejora respecto de los gobiernos de Pujol.

Más tarde la crisis fiscal española hizo que el Gobierno de Zapatero no cumpliera ni lo pactado sobre inversiones del Estado en Catalunya ni otras cosas. No se debió solo a mala voluntad, porque la crisis fiscal española ya era grave, pero el PSOE volvía a incumplir su palabra (como con la sentencia del Estatut).

Ahí nace la exigencia del pacto fiscal. La crisis perjudica más a Catalunya por el déficit fiscal. Indudable.

¿Por qué los vascos puede tener un sistema más favorable? Además, es más cómodo decir que el árbitro va a favor del Madrid (suele ser cierto). Pero también lo es que países independientes como Holanda están obligados a hacer recortes (veremos lo que pasa este martes en la cita electoral) porque deben reducir gasto público. Y Catalunya es "la Holanda del sur", según Artur Mas. O Massachussets, 'el que més convingui'.

Y ahora Euskadi también tiene déficit. El sistema vasco es único en el mundo. Se puede extender a 8 millones de catalanes y el 18,5% del PIB español lo que tienen por motivos históricos (fin de las guerras carlistas y que Franco abolió el concierto en las traidoras Vizcaya y Guipúzcoa, pero no en las leales Álava y Navarra) dos millones de vascos con un PIB inferior al 7% del español?

Pero el concierto vasco está ahí. Y muchos independentistas argumentan que si España no lo puede extender a Catalunya es un motivo más para la independencia.

Ha habido más encontronazos. La derecha española (a veces también la izquierda) ha dado muestras de incomprensión. Aznar ganó en el 96 con una campaña anticatalana. Luego el pacto con CiU abrió una colaboración fructífera, pero cuando tuvo mayoría absoluta en el 2000 volvió a las andadas (no solo contra Catalunya). Y el centroderecha catalán quedó amargado. Una articulación laxa del catalanismo conservador en la derecha española había sido imposible por el currículo franquista de gran parte de los políticos de AP y UCD, pero era el sueño de Fernandez-Díaz (amigo de Rajoy) y de Duran Lleida. Tras el fin del pacto Aznar-Pujol, imposible. ¿Para siempre?

La batalla del Estatut

Y llegó la gran batalla del Estatut. Es evidente que el PSC y CiU (no digamos ERC) cometieron graves errores por ambiciones personales de Maragall (para llegar al poder) y de Mas (para recuperarlo). Pero un Estatut votado por el Parlament no puede ser objeto de la campaña denigrante que montó el PP, con recogida de firmas en las calles y boicot a los productos catalanes. Y un presidente del Gobierno que votó el Estatut en las Cortes no puede arrugarse. Además, el Tribunal quedó deslegitimado por la enorme dilación y por el juego sucio que hizo el PP --como la recusación de Pérez Tremps-- persiguiendo una sentencia contraria.

La irritación catalana ante la sentencia contra un Estatut votado en referendo fue lógica. Hasta el punto de que el 'president' Montilla no supo hacer otra cosa que sumergirse en una manifestación preindependentista que fue multitudinaria. Y, ojo al dato, los que más vociferaron (Carretero) fueron los que habían hecho campaña contra el Estatut (como el PP). Pero hasta esa sentencia, tanto CiU, por su electorado amplio y moderado y por el 'peix al cove', como el PSC, habían apostado a que, con dificultades, era posible avanzar hacia un mayor autogobierno dentro de España. Ahora el federalismo del PSC tiene que digerir un fracaso porque se ha cerrado una puerta. Y CiU, que estaba en el desierto de la oposición, inició una marcha hacia el soberanismo que implica una cierta ruptura con el pujolismo (el del Pujol president).

Pero la independencia es todo menos fácil. Porque la sociedad catalana está dividida. Y ningún partido mayoritario se ha atrevido nunca (a riesgo de perder como en Québec) a explicitarla en su programa electoral. CiU ganó las elecciones del 2010 con el lema "Per una Catalunya millor" que podrían suscribir José Montilla y Alicia Sánchez-Camacho. Y no ha habido ninguna independencia en Europa desde la segunda guerra mundial, salvo las que han sido consecuencia directa o indirecta del derrumbe del comunismo. Nunca en una democracia, sistema que facilita pactos y compromisos.

La coherencia de Pujol

Pero el propio Jordi Pujol, con una praxis autonomista en sus 23 años de gobierno, ha cambiado de idea. ¿Por qué "el Estado está movilizado contra Catalunya" como declaraba a 'El Punt' el pasado domingo? Pujol tiene una cierta coherencia. Cuando se disolvió la Unión Soviética dijo (los paréntesis son míos): "Catalunya es como Lituania (tiene los mismos derechos), pero España (una democracia europea que hemos ayudado a construir y un éxito económico) no es la Unión Soviética (una dictadura totalitaria y un fracaso económico)". Corolario: Catalunya no puede ser independiente como Lituania. Ahora Pujol debe creer que España, atrapada en una grave crisis fiscal que amenaza su permanencia en el euro, puede acabar en un desastre similar al de la URSS. Entonces Catalunya podría ser como Lituania.

Pero un político catalán de primera fila que estuvo muy asociado con Pujol está en rotundo desacuerdo. Cuando cayó el comunismo, todas las cancillerías occidentales (Washington, Londres, París, entonces Bonn) aplaudían hasta con las orejas el fin de la URSS y la aparición de nuevos estados. Ahora ninguna de esas democracias miraría con simpatía una Catalunya independiente. Y Pujol es demasiado inteligente para ignorarlo.