El 'villano' de Inglaterra

Dylan Hartley, que acumula 54 semanas de sanciones, será el polémico capitán de la selección en el Seis Naciones de rugbi

Dylan Hartley, en un entreno con Inglaterra en Twichenham.

Dylan Hartley, en un entreno con Inglaterra en Twichenham. / Henry Browne

DAVID TORRAS / BARCELONA

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Inglaterra anda revuelta, metida en una melee de la que no hay manera que el balón salga limpiamente. Todavía sacudida por el ridículo del Mundial, con la deshonrosa etiqueta de ser el primer anfitrión eliminado en la primera fase, la obligada renovación del equipo, encabezada por el cambio de entrenador (Eddie Jones, el australiano que impresionó al frente de Japón por el fracasado Stuart Lancaster), ha acabado con el brazalete de capitán en el enorme bíceps de Dylan Hartley, un gigantón nacido hace 29 años en una isla, pero muy lejos de Gran Bretaña: Nueva Zelanda. Podría ser un All Black, aunque lo tendría difícil y, quizá por eso, se acogió muy joven a la nacionalidad inglesa que le corresponde por parte materna y dejó atrás el Hemisferio Sur. Así que cambió las hakas por el God save the queen y no le ha ido mal.

Pero a Hartley no se le discute por su partida de nacimiento, acostumbrado como está ya el mundo del rugby al trasiego de nacionalidades, aunque la coincidencia de un entrenador australiano y un capitán neozelandés es motivo de mofas entre sus vecinos y un golpe al orgullo inglés. El foco de críticas sobre la elección ante el desafio del Seis Naciones que se inicia este fin de semana tiene que ver con cuestiones poco caballerosas. El talonador del Northampton arrastra un historial que ha hecho que las voces más puristas le consideren un 'villano' indigno de asumir ese honor pese a ser quien más partidos ha jugado con la selección (66). El ‘angelito’ acumula nada menos que 54 semanas de suspensión por sus actos nada deportivos que le impidieron precisamente participar en el Mundial. La lista de castigos es tremenda: 26 semanas de sanción por meter los dedos en cuatro ojos, no a un rival sino a dos, 8 semanas por morder a un jugador irlandés en el Seis Naciones, 2 semanas por golpear a otro, 11 semanas por insultar a un árbitro, 3 semanas por un codazo en la cara y 4 semanas por un cabezazo.

"La primera vez que le vi estábamos desayunando y él se puso a hablar con la gente que servía detrás del mostrador. Fue muy correcto y respetuoso. No tenía por qué hacerlo pero es una buena señal", ha explicado el seleccionador, esforzándose en despojarle de su imagen agresiva y de reacciones peligrosas. "Y he visto hacer lo mismo con el equipo, hablar con los jugadores, animarles, y eso es lo que hace un líder de verdad, sacar lo mejor de cada uno. En el campo, tiene que ser Tarzán. Tiene que jugar con ese corazón y si lo hace, todos le seguirán".   

Hartley es un tipo duro. El arrepentimiento no forma parte de sus mandamientos, Al revés. No reniega de sus actos, convencido de que en el fondo le han ayudado a estar donde está. "Ha sido accidentado pero ha sido divertido", suele repetir cuando le invitan a mirar su historial. "Yo soy yo. No cambiaría nada. Ahí está para que puedan ver todo lo que he hecho mal y por lo que he sido castigado. Así que ahora es agradable poder hablar de algo bonito. Soy consciente de la reputación que tengo, pero cuando estoy en el campo siempre doy lo mejor de mí".

Para empezar, ha impuesto unas cuantas normas a sus compañeros. Que sean humildes, que recojan su ‘basura’ ("los jugadores de rugby son unos cabrones desordenados") y nada de sentarse a la mesa conectados al teléfono. A ver quién no le hace caso.