Un 9 de verdad

Suárez se desató con un gol que ompletó su viaje desde la banda, en el Bernabéu, hasta el eje del ataque, en el Camp Nou

Suárez celebra el gol ante Casillas.

Suárez celebra el gol ante Casillas. / periodico

MARCOS LÓPEZ / BARCELONA

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El viaje de Suárez empezó en el Bernabéu y terminó anoche en una galopada a campo abierto en el Camp Nou. De aquel delantero, oxidado tras estar cuatro meses sancionado por su mordisco a Chiellini, al puro nueve que encontró un espacio, donde como dijo Emilio Butragueño, el director de relaciones institucionales del Madrid, «no había nada». Atacó el espacio con una fiereza infinita, creyendo en el «pase de Alves», según El Buitre, que el prodigioso «desmarque» del uruguayo transformó en letal. Sí, con el fútbol más directo que se recuerda en el barcelonismo llegó uno de los goles más celebrados.

Alves levantó la cabeza, oteó el paisaje y encontró una rendija que le enseñó, en realidad, Suárez poniéndose de lado, incrustado entre Ramos y Pepe, dos centrales de tronío. Pero el nueve del Barça es un nueve de verdad. Lejos queda aquel futbolista que debutó en el Bernabéu jugando en la banda derecha, sacrificado, pero sin éxito, en la persecución sobre Marcelo. Lejos queda porque ahora, completada su primera vuelta en la Liga española, tiene afinado el instinto. Se puso de lado y tenía ya fotografiado el cuerpo de Casillas, que se venció demasiado rápido. Demasiado rápido si delante tienes a Suárez.

«El control que ha hecho es muy dífícil, al alcance de muy pocos jugadores. Por eso pagamos lo que pagamos por él», lo elogió el técnico azulgrana, Luis Enrique. «Fue un gol muy bonito. Lo esperábamos como goleador. Está aportando mucho», dijo feliz el presidente azulgrana Josep María Bartomeu.

Ahí, camuflado en ese espacio, que definió El Buitre como la «nada», emergió la figura de un goleador. Un tipo que no pregunta nunca antes de rematar. Cuando Pepe y Ramos se dieron la vuelta, ya lo tenían arrodillado junto al banderín de córner derecho del gol Sur, con el barcelonismo entregado a su puntería. Estaba el equipo aturdido, terminó pidiendo la hora en la primera parte para sobrevivir al acoso del Madrid, cuando el uruguayo encontró el tesoro. Como diría después Ancelotti, el técnico blanco, no fue tanto «un error defensivo» sino «la habilidad de Suárez para encontrar el espacio justo».

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Ahí, postrado en la hierba, gritando al mundo su infinita felicidad estaba Suárez, el socio de Messi, el amigo de Iniesta, el nueve. Cuatro remates intentó y solo uno fue a puerta, el que valía una fortuna. Maravilloso por el control, sublime en la definición como símbolo de un fútbol directo que no entiende de la elaboración previa. Pasó Alves, remató Suárez. Parece hasta algo sencillo. Pero no lo es porque quebró con su velocidad a dos gigantes como Pepe y Ramos, burló a Casillas y, de paso, encendió un Camp Nou entregado a su goleador. Después, los números hablan de su conexión con el equipo.

Suma ya siete tantos en los siete últimos partidos (dos al City, dos al Rayo, uno al Granada, otro al Villarreal y el que jamás olvidará en su estreno goleador del clásico), pero eso son detalles que no explican la trascendencia. Hay cosas que no se detectan en un simple vistazo sobre Suárez. Van más allá de sus contundentes disparos. Hablan, por ejemplo, de su capacidad para resistir de pie ante esa pareja de centrales, la del Madrid está calificada como una de las mejores del mundo, además de un oscuro trabajo que tanto agradece Messi. Y, por supuesto, tanto valora Neymar.

No interviene demasiado en el juego (21 pases bien de 28 realizados, 75% de acierto) o eso, al menos, parece. Pero hay tantas y tantas cosas que proporciona el delantero uruguayo que no es nada casual que haya caído de pie en el vestuario. Se le quiere por lo que es y, sobre todo, por lo que aporta al equipo, a pesar de que se le esperaba en las grandes noches. Volvió a su jardín de Inglaterra y ahí, con sus dos goles al City, Suárez rompió su enemistad. Jugó anoche su primer clásico («jamás pensé estar en un partido así», comentó antes del duelo) y arrodilló al barcelonismo con un gol inolvidable.