Valverde salva un mal día gracias a su casta y a la ayuda de su equipo

El corredor murciano mantiene la segunda plaza ante la amenaza ahora del francés Peraud

Majka, vencedor final de la etapa, comanda la carrera por delante del español Izaguirre, ayer.

Majka, vencedor final de la etapa, comanda la carrera por delante del español Izaguirre, ayer.

SERGI
López-Egea

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Eufóricos estaban en el equipo AG2R en la cumbre del Pla d'Adet. Tan encantados que hasta se permitieron avisar a los rivales. «Vamos a romper la carrera con Peraud en el Tourmalet. ¡A Valverde!».  Y aunque la moderación y esconder las cartas siempre es recomendable, la verdad es que ayer en los Pirineos, el corredor murciano salvó un mal día, con casta y con equipo, pero descubrió, no tanto por el podio, sino por la segunda plaza, que su amenaza ahora se llama Jean-Christophe Peraud. Sube mejor y va más rápido en la contrarreloj. Sobran más palabras.

Peraud no es un niño como Thibaut Pinot y Romain Bardet. Sería más el hermano mayor de Valverde, 37 años tiene, aunque solo lleva cinco de profesional, pero es este el Tour de su vida, porque es el único que aguanta a Vincenzo Nibali, cada vez más líder, cada vez más cerca de París. Nibali no lo soltó ni en Risoul, ni ayer en Pla d'Adet.

Valverde, en cambio, es otra historia. La chispa, esa chispa que tantas veces le ha acompañado a lo largo de su carrera, se apacigua en las ascensiones, como el mar cuando no hay olas. Y si llegan los cambios de ritmo, el sábado pasado y el martes los de Pinot, y ayer el de Peraud, él prefiere mantener su velocidad, no cebarse pero tampoco hundirse mentalmente. Y porque tiene amigos, lo que demuestra muchas veces que debajo del uniforme de batalla hay una persona, en el peor momento, cuando todo se veía negro como el cielo en una tormenta, se empezó a salvar. Crisis de Valverde, a seis kilómetros. Todos al ataque y él descolgado. Lo peor de lo peor, y lo habitual, casi siempre, es que caigan minutos y puestos en la general.

NIEVE, UN AMIGO / Pero allí, como un ángel de la guarda llegado por azar, apareció Mikel Nieve, uniforme de un Sky sin alma. «¡Vamos, Bala!». La cara de Bala Valverde, desencajada, pero la voz y la rueda del ciclista vizcaíno fue como la mejor barrita energética. Y no era uno de los suyos. Solo un amigo.

Desde el coche, José Luis Arrieta, el director, sorprendido como todos por la crisis del murciano, repetía la misma frase de Nieve: «¡Vamos, Bala!». Y retumbaba su voz en los pinganillos de los compañeros de Valverde, los que andaban fugados por delante, excepto el italiano Giovanni Visconti que peleaba sin éxito por la victoria de etapa con el incontestable Rafal Majka. «¡Jesús, Ion, pararos!».  Herrada (Jesús) e Izagirre (Ion) se habían colado estratégicamente en la fuga del día. Y se detuvieron. Dejaron pasar a Nibali y Peraud y también al grupo de Pinot. Y apareció Valverde. Primero fue Herrada. Magia en los Pirineos, pedaladas de futuro. Solo 23 años, pata negra de la Mancha. Y después Izagirre, campeón de España, 24 años, la gran esperanza del ciclismo vasco, que tanto añora al Euskaltel donde se formó.

Valverde comprobó que tenía, además de un amigo, dos gregarios a su lado, a los que siguió, los que, casi sin que el murciano se diera cuenta, aumentaban un poco el ritmo. Hasta que cazó a Pinot. Hasta que salvó el peor día en este Tour. «Pasé un momento difícil, pero tuve a mi lado a un equipo fenomenal hasta el punto que pude hacer a tope los 200 últimos metros y esprintar». Por casta y por carácter, y porque ahora a apenas cuatro días de los Campos Elíseos, no era plan tirarlo todo por la borda. Por pundonor recuperó su chispa, olas en el mar, brisa en los Pirineos, y hasta arañó cinco segundos a Pinot. Los delfines no se le soltaron, en un Tour controlado por Nibali, en una grande boucle que hoy asciende por el Tourmalet y por Hautacam. Si saltan las chispas pregonadas por el AG2R la etapa de hoy será de muchas pulsaciones, las mismas que deberá activar Valverde para salvar un cajón en París.