ANÁLISIS

El sorteo elige 'Barsicidio'

ANTONIO BIGATÁ

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Pep Guardiola le podía pasar y le ha acabado pasando. Al Barça, también. Algunos le llaman «duelo fraticida» pero no es exactamente eso: pasa que lo mejor se dividió en dos y ahora, por hacerlo, toca pagarlo. Los enemigos se frotan las manos: deseaban esto desde el mismo día que Guardiola huyó voluntariamente del banquillo del Barça anunciando un año sabático de descanso. Los enemigos, y también nosotros, supimos que aquel momento del adiós no iba a ser el más doloroso sino el que ahora, aplazado, llega tras el sorteo de la Champions.

Ante este trago duro el Barça tiene algo más que un consuelo: se llama potencialidad. Este año potencialmente puede hacer de una sola tacada las dos cosas más grandes que precisa su psicología colectiva para cerrar brillantemente toda una primera parte de su historia. Puede acuchillar la sombra de sus peores demonios interiores -el infinito cainismo de su entorno-- eliminando al Bayern de Guardiola pero reconciliándose consigo mismo a través de mantener todo su reconocimiento, devoción y respeto a quien es amorosamente suyo por aunque lleve temporalmente otra camiseta. Y puede, a continuación, ganarle al Madrid en una final de la Champions, la máxima aspiración del barcelonismo y del catalanismo popular. Si lo logra, después de ésto paz y gloria. Después de esto, el inicio de una nueva etapa partiendo desde arriba y sin complejos ni represión mental.

Confluyen muchas cuestiones deportivas, personales y tácticas en esta eliminatoria que llega tras agrias polémicas y pulsos entre continuistas absolutos y quienes sostienen que el sistema de juego de Rijkaard y Guardiola precisaba, por agotamiento, dar el paso a lo que está intentando (y prácticamente consiguiendo en una sola temporada) Luis Enrique. También se encuentran la capacidad de seducción natural de Guardiola y el carácter mas seco del actual entrenador, que tanto decepciona a la parte de la prensa que busca florituras. Pero sobre todo llega la hora de la verdad para analizar una cuestión apasionante: el reencuentro de los dos dioses barcelonistas,  Messi y Guardiola, ejerciendo el argentino una función diferente a la que desempeñaba esencialmente con Pep. Entonces Messi era un Todo, pero especialmente Definidor/Goleador, y ahora es un Todo, pero volcado preferentemente a crear juego que pueda ser rematado por sus compañeros, aunque conserve la capacidad de marcar golazos.

Enfrente, Guardiola tiene el problema de que, con extraordinarios jugadores a sus órdenes, ya no cuenta con el propio Messi, Xavi e Iniesta, para traducir en juego sus pensamientos sobre el fútbol. El Bayern, muy grande, ya es otra cosa. Con Guardiola aspira más a suceder al gran Barça que a imitarle, en una nueva prueba de la inteligencia del técnico.

Pero delante del Barça y de Guardiola subsiste el Madrid, la fotocopia del mal, el enemigo común, el otra vez beneficiado en los sorteos incluso en donde se jugará el siempre decisivo partido de vuelta de la eliminatoria. Pero Florentino tiene un problema. Pase lo que pase no podrá evitar que si se clasifica para la final de la Champions, allí, sin sorteo que le proteja, se tendrá que enfrentar al actual Barça A o a ese remedo de Barça B que siempre será el equipo que entrene Guardiola hasta que por una puerta u otra se decida a regresar a su casa de siempre.