Argentina, a los pies de Messi

El país confía en la estrella, a la que ya casi nadie discute, para conquistar la Copa América ante Chile y poner fin a una sequía de 23 años

Messi, durante un entrenamiento de Argentina en Houston para preparar la final ante Chile.

Messi, durante un entrenamiento de Argentina en Houston para preparar la final ante Chile. / periodico

ABEL GILBERT / BUENOS AIRES

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La barba de Leo Messi se ha convertido en furor en Argentina. Muchos decidieron imitarlo en el gesto. Se ha dicho que ese desaliño inusual tiene que ver con un juramento, y que La Pulga se afeitará después de final de la Copa América Centenario ante Chile, partido que, se dice, hay que ganar o ganar.

Pero la cuestión “pilosa” parece encerrar algo más, cierto asombro: Leo ya no se parece a aquel casi niño que miró casi todo el Mundial 2006 de Alemania sentado en el banco de suplente. Messi ha superado ya sus propios límites en el Barcelona, es padre de dos hijos y acaba de cumplir 29 años.

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El azar ha querido que naciera un 24 de junio. No es una fecha menor en el calendario: ese día, pero de 1935, Carlos Gardel se estrelló con un avión en Medellín y nació su mito. Se ha abusado tanto de invocarlo que años atrás proliferó un grafiti con la imagen del cantante y una leyenda: “no me lloren, crezcan”. Y ese es tal vez el tema con Leo: ha crecido demasiado.

Un 24 de junio también, pero de 1978, nacía el ídolo más grande del Boca Juniors, Juan Román Riquelme. En la tarde del viernes, Román, como le dicen, recibió un mensaje en su teléfono: era el de Messi que lo saludaba por su cumpleaños. El ex diez se deshizo de elogios. “No tengo dudas de que ganará la final de la Copa América, está muy bien. Es una persona para admirar mucho, todos los esfuerzos que hace, pudo haberse quedado en España y luego ir a Estados Unidos directo. Se preparó para ganar esta Copa. Messi bate todos los récords: es el jugador más dañino que hay en el fútbol. Si hace un gol quiere hacer dos. Pueden decir lo que quieran pero tenemos la suerte que sea argentino”.

"No tengo dudas de que Messi ganará la final. Es una persona para admirar mucho. Pueden decir lo que quieran pero tenemos la suerte que sea argentino" (Riquelme) 

No cabe duda de que hay un Messi diferente. “Hay que agarrar esa copa como sea”, dijo. Si hasta se enojó con un boliviano en la cancha y la mismísima Asociación del Fútbol Argentino, en este caso por una demora del vuelo entre Houeston y Nueva Jersey. “Una vez más esperando en un avión para intentar salir al destino. Qué desastre son los de AFA por Dios”, escribió en su cuenta de Instagram. La imagen que acompaña su enfado es elocuente: Leo está serio, como un padre enfadado. A su lado, el Kun Agüero esboza una sonrisa pícara.  

El pasado 22 de junio se cumplieron 30 años de los goles de Diego Maradona a los ingleses. El recuerdo se ha mezclado con el presente, y otra vez saltó la comparación inútil aunque, hay que decir, al menos por esta vez tuvo menor eco. “Quiero matar a quienes lo critican (a Leo)”, ha dicho el escritor Pablo Ramos. “¡Ganó todo! ¡Solo le falta ser Balón de Oro de Marte! ¿Qué le falta? ¿Te gustaría ver a Messi del otro lado, con el 10 de la camiseta contraria? No es Maradona. Es Messi. Pero como es Messi tiene para dos mundiales más. Y entero. El mejor Messi está por venir. El que no corra tanto. Porque ahora está cambiando la manera de jugar”.

Leo busca en EE.UU su desafío pendiente: terminar con la sequía de títulos de 23 años de Argentina. La gran mayoría no tiene dudas sobre lo que representa. Por estas horas impera el idilio colectivo.  Dejarse la barba como Messi es el modo en que se ha expresado esta identificación.

ODA A LA BELLEZA

Otro escritor, Juan José Becerra, escribió acaso el texto más iluminado de estos días. “Que hace la rata ante la superioridad de su predador? Nada, ¿qué va a hacer? Asume la inferioridad y espera que el momento pase pronto. A los arqueros les pasa lo mismo: esperan con sumisión que Messi los clave y que la pesadilla pase lo más pronto posible.”  Para Becerra, las maravillas de Messi “son un poquito más bellas que la mala fe o la ignorancia de cuatro salames (tontos)” que en un programa televisivo “cargan un deporte hermoso, del que Messi es su mejor producto, con las fichas de la intolerancia”.

Esas  “calamidades “ luego  “se propagan” en el público “más irreflexivo y violento”. Los que quizá aguardan agazapados la posibilidad de una nueva desilusión no terminan de entenderlo. En Messi, añade Becerra, “no hay ópera, no hay biografía, no hay intimidad violentada, no hay sobreactuaciones y casi no hay lenguaje (no hay una sola de sus frases que podamos recordar). Todas sus procesiones van por dentro, y ese infinito al que llega en cada partido sólo sucede en la cancha”.

 Un país espera que eso vuelva a ocurrir.

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