ANÁLISIS

Messi-Luis Enrique, el 'fair play' que más importa

DAVID TORRAS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Josep Maria Bartomeu puso ayer en marcha una cuenta atrás que debería concluir a final de temporada con las elecciones, pero que está expuesta a saltar por los aires en cualquier momento. No parece fácil que el club pueda resistir todos estos meses cuando está pendiendo de un hilo, sujeto a ganar hoy, y el domingo, y así cada tres días, y a que el conflicto entre Messi y Luis Enrique no vaya a peor, algo que tampoco es fácil en una situación de extrema debilidad general y sin nadie a la vista con la suficiente ascendencia para interceder.

El Barça sufre una gastroenteritis institucional por más que el presidente lanzara un discurso negando una realidad, salpicado de ese tic tan presidencialista, de repetir que el socio está contento, que el club es hoy mejor que ayer, que «no paramos de ganar dinero», y que el ruido es obra de los que quieren mal al Barça, por aquello de las cuentas pendientes, y que en otros tiempos se convertían en mociones de censura.

Un tic de aire nuñista pero que también le emparentó con quien acuñó una frase precisamente en respuesta a los que, como algunos de los que hoy gobiernan, soplaron en contra del Barça. En el fondo, podía haber citado a Laporta y a su «¡al loro, que no estamos tan mal!». El 'fair play' que reclamó es solo una buena frase, que en el pasado no se cumplió con actuaciones en la sombra, y que difícilmente se hará realidad entre quienes han acabado en los juzgados.

Bartomeu está ahora más que nunca en manos del Camp Nou, el peor juez para alguien al que ya condenó por una simple aparición en el vídeo de Messi y que en unas horas sucumbió a la presión interna de sus directivos para tomar una decisión en contra de su voluntad.

No pudo mantenerse firme en su idea de aguantar hasta el 2016, de la misma manera que Rosell se marchó de un día para otro en cuanto explotó el caso Neymar sin dar explicaciones. Las que el presidente dio ayer para justificar este cambio de estrategia fueron poco convincentes, igual que las que afectaban al despido de Zubizarreta y a los problemas de Messi.

Argumentar que la tensión y el ruido son excesivos, y obedecen más a conspiraciones y otros intereses (identificados claramente, aunque no los citara, con el laportismo y compañía) que al estado real del club, no se corresponde con la amplia lista de conflictos que ha sufrido en el último año: dimisión de Rosell, sanción de la FIFA, imputación por Neymar, acción de responsabilidad, diferencias con los Mossos y haber despedido al entrenador (Martino), al director deportivo (Zubizarreta), al director general (Rossich), además de otros ejecutivos, en seis meses.

 Y todo ello sin ganar un título y perdiendo la Liga en casa, un fracaso que dio paso a la mayor inversión en fichajes de toda la historia: 157 millones de euros. No parece un proyecto del que los socios puedan sentirse muy satisfechos.

El 'fair play' que más importa al club no es entre posibles candidatos. Hay una relación que está muy por encima de lo que no dejan de ser intereses personales. El 'fair play' que más necesita el Barça es entre Messi y Luis Enrique, acompañado por el equipo. De lo contrario, en el Camp Nou no habrá 'fair play' alguno hacia el palco.