No jubilen a Xavi

Messi y Xavi, el sábado en el Camp Nou.

Messi y Xavi, el sábado en el Camp Nou.

Ernest Folch

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Uno de los atractivos del fútbol es que convierte en perecedera cualquier teoría. Lo que ayer parecía una verdad inmutable es hoy una duda razonable, y viceversa. Esto es lo que sucedió el sábado, a medida que iban cayendo los goles y el equipo de Luis Enrique volvía, después del inquietante partido de Málaga, a retomar una vigorosa presión y una solidez ilusionante. Pero en medio de la exhibición crecía una pregunta tan necesaria como incómoda: ¿no habrán corrido algunos a jubilar a Xavi antes de tiempo?

El pequeño 6 azulgrana, a pesar de jugar en una posición innatural de interior izquierda, imprimió al juego la naturalidad y la velocidad que el Barça no tuvo ni en La Rosaleda ni tampoco contra el Apoel. No sólo dio la sensación de que las líneas de pase se multiplicaban sino que cuando se desató él, se desató Messi, como activado por un viejo y emocionante resorte.

Más que un símbolo

Algunos dirán, con menosprecio, que todo esto fue posible simplemente porque el rival era el Granada, pero esto suena más bien a excusa para no replantearse teorías ejecutadas con demasiada celeridad. Y es que hay que recordar que, después de quedarse in extremis este verano, Xavi ha sido la cabeza de turco que el entrenador y una parte de la prensa han escogido para demostrar que, efectivamente, en el Barça se estaba produciendo una renovación. El mensaje era tan evidente que no hacía falta ni verbalizarlo, pero decía así: si Xavi no juega quiere decir que nadie tiene el puesto asegurado.

Visto el buen arranque del equipo, habrá que convenir que el mensaje era tan necesario como pedagógico, y es indudable que ha servido para desacomodar a todo el mundo. Pero el sábado Xavi demostró que es mucho más que un símbolo para ser escarmentado en beneficio del grupo.

Su diagonal estratosférica en el cuarto gol, un prodigio de álgebra futbolística que terminó milimétricamente en el pie de Alves, es directamente una invitación a reflexionar a los que han querido prescindir de él demasiado pronto. Seguramente el grupo necesitaba un escarmiento, y es evidente que ya no puede jugar 90 minutos todos los partidos del año, pero de eso a la marginación hay un trecho inmenso que algunos han querido recorrer demasiado rápidamente y, por cierto, con escaso respeto. Que se anden con mucho cuidado los jubiladores de turno y los agoreros que van repitiendo que el fútbol es solo puro presente.

En Málaga, el Barça conjugó el juego en un tiempo tan presente que se olvidó que en el banquillo estaba una parte de su glorioso pasado que le habría ayudado a salir de aquel gran atasco. Lo dijo Caparrós el sábado: «Cuando hablemos de Xavi, deberíamos ponernos de pie». Siempre es difícil retroceder ideas que parecían ya consolidadas, pero todo el mundo, técnico incluido, debería replantearse el papel marginal que ya le habían asignado. Por el bien del Barça, no lo jubilen.