Girona, a la tercera va la vencida

El equipo que lidera Pablo Machín aspira a subir a Primera directamente tras dos intentos fallidos en el último partido de la temporada

Pablo Machín, técnico del Girona, señala su tercer intento, que espera sea el bueno.

Pablo Machín, técnico del Girona, señala su tercer intento, que espera sea el bueno. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / GIRONA

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No quieren hacer ni pizca de ruido. Se han llevado dos chascos en las dos últimas temporadas, en sus dos últimos intentos. Uno de ellos, sí, ante el Lugo, en el fatídico minuto 93. O 92, que es lo mismo. Cuando llegas a Montilivi hay una inmensa valla publicitaria que reza Boig per tu, Girona. Alguien te susurra que es la única capital catalana que nunca ha tenido a su equipo en Primera. Y si hablas con la alcaldesa, Marta Madrenas, la ves orgullosa, esperanzada de que su equipo ascienda, «lo que confirmaría que Girona es una ciudad de primera, prueba evidente de que todo el mundo está implicado en esta preciosa lucha». La lucha sigue hoy, en el partido ante el Mallorca (20.00 horas), para mantener los seis puntos de ventaja sobre el Cádiz e intentar restar alguno de los nueve que tiene el líder, el Levante.

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Este es un club que estuvo, no hace mucho, a punto de desaparecer. Que cada día cambia su lugar de entrenamiento porque no tiene ciudad deportiva, aunque está en ello. Que tan pronto se va a Torremirona, a 35 minutos de su estadio, como a Perelada (a 45) o a Tordera (a 30). Que empezó a cambiar su vida, sus planes, y construir un plan de viabilidad ¡y tanto! y futuro ¡vaya que sí!, de la mano de Pere Guardiola, hermano del gran Pep. Fue Pere quien convenció a la empresa francesa TV Sports Event de que comprar el Girona sería un buen negocio. Y en ello están.

FE CIEGA EN EL TERCER INTENTO

Allí, en un rincón del pequeño campo de entrenamiento pegadito a Montilivi, sentados en el banco más viejo del lugar, están Delfí Geli, el presidente, el del doblete del Atlético con Milinko Pantic, y Quique Cárcel, su director deportivo. No se pierden un entrenamiento. «Ha sido duro, claro que ha sido duro, perder en el último día la posibilidad de ascender, pero de todo se aprende. Y si sales, sales más fuerte. Este club, esta plantilla, este técnico tienen espíritu de equipo y por eso volvemos a estar ahí, ilusionados», cuenta Geli.

«Nos quedamos con la miel en los labios y eso, sea en la faceta de la vida que sea, es durísimo de asimilar», añade Cárcel. «Lo que están haciendo Pablo Machín y estos chicos es maravilloso, pues nos mantienen ilusionados con la posibilidad de cumplir un sueño. El otro día oí decir a Eduardo Berizzo, el técnico del Celta, que para lograr las metas, primero hay que soñarlas. Y es cierto».

Machín (Soria, 1975), rodeado de su equipo (Jordi Balcells, Jordi Guerrero y Omar Harrak), no cesa de animar y dar instrucciones a sus chicos. «¡No me canso de hacer las cosas bien!», «¡vamos, vamos!, nunca se sabe cuál es el centro del gol» o «pensar en lo que hacemos y cómo lo hacemos». El entrenamiento tiene la intensidad de un candidato al ascenso directo, la dedicación de aquellos que intuyen que a la tercera va la vencida y la profesionalidad de los que se saben elegidos para la gloria. Porque si algo se palpa en el Girona es la complicidad, el espíritu de los mosqueteros, todos para uno y uno para todos.

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Los hay, como el centrocampista de casa Aday Benítez, que creen que todo comenzó cuando se olvidaron de los móviles. Sí, sí, tal cual. «Fue vital el día que decidimos que, nada más entrar en el vestuario, cogeríamos el móvil y lo dejaríamos en una caja de cartón. Y de ahí no se mueve hasta que nos vamos. Esa intimidad que ganamos sin móvil, aparato del que la gente no se desprendía ni en la camilla de masaje, ha sido clave para la cohesión de la plantilla, para que el vestuario aumentase su feeling».

LA COMPLICIDAD EN EL VESTUARIO

Porque Aday y sus compañeros creen más en la calidad de las personas que forman este grupo que lleva tres años intentando subir a Primera tras oler, palpar, tocar, el descenso, en marzo del 2014, cuando llegó Machín y los elevó a las alturas, que en sus cualidades futbolísticas o portentos físicos. «Creer es poder. Cuando las piernas te fallan, que suele ser muy a menudo, tú sobrevives, empujas, peleas con la ayuda de los demás, con el valor que se te supone, con la química que has trabajado con los tuyos. Tú llegas al minuto 80 y crees que estás muerto, pero no es así, aún corres y peleas, y llegas a la pelota ¿por qué?, porque el míster y tus compañeros te han enseñado a creer». Aday le da todo el mérito a Machín, que hace creer a los suyos que tienen una velocidad más que el rival.

Machín llegó cuando el club estaba hecho unos zorros y a ocho puntos de la salvación. Descendido, vamos. Faltaban 13 jornadas y lo sacó a flote. Le habían prometido minas de brillantes y coltán si salvaba al equipo. Y lo salvó. «Yo siempre digo que, de momento, lo único que he podido celebrar en Girona ha sido salvar la categoría, pero, eso sí, ha sido la celebración más intensa y feliz que he tenido nunca, mucho más que cuando ascendí, como segundo, con el Numancia». Luego, todo fue mentira. No cumplieron con nada de lo prometido «y me quedé absolutamente solo al timón de un barco, que iba a la deriva, pero que, poco a poco, ha enderezado el rumbo y, mira por dónde, hemos peleado dos veces seguidas por subir. Ojalá la tercera sea la vencida».

{"zeta-legacy-destacado":{"strong":"El centrocampista Aday Ben\u00edtez\u00a0","text":"afirma que \"el secreto de nuestra unidad es dejar los m\u00f3viles en la puerta del vestuario\""}}Este maestro de educación física, licenciado en INEF y entrenador, habla, sobre todo, de flechazo, de enamoramiento, de vínculo casi inseparable con Girona, el Girona y «con estos chicos que, aún siendo jóvenes, están peleando por un sueño que saben común, de todos, aunque Montilivi no se llene nunca». Machín, lo dice con la boca pequeña, dada su enorme humildad («qué va, qué va, lo que me enseñaron mis padres, no más»), cree que, aunque Girona crea estar en deuda con él, es él quien se lo debe todo al Girona. Lo han venido a buscar de todos los rincones de España para que ascienda a sus equipos y Pablo siempre se ha quedado en el Girona «aunque cada año, es normal, somos un equipo modesto y un club que, por su buen juego y prestaciones, coloca a muchos jugadores en el escaparate, pierda a sus cinco o seis mejores futbolistas».

EL VALOR DE SER SEGUNDO

Machín es de los que piensan que la vida es muy injusta con los segundos. «Nadie sabe lo que cuesta ser segundo. La final del Open de Australia la ganó Roger Federer pero ¿qué torneo hizo Rafa Nadal? Extraordinario. Las finales se deciden por detalles. Y no hablo, no, o sí, ¡qué caray!, del maldito gol del Lugo en el 92». No hay nadie en todo Girona más orgulloso que Machín de sus chicos, a los que sigue, vigila, anima, fuera y dentro del campo. «No somos la mejor plantilla de Segunda, seguro, tampoco tenemos los mejores futbolistas, pero somos el segundo mejor equipo de la división y lo llevamos siendo muchas jornadas, porque nos esforzamos al máximo y todos ponemos al servicio del grupo lo mejor que tenemos, que no siempre es fútbol, sino cariño, atención, complicidad, mimo, trabajar todos unidos».

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El míster, al que le encanta el espíritu de superación del Atlético del Cholo, aunque su fútbol sea mucho más vistoso, más de posesión, más ofensivo, más del 3-5-2, donde «también, también, el esfuerzo es innegociable», cree que estar cerca de sus futbolistas enriquece al equipo, el juego y aumenta las posibilidades de éxito. «Yo no quiero ser su padre, ni siquiera su tío, pero sí quiero que sepan que, cuando me necesiten, estaré ahí, para lo que sea». Esa relación, asegura, si es sincera y cerca, y lo es, acaba beneficiando al bloque, al grupo, al equipo y se refleja sobre el campo «porque todo el mundo entiende las razones por las que haces este o aquel equipo, escoges a uno u otro, tomas está o aquella decisión. Lo viven suyo».

LOS NIÑOS YA SON DEL GIRONA

Machín, que tiene la obligación de pensar que «que este año sí toca», ya ha logrado uno de los retos que se propuso 15 días después de empezar a pasear por las calles de Girona, cuando peleaba por salvar al equipo. «Cuando empecé a firmar autógrafos a los niños y no tan niños, siempre les preguntaba de qué equipo eran. Y siempre me decían que del Barça, a veces del Espanyol y, a veces, del Real Madrid. Y yo les decía ‘pues tú tienes que ser, primero del Girona y, luego, del equipo que quieras’. Pues bien, ahora los niños de Girona ya son del Girona. No son del Barça. O no son, primero, del Barça».

    Ese ya ha sido el primer ascenso de Machín. Ahora toca el bueno, el ascenso directo. El de los Reyes Magos. El regalo para esos niños.