El espíritu Porcar

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SERGI LÓPEZ-EGEA

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Recuerdo que todo comenzó en un bar de Pallejà. Eran los tiempos en los que TVE todavía retransmitía la Volta. Juan Porcar, que organizaba la ronda catalana, se fue con nosotros al establecimiento, el típico local de tapas con cierto sabor andaluz. “Tengo una idea y os la quiero contar”. ¿A quién se la contaba? Pues allí estábamos Pedro Delgado, Miguel Ángel Iglesias, Carlos de Andrés y quien suscribe estas líneas. “Quiero organizar en Marruecos ¿nos dijo Porcar- un Dakar pero en bicicleta de montaña. ¿Qué os parece?”. A mí, enseguida, se me iluminaron los ojos. Corría el año 2005, el último de increíble dominio de Lance Armstrong en el Tour.

Porcar tuvo claro desde un principio la denominación de la prueba: Titan Desert. Será una coincidencia, pero la ronda francesa también se parió en un bar, por allá 1903. Quiso inicialmente celebrarla en diciembre, coincidiendo con el puente, a veces acueducto, de la Constitución. Sin embargo, porque en el desierto hace frío, vio luego que era más recomendable trasladarla al mes de mayo. “¿Te vienes a la Titan?”. La llamada volvió a ser de Porcar. Ya estamos en el invierno del 2006. He de confesar que me asusté. Lo cierto es que por aquel entonces tampoco estaba yo muy puesto en esto de los entrenamientos, a veces espartanos. Porcar insistió (marzo del 2006). “Te vienes o qué”. Contesté entonces con cierta rapidez. Siempre es mejor decir la verdad: “Mira Juan, no he podido entrenar y me asusta un poco eso de pedalear por un país, Marruecos, y un ambiente, el desierto, que no conozco. ¿Qué tal si este primer año vengo solo como periodista?”.

Fue todo un acierto. Viajé en el coche del director de carrera, que era por aquel entonces Porcar, siempre en compañía de Rubèn Peris. Conocí Marruecos. Recuerdo como un día Porcar me explicó el significado de unas piedras colocadas una encima de la otra, como si fuera una pequeña torrecilla, en un borde del camino. “Es el signo de que por aquí cerca hay un pequeño campamento de nómadas”. En efecto, a unos 200 metros había una tienda de campaña con una pareja que como mucho llegaba a los 20 años y un montón de chiquillos por los alrededores. Les dimos galletas y agua. En el coche de Porcar me enamoré de Marruecos y allí decidí que al año siguiente, 2007, regresaría a la carrera, pero ya en la doble vertiente de periodista-corredor.

La Titan del 2007 es para mí la del arroz con tomate crudo, la del suero y sobre todo la de la gastroenteritis que me obligó a abandonar. Fue el primer año en el que compartí equipo con Iglesias y la antesala de lo que para mí fue mi primera Titan Desert liquidada de principio a fin. Qué cruel fue la etapa maratón: 140 kilómetros a más de 48 grados de temperatura y con continuas trampas de arena que te obligaban a poner continuamente el pie a tierra. Suerte tuve de una persona, hoy compañera de equipo, Rebeca Triquell. En aquella etapa me doctoró como corredor de fondo hasta el punto de que al día siguiente, ya convencido de mis fuerzas, realicé la que para mí ha sido mi mejor etapa, en la que me clasifiqué entre los primeros 70 del día.

Vinieron después dos Titan Deserts, la primera de ellas fue la segunda en la que Andrés Jiménez luchaba, también como integrante de nuestro equipo, contra los elementos para demostrar que los pedales se movían con la misma habilidad que peleando bajo los aros. El año pasado fue el primero, ya patrocinado por la candidatura de Tarragona para organizar los Juegos del Mediterráneo del 2017, en la que contamos en el equipo con un aspirante al triunfo final, luego cuarto, Israel Núñez, con la dirección técnica de Pedro Horrillo, y la participación de un antiguo campeón del mundo de ruta: Igor Astarloa. Fue también un año en el que los pequeños pajarillos del desierto servían como inspiración de la carrera.

Este año, con Óscar Pereiro, primer ganador del Tour que se enfrenta al reto de Marruecos, volvemos con Miguel Ángel, con Rebeca y también con Sergi y Helena (y con nuestro mecánico, el doctor Bofarull) para formar el más completo equipo de Tarragona ¿y eso que yo soy de Barcelona- y para contaros de nuevo y para EL PERIÓDICO (cuya publicidad también lucimos en la carrera) cómo se vive una prueba ciclista por dentro. Atrás han quedado horas de entrenamiento, inventadas muchas veces para que no entorpecieran mi trabajo. Y también los mismos pajarillos, aunque ahora revoloteando las aguas de los maravillosos caminos que rodean el río Llobregat.