UN RECURSO QUE AVIVA LA DIVISIÓN DEL BARÇA

¿El espíritu de Mandela?

DAVID TORRAS

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Los mismos que achacan todos los males del Barça a una mano negra, a la que públicamente no se atreven a poner nombre y en privado señalan como una mano blanca -y que luego invitan educadamente a Florentino Pérez a subir al autocar camino del Bernabéu, no vaya a ser que llegue tarde y no pueda regodearse en el palco con Aznar después de años de sometimiento-, siguen adelante con uno de los episodios más dolorosos del club. Los mismos que han lanzado un mensaje apelando a la reconciliación y a la paz social, y que incluso medios poco dudosos con su causa han abrazado tras la sentencia, ni que sea por estética tras el golpe del resultado, han dado un paso en sentido contrario al presentar el recurso, que determinará su mandato y que puede tener un efecto bumerán contra el palco.

La decisión refuerza la idea de que este no es un proceso objetivo, por más que se invoque a que lo único que busca es lo mejor para el Barça. De la misma manera que no lo fue la preparación de aquella asamblea ni el interés de pintar el club como un solar para poder empapelar el Camp Nou con el contrato secreto de Catar. Esta junta se ha ganado vivir bajo sospecha porque muchas de sus grandes decisiones tienen doble fondo, en especial en la época de Rosell. Detrás de lo que se ve siempre hay algo más. Con Catar, con la Grada Jove, con Cruyff, con Guardiola, con Neymar y, sobre todo, con Laporta y quienes le acompañaron. Sus actos han desmentido reiteradamente sus palabras en un descrédito que ya provocó la dimisión y desaparición de Rosell, y que es fácil que le acabe pasando factura a Bartomeu por más que intente distanciarse y que desligue el recurso de los temas personales que tanto pesaban con su predecesor. Las reacciones mayoritarias de ayer son un indicio de que no va tener nada fácil seguir gobernando hasta el 2016, año en que pretende presentarse a las elecciones.

Bartomeu justificó la decisión de no retirar la demanda por la conveniencia de que la justicia se pronunciara y sentara así un precedente. El juez ya emitió una sentencia. ¿Cuál es el problema? Que no es ni la que esperaban ni la que les convenía, aunque dentro de la junta hay voces discordantes en una división que ya supone un desgaste y que es probable que ahora se recrudezca. Así que no se trataba de pensar en el Barça; se trataba de que les dieran la razón y de ganar esta guerra, y entonces ser magnánimos y pedir el perdón ante la asamblea para los condenados. Lo mismo que se pretende ahora, con el bondadoso gesto de pedir que no se ejecute la sentencia de los avales de Vicenç Pla, en lo que tiene un aire de indulto postizo, pese a que el club jure y perjure que de no poder cumplirse esta retirada no se hubiera presentado el recurso.

Así que la guerra de nunca acabar continúa por parte de quienes proclamaron que no iban a fallarle al

Barça, un eslogan verbalizado por Rosell con unas palabras que hoy resultan grotescas: «No me quiero comparar con Mandela, pero queremos implantar su espíritu en el Barça. Si logramos un uno por ciento de lo que él consiguió, nos daremos por satisfechos».