ESGRIMA

Emese Szász, la reina de espadas

La campeona olímpica en los Juegos de Río compite en el 41º Trofeu Internacional Ciutat de Barcelona

Ernese Szász posa en el hotel de Barcelona donde se aloja

Ernese Szász posa en el hotel de Barcelona donde se aloja / periodico

JORDI TIÓ / BARCELONA

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En una caja fuerte de un banco de Budapest, en Hungría, se halla bajo custodia una pieza muy valiosa para Emese Szász. No, no se trata de ninguna joya de piedras preciosas ni de ningún diamante de enorme tamaño. No, no es nada eso. Pero, en realidad, se trata de algo muchísimo más valioso porque lo que contiene esa pequeña caja acorazada es un sueño hecho realidad, una ilusión materializada durante el pasado mes de agosto en Río de Janeiro, donde Szász conquistó el oro olímpico en esgrima, en la modalidad de espada.

Allí, en ese banco que Emese no quiere desvelar, duerme la medalla dorada por la que esta tiradora de 34 años nacida en Budapest trabajó durante una larga década llena de sacrificios.

«Todavía hoy me cuesta creer que sea campeona olímpica, es un sentimiento muy difícil de explicar porque es algo que perseguí durante años, prácticamente desde que era una niña, y cuando ves que se cumple, no te lo acabas de creer», explica Emese, recién aterrizada en la capital catalana.

Emese Szász será una de las principales figuras que competirá este fin de semana en la 41º edición del Trofeu Internacional Ciutat de Barcelona, prueba puntuable para la Copa del Mundo de espada femenina, en la que participarán un total de 240 esgrimistas de 45 países en las instalaciones del INEFC.

La campeona húngara se impuso en la final olímpica a la italiana Rossella Fiamingo (24 años), en un duelo igualado (15-13) y muy intenso. «Es curioso porque de ese enfrentamiento solo recuerdo hasta el 11-7, cuando iba por debajo en el marcador. Estaba tan nerviosa… En ese momento, solo me concentré en los puntos que había hecho buenos y solo pensaba en dar todo lo que tenía. No podía soportar la idea de haber llegado hasta allí y acabar con la sensación de que después de 10 duros años de entrenamiento y sacrificio no lo había dado todo… Y gané».

Sí, echó mano de su instinto de campeona y venció. Y, luego, en el hotel, pudo visionar con calma el duelo que le habían grabado por la televisión para memorizar todos los movimientos de un enfrentamiento que ahora guarda bajo llave en el cajón de los recuerdos de su cabeza.

Emese, que puede vivir profesionalmente de la esgrima, logró la gloria en Río que se le escapó en los Juegos de Pekín 2008 y en los de Londres 2012, citas a las que también llegó preparada, física y técnicamente, pero le faltaba algo determinante: «Estaba preparada, sí, pero en mi interior no tenía la convicción de ganar, no me lo creía. Ahora ya tengo ese punto de autoconfianza necesario», confiesa. Y por eso está decidida a seguir compitiendo, con el reto de buscar el oro que le falta en un Mundial o en los Europeos, y con la determinación de defender en Tokio 2020 el título que ganó en Río. Aunque, entremedio, tiene claro que hará una parada para cumplir otro sueño: «Quiero ser madre».

La pasión de su vida

Luego seguirá compitiendo porque la esgrima es su vida, una pasión que curiosamente le hizo descubrir su madre casi por accidente. «De pequeña hacía natación, pero me aburría muchísimo. Y cuando llegó el día en que también tenía que madrugar para entrenar en la piscina, tuve claro que lo quería dejar».

Probó entonces con algunos deportes de balón, pero nada. Hasta que su condición de zurda llevó a pensar a su madre que podría ser buena en la esgrima. «Las zurdas tenemos un poquito de ventaja respecto a los diestros». Lo probó y ya nadie más le arrebató la espada de la mano, convertida ahora en una estrella en Hungría, una potencia en esgrima a la que Emese le ha devuelto la gloria olímpica.

La ciudad favorita

Enamorada de Barcelona, ciudad que descubrió en los 90 en un viaje con sus padres y que ahora visita más a menudo porque en la capital catalana vive Nora, su íntima amiga, Emese tiene claro que en un futuro le encantaría vivir en esta ciudad, azotada estos días por el frío.

«Esto no es nada comparado con el tiempo en mi país», dice. «Si me preguntan por mi ciudad favorita en el mundo, lo tengo claro: Barcelona», añade mientras se entrena para la competición de este fin de semana, en la que parte como favorita.

«¿Mi punto fuerte? Seguramente el ataque en carrera. También la concentración, es algo que he trabajado mucho últimamente». ¿Algún defecto que pueda explicarse, para no dar ventaja a sus rivales? «¿Defecto? No tengo ninguno. Soy campeona olímpica», suelta con sorna y una sonora carcajada, eso sí, sin desvelar ningún punto flaco.

Emese volará el lunes hacia su país, quién sabe si después de subir a lo alto del podio en Barcelona, ciudad que, quizá en unos años, tendrá por nueva vecina a toda una espada de oro.