En la cocina del Dakar

Marc Coma y Laia Sanz bromean en la cocina del restaurante Tramonti 1980.

Marc Coma y Laia Sanz bromean en la cocina del restaurante Tramonti 1980. / periodico

EMILIO PÉREZ DE ROZAS / BARCELONA

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Nani Roma II perdió su trono por auténtica mala suerte y Marc Coma V regresó de las Américas de la mano de una nueva reina, top-10, Laia Sanz I del Dakar. Los nuevos monarcas llevan toda una semana celebrando la buena nueva y aceptaron compartir mantel y conversación en el Tramonti 1980, un restaurante italiano de la Diagonal decorado con alguno de sus cascos, guantes y monos.

Todo el mundo se inclina ante Coma y le hace reverencias mientras enrolla en su tenedor unos exquisitos espaguetis con almejas regados con Vichy. Todo el mundo felicita a Laia como si hubiese ganado mientras devora («ración doble, por favor, es como si no hubiese comido nunca») un arroz al limón con agua mineral «del tiempo», pues no hay Nestea de melocotón, precisamente.

Marc replica con una amplia sonrisa a toda felicitación. Laia esboza su mejor imagen, preciosa, pero añade con la boca pequeña: «Yo no he ganado». Aún. Los que felicitan saben que ser novena entre más de 180 hombres es ganar, es ser la reina. ¿O no? Sí. El mismísimo L'Équipe le dedicó buena parte de su portada el día dantesco del salar de Uyuni, en Bolivia, cuando bajo cero, atravesando un mar de agua y sal, fue quinta.

«Yo ya veía muy chungo repetir lo del año pasado [16ª], a lo sumo subir uno o dos puestos, pero nunca acabar entre los diez primeros», explica Laia, casi sin separar su mirada de la inmensa bandeja de arroz. «En el 2014 no me dediqué por entero al Dakar, cosa que debo plantearme en los próximos días, pero el mes que pasé en Marruecos, estar en el equipo Honda y tener una moto de rali, por vez primera, en casa, poder subirme a ella a diario, pues antes estrenaba la moto en la salida de la prueba, me ha permitido dar este salto».

Pelear por cada conquista

«Yo sabía que lo iba a hacer de maravilla, lo sabía», explica Marc, que, en efecto, 15 días antes de la salida del reciente Dakar, en un almuerzo en su casa de Avià, se había deshecho en elogios a Laia «porque todo lo que se ha propuesto, lo ha conseguido. Ella nunca lo dice, nunca lo cuenta, pero lo piensa y lo hace», remata el pentacampeón, que, cuando Laia no está, aún habla mejor de ella.

A Laia le encantaría que Marc siguiese en motos, aunque entendería que, como han hecho míticos campeones de motos como Nani, Hubert AuriolStéphane Peterhansel Cyril Despres dé el salto a los coches. «Le agradezco infinitamente todos los elogios a Marc, por venir de quien viene, todo un ejemplo, un maestro, alguien de quien se aprende y mucho, pero él ni me ve», lanza Laia antes de soltar una inmensa carcajada. «Marc sale disparado y ya no lo veo, aunque, en algunos tramos de esta edición, he tenido el placer, el disfrute, el gozo, de seguirle tres o cuatro minutos y es cuando más he aprendido. La verdad es que no lo veo ni lo siento como un rival. Él sí es un auténtico top, es la bomba».

Pensando en mamá

Ahora es Marc quien no levanta la vista del plato y sigue enrollando pasta como si oyese llover. «Yo no sé si Laia acabará ganando algún día el Dakar. Solo sé que se propuso ser top-10 y ahí está; solo sé que aprendió los pasos que tenía que hacer para progresar y ahí está; que no encontraba moto y ahí está, en el equipo oficial Honda; solo sé que no había corrido nunca un rali y ahí está dando gas más que nadie, o tanto como los mejores, los machitos. Va de cojones y se ha convertido en la reina del Dakar. Alguien que hace todo eso, y más, merece nuestro sentido elogio y, desde luego, no seré yo quien diga que no puede ganar el Dakar».

Laia necesita beberse todo el vaso de agua de golpe. «Mamá preferiría que fuese en coche, la verdad, viviría mucho más tranquila, ¡estaría encantada! Este año no lo ha pasado bien, pues hemos corrido a un ritmo infernal cada día. ¿Ganar? No, yo creo que no puedo ganar el Dakar. Claro que tampoco me veía en el top-10. He dado un gran paso este año, grandísimo, pero el siguiente salto, el último segundo o minuto, es muy difícil de lograr. Lo tengo todo para mejorar, pero me parece que nunca tendré su velocidad. Bueno, ni yo, ni el 90% de los hombres», señala sobre los grandes pilotos y favoritos.

El pronóstico de Coma

Y ambos se enfrascan en una charla sobre las condiciones necesarias para ganar. Laia dice que hay que tener suerte «o no tener mala suerte», que ella es diésel y no velocidad pura, que tiene algunas ventajas que la convierten en puntera. «No tendré su velocidad pero sé dosificarme mejor que ellos, no me caigo, no me precipito, físicamente aguanto bien, navego con soltura y nunca me vuelvo loca».

Y es en ese momento cuando Marc deja el tenedor, bebe un sorbo de Vichy, levanta la cabeza, me mira sin quitarle ojo a Laia y dice con contundencia: «Digámoslo de una vez: es buenísima. Lo mejor que tiene es que sabe interpretar perfectamente el día que puede correr y el día que no debe correr. Y eso ya es medio Dakar. Eso hay muy pocos pilotos que lo sepan. Cierto, el último segundo, el último minuto, es el que más cuesta de ganar, pero yo, a Laia, no le veo techo. El siguiente paso debería ser, sin duda, un top-5».

«¡¡¡Venga presión!!!», grita Laia al retumbar en sus oídos la última sentencia del pentacampeón. Y el Tramonti entero se gira a mirarles. Y Laia se lleva inocentemente la mano a sus labios, tratando de silenciarlos. Pero ya está dicho. Top-5. A por ello.