Golpe al líder

El Barça acaba sufriendo tras dejar escapar una goleada

Los azulgranas se adelantaron con tantos de Messi y Piqué y permitieron que el Atlético tuviese esperanza hasta el final al fallar muchas ocasiones

Piqué trata de interceptar un disparó de Forlán ante Assunçao.

Piqué trata de interceptar un disparó de Forlán ante Assunçao.

JOAN DOMÈNECH
BARCELONA

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Una gran victoria se regaló el Barça y una gran tarde de sufrimiento se regaló también. Innecesaria y gratuita porque debió salir del Calderón con una goleada. Por su superioridad y por las ocasiones que tuvo. Pero la desperdició precisamente por la autocomplacencia que le invadió al ver la frecuencia con que se pudo plantar ante De Gea en la segunda mitad. Ese sentimiento contradictorio de satisfacción y pena quedó retratado al final del encuentro. Mientras todos se felicitaban y abrazaban, Messi salía en camilla con las manos en el rostro tras una durísima entrada de Ujfalusi, quien calmó su frustración clavando los tacos en el tobillo del argentino.

Hasta el pitido del árbitro no respiró el Barça. Al campeón se le hizo larguísimo el partido. Lo resolvió pronto, en la primera media hora, y luego se acomodó. Un pecado que cometió varias veces la temporada anterior (tres empates consecutivos en Valencia, Pamplona y Bilbao) y que estuvo a punto de costarle muy caro ayer. Le salvó la solidez de una defensa sin mácula.

DE ÁREA A ÁREA / Ni en los instantes finales cayó el Barça en el frenesí del Atlético, cuando lanzó zapatazos para acercarse al área de Valdés. Bien protegido el portero, sus cuatro defensas, más Busquets, fueron rechazando un balón tras otro. En la otra área, Villa, Messi y Pedro fueron desperdiciando también un balón tras otro, demasiado relajados ante un portentoso De Gea, el mejor de los locales.

El juego de área a área es lo que trató de impedir Guardiola desde el inicio. El técnico puso al mismo equipo que el martes ante el Panathinaikos, con la salvedad de Maxwell

por Abidal. La visita al Calderón demandaba la presencia de los titulares y la ausencia de experimentos. Demandaba, también, atendiendo a los precedentes (dos derrotas anteriores seguidas) una dosis adicional de paciencia. Comprobado está que al Barça no le convienen las refriegas cuerpo a cuerpo ni los duelos de idas y venidas, como suele exigirle el Atlético. Y con el freno de mano echado, avanzando metro a metro, siempre con el balón al pie, sometió el once azulgrana a su rival.

DESDE LA CUEVA / Si el Barça se distingue por construir desde atrás, ayer lo hizo desde la cueva. Desde el mismísimo Valdés. Intervino más el portero en la cadena de pases, ya fuera de punto de partida como de simple eslabón, que Villa. A la mínima duda de los centrocampistas o de los defensas, balón a Valdés y vuelta a empezar. ¿Un sentido más timorato de los azulgranas? Tal vez. Enfrente no tenía una banda de amigos, sino al líder. Pero las extremas precauciones que adoptó el Barça para eludir cualquier riesgo con el balón venían forzadas precisamente por la presión del Atlético.

Por muy tranquilo que ande el cuadro rojiblanco, a Quique Sánchez Flores no se le ocurrió liarse la manta a la cabeza. Forlán y Agüero se dedicaron más a controlar a los centrales del Barça que a buscar desmarques. Maniatados Piqué y Puyol, bajó Busquets a ejercer de tercer central para dar salida a la pelota. Siempre lo hizo bien, a un costado o a otro porque Xavi e Iniesta andaban igualmente perseguidos.

MUCHA LENTITUD / Palmo a palmo, pase a pase, jugó el Barça, con una lentitud por momentos de equipo de veteranos. Una sospecha que quedaba rebatida inmediatamente cuando cualquier jugador atisbaba un hueco, por minúsculo que fuera, o cuando había que jugarse un uno contra uno. No había entonces nadie más veloz que Messi o Pedro. Incluso Villa, que aún no va sincronizado con sus compañeros para saber cuándo escaparse. En la misma jugada hicieron una pared (Messi y Villa) que acabó con remate al poste del asturiano y, a continuación, otra pared (Pedro y Messi) que el argentino envió a la red. Acertaron a la primera y fallaron todas las demás, porque el segundo gol lo anotó Piqué.

Otra paradoja: un gol de córner del equipo más pequeño de la Liga, que penó su falta de estatura con el gol de Raúl García, también producto de un córner. La pequeñez como virtud y como defecto porque la menor envergadura física en las acciones a balón parado se intuye como la única carencia de un Barça que volvió a jugar como los ángeles.