Análisis

Adiós a la ola del fútbol

EMILIO PÉREZ DE ROZAS

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Hace un tiempo por poco se cargan la mítica izquierda de Mundaka, una ola de cuatro metros de altura y 400 de larga que se forma en el estuario de Urdaibai, en la Reserva de la Biosfera. Una ola bestial, de las 10 mejores del mundo, que arranca en la Barra de Mundaka y termina en la playa de Laida. Una ola en forma de tubo, única, que permite a los surfistas contemplar desde su interior toda la costa mientras hacen equilibrios.

Yo entiendo que ustedes crean que se me ha ido la olla. Vale. Pero si nunca estuvieron en Mundaka, no tienen derecho a decir que estoy loco. Que sepan que ya estuvieron a punto de cargarse esa ola única en el 2003, pero el mar siempre, siempre, recupera lo que es suyo (veremos el fútbol). Ahora, la izquierda vuelve a estar en peligro por unas obras de recuperación del arenal de Laida. Ya están allí las excavadoras y nadie garantiza que esas obras no afecten a la formación de la izquierda.

Sí, lo sé. La ola más fotografiada es la Pipeline de Hawái; la más temida, la Teahuppo de Tahití; la más larga, la Jeffreys Bay de Sudáfrica; la Bells Beach de Australia es la que dio origen al surf; la más veloz puede que sea Arica El Gringo de Chile, y la más peligrosa, la Maveriks californiana. Pero la izquierda de Mundaka resulta insuperable uno de cada tres días del año. ¡Ese es el reto, amigos! Por eso millones de personas viajan para ver la solemne ola de Mundaka.

Para mí, Xavi es como la izquierda de Mundaka: único, patrimonio de la humanidad y de la Unesco, dueño del fútbol y del balón. Tiene más de cuatro metros de alto y bastantes más de 400 metros de largo. Es larguísimo. Es más, te metes en su interior y navegas por el juego, por el fútbol, ves el pase, ves el hueco, ves el gol y, sobre todo, ves cómo disfruta la gente, como el «¡ooohhh!» no deja de estar presente nunca.

Miles de personas van a Mundaka a ver la ola, a admirarla, no a sortearla. Por eso ayer, poco antes de comer, cuando por poco se me cae una lagrimita sobre el teclado, entré en change.org y firmé para que paren las obras del arenal de Laida e intentar salvar la izquierda. Hágalo. Ya que no hemos podido salvar a Xavi, agarrémonos a la ola más bella.

Entiendo que la gente se muera, pero no entiendo que la gente nos deje, se vaya, sea despedida sin razón. Y no cito nombres. Deberíamos de haber montado una campaña para que Xavi se quedase. Deberíamos habernos ganado a mamá. Pero en Catar hay mucho dinero. Perdón, solo hay dinero. Y gente saltando de aire acondicionado en aire acondicionado. Pocos van al fútbol, sí, muy pocos.

Ya me imagino al brasileño de turno entrando en el vestuario del Al-Sadd y preguntándole a Pirlo quién es Dios. Y Pirlo contestándole mientras señala a Xavi: «Yo no lo sé, pero creo que es aquel porque cada día se despide diciendo: 'Hasta mañana si yo quiero'».