La Copa del Rey

Con ustedes, Thiago

MARCOS LÓPEZ
BARCELONA

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Pasada media hora de la fría noche barcelonesa, y poco antes de que el Camp Nou gritara «madridista qui no boti» y se pusiera a hacer la ola entusiasmado, un niño cuyo padre es campeón del mundo con Brasil dejó un maravilloso catálogo de gestos técnicos. Un niño, o«un jeta en el buen sentido de la palabra», según Pep, ofreció una exhibición. A muchos futbolistas de Primera, y no es una exageración, no se les ha visto hacer tantas cosas buenas, y distintas y prácticas, en tan poco tiempo. Así es Thiago Alcántara, el hijo de Mazinho, el niño nacido en Bari (Italia) hace 19 años por accidente, el joven que puso magia a la noche.

Thiago creó; Nolito, disparó. Simple pareció, pero no lo es. Tal vez, como sostiene siempre Guardiola, no hay mayor felicidad que ver a un joven de la casa subir al primer equipo en un ascensor que tiene las puertas abiertas desde que él se sentó en el banquillo del Camp Nou.

En menos de dos años y medio, y con la aparición ayer de Sergi Roberto, han tomado esa ruta que va del Mini al estadio hasta 14 jóvenes. Algunos, como Thiago y Sergi Roberto, criados en casa; otros rescatados de las categorías anónimas del fútbol como Nolito, que vino del Écija. Se visten de azulgrana y, al instante, se mimetizan, como si llevaran jugando toda la vida juntos. En realidad, sí que la llevan. Solo así puede comprenderse que aparecieran anoche con el Barça como si nada. Vale, el rival no era nada del otro mundo. Correcto. El Ceuta solo miraba.

En media hora, el chico que lucía el 30 y jugaba como si estuviera en el jardín de casa con papá Mazinho, había iniciado la acción del gol de Nolito. Perdón, del golazo firmado por Nolito. Luego, un taconazo a Bojan, después una elástica que no le salió como deseaba, un dulce toque con el balón entre dos defensas, arrinconado por la cal y el banderín del saque de esquina, un delicioso pase con el exterior de la bota derecha con la velocidad adecuada para dejar solo a Bojan dentro del área y forzar el penalti que el mismo Bojan erró. Después, un centro con el interior que casi provoca un autogol del Ceuta. La tormenta Thiago no tenía fin. De él fue el control y el pase a Milito en el 2-0.«Thiago lleva en sus genes eso», dijo ayer con indisimulado orgullo Andoni Zubizarreta, el director deportivo del Barça.

En los genes de Bartra, sin embargo, se esconde un alma zen. Siendo lo que es, un central del Barça, o sea con metros y metros a su espalda, situado a la intemperie, sin protección alguna, se mueve con tal naturalidad que hasta se permite cabalgar con espíritu aventurero al ataque. Y bien. Elegante y con criterio.

Los controles de Nolito

Mientras Thiago gobernaba el balón asistiendo a Messi hasta con el pecho -ahora entenderán muchos porque a Özil no le quedada sitio en el Bar-

ça- , Nolito dejaba controles exquisitos -no importaba quien le daba el pase y desde donde sino la manera en que él domaba la pelota- y Bartra exhibía la ya usual estampapiquesiana, un niño de 18 años, nacido al sur de Catalunya, en Reus, asomaba sereno al estadio. Era Sergi Roberto, la última y hermosa joya.