LA LIGA DE CAMPEONES

Palos en Dinamarca

El Barça estrella tres remates en los postes y se lleva un punto tras sufrir la dureza del Copenhague (1-1)

Valdés vuela para despejar un balón antes de chocar con Ndoye, al que dejó conmocionado.

Valdés vuela para despejar un balón antes de chocar con Ndoye, al que dejó conmocionado.

JOAN DOMÈNECH / Copenhague

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No se ha acabado la fase de grupos todavía. Anoche dedujo el Barça que le queda aún sudor por gastar y sufrimiento por sentir para lograr la clasificación a los octavos de final. El premio se le escapó en el Parken de Copenhague en una noche de palos en todos los sentidos de la palabra. Estrelló tres remates en la portería de Wiland (uno los daneses) y recibió una buena tunda de golpes que a punto estuvo de hacerle sucumbir. Salió sin perder y sin una victoria que se escapó por falta de puntería, un mal que se creía resuelto el sábado tras golear al Sevilla.

Se fue el Barça cabizbajo, con Guardiola discutiendo con Solbakken, el entrenador local -Busquets le empujó, soltando la adrenalina que había acumulado durante los 90 minutos- mientras el Copenhague daba la vuelta de honor al estadio. La hinchada se tomó el empate como un triunfo. Simbólicamente lo era: frenó al Barça y el empate de Kazán le permite conservar sus opciones de clasificación intactas.

ATLETAS EJEMPLARES / Exigido como pocas veces, al Barça le costó una barbaridad oponer con su maña los empujones locales. Más fuertes, más altos y más rápidos, atletas ejemplares, los daneses siguieron el guión del juego directo para acercarse a Valdés, que no vivió una noche plácida. Quedó en alerta al segundo minuto, con un disparo que rozó el larguero de Claudemir y con una salida poco después, en la que dejó conmocionado a Ndoye. Esa jugada, sancionada con falta del delantero por empujar a Puyol, le granjeó una sarta de pitos y abucheos cada vez que intervino. Fueron muchas, demasiadas, pese a que el Barça remató el doble que el Copenhague. Los locales siempre miraron al meta azulgrana cuando recuperaban la pelota, sin entretenerse en una mínima transición. Apostaron por la autopista que detectaron por el costado izquierdo, donde nunca estuvo Alves, lejos de su zona para cerrar la banda.

A REMOLQUE / En muy pocas fases el Barça impuso su estilo, pero nunca jugó a su antojo. Incómodo desde el primer momento por el prematuroball de bastonsque anunció un partido tan «terriblemente duro» como había anunciado Guardiola, los azulgranas anduvieron a remolque con frecuencia, sin trenzar su habitual juego de pases. Tuvo que recurrir a acciones de contragolpe para sorprender a la zaga local. Es decir, a las correrías de Messi y las escapadas de Villa. Aún pudieron conectar varios remates que merecieron mayor premio. Los dos dispararon a los postes. También lo hizo Pedro a dos minutos del final en un trallazo que pudo ser definitivo.

El Copenhague convirtió cada balón dividido en un asunto de vida o muerte. El árbitro dejó barra libre y silbó menos que algunos aficionados, porque más de un silbato se escuchó desde la grada. En ese panorama no se encuentra cómodo el once de Guardiola, que ni pega ni tiene mala leche, y la deriva del encuentro favoreció al cuadro local.

A Xavi le acosaron con saña para que no moviera a sus compañeros y consiguieron que se mostrara inseguro y lento. Al cerebro le faltó un punto de apoyo para construir y más acompañamiento para la presión porque el Copenhague supo obtener una superioridad numérica en la zona ancha. Supo tenerla también en defensa, donde los centrales ofrecieron sus cuerpos para rechazar los tiros azulgranas. Y además, siempre gozó de los postes de la portería.