La pretemporada azulgrana

Un sueldo por medio Messi

Los aficionados pequineses pagaron una fortuna por ver durante 45 minutos a la estrella argentina «Es como el pueblo chino: siempre sale adelante», afirma un apasionado fan

Expectación 8 Messi, que ejerció de capitán, levantó ooohs de admiración en cada balón que tocó.

Expectación 8 Messi, que ejerció de capitán, levantó ooohs de admiración en cada balón que tocó.

ADRIÁN FONCILLAS / Pekín

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«Maldito fútbol. Hay atascos hasta el domingo».Yang es taxista y uno de los pocos pequineses que ignoraban ayer que jugaba el Barça.«Antes era muy aficionado, pero me cansé de tantas frustraciones, lo llegué a identificar con el dolor»,explica. La selección china colecciona fracasos, los aficionados se preguntan por qué no salen once tipos que la toquen razonablemente bien entre 1.300 millones de chinos y el campeonato nacional es fuente de corrupciones y tanganas. Pero, a diferencia de Yang, la mayoría de chinos responden al catastrófico fútbol patrio con una pasión desaforada por el europeo.

El sol luce por primera vez en dos semanas y el exterior del estadio del Nido de Pájaro recuerda los gloriosos días olímpicos. Los vendedores ambulantes ofrecen las insufribles vuvuzelas y camisetas del Barça a 60 yuanes (6,70 euros).«Son casi verdaderas, las mejores copias. He vendido docenas»,aclara uno.«No voy al partido. Me pude colar en los entrenamientos y esto va a ser uno más, pero con público. No creo que el Beijing Guoan les vaya a hacer sudar mucho»,sostiene el vendedor con acierto.

Recuerdo a Samaranch

La megafonía dificulta la comunicación verbal. Se anuncian los equipos, los patrocinadores y cualquier cosa. Si no queda más remedio, se pincha música. La primera ovación la disfruta con el saque de honor la nieta de Juan Antonio Samaranch, Anna Eugènia, recién llegada de la India. Elabuelo Samalanchi era el español más querido aquí por su contribución al Pekín olímpico y una sensibilidad hacia el pueblo chino poco habitual en Occidente.

Las siguientes ovaciones acompañan cualquier intervención de Messi, con independencia de si tienen éxito o no. Una joven grita sin desmayo en la grada.«Tuvo problemas de crecimiento cuando era niño, y en China valoramos mucho a los que triunfan con trabajo duro después de superar adversidades. Messi se parece en eso al pueblo chino, siempre sale adelante. Además, es monísimo»,aclara.

En Asia se atiende más al jugador que a los colores. Messi goza hoy del culto semirreligioso del que antes disfrutaron Ronaldo, Beckham y Ronaldinho.«Si mañana fichara por el Madrid, me compraría la camiseta del Madrid»,resume Huang, empresario de 25 años. Él y su novia han venido el fin de semana a Pekín para verle. Han gastado 600 euros solo en entradas y el avión desde Guangzhou, a casi 2.000 kilómetros de la capital. Las entradas cuestan entre 240 y 2.880 yuanes (entre 27 y 320 euros), un exceso cuando el salario medio chino ronda los 250 euros. La consecuencia obvia es el cemento visible en el estadio.«Por ese precio no deberíamos estar aquí sentados, tendrían que dejarnos bajar al césped para tirar paredes con Messi», juzga Huang.

Pocas camisetas oficiales

El público tiene la certeza en el descanso de que lo mejor ya ha pasado, pero consuela pensar que han visto a Messi 45 minutos, el triple de lo que jugó en Seúl. Ni siquiera entonces se incrementa el ajetreo en la tienda oficial. Los vendedores reconocen no haber vendido muchas camisetas azulgranas, a 500 yuanes (55,50 euros). Viajar por Asia ofrece la certeza de que el Barça es el club de moda, pero también queda claro que solo un porcentaje ínfimo de todas esas camisetasblaugranas de China, Camboya o Filipinas aportan algún euro a las arcas culés.

Tong muestra su generosa barriga bajo su camiseta levantada, tiene la dentadura arruinada del campesinado de aquí y usa baratos zapatos de fieltro. Nos lo podríamos encontrar en cualquierhutong(barrio tradicional pequinés de casas bajas y calles estrechas), pero asegura que es médico. Ha pagado 360 euros por tres entradas.

Los mejores artistas

«Estas entradas valen hasta el último yuan. El fútbol es arte y el Bar-

ça tiene a los mejores artistas, aunque muchos no hayan venido y no conozca a la mayoría de los que juegan hoy. Yo quería ver a Xavi. Quizá el año que viene». Le interrumpe un control delicado seguido de un pase a la red de Ibrahimovic.«¿Ves? Eso es arte. Faltan al menos 30 años para que los chinos seamos capaces de algo así»,remacha.

Terminado el partido, en la calle se ofrecen las últimas camisetas a 50 yuanes (5,50 euros).