Artículo de Emilio Pérez de Rozas: Iniesta dispara la natalidad

Ese muchacho, que la tarde antes de irse al estadio, decidió pintar sobre su camiseta la dedicatoria más querida y sufrida de su vida, sabía que iba a poder cumplir su sueño, ¡el sueño!: marcar el gol que le diese el título a su selección, en el minuto 118 de la final del Mundial. Sabía que lo haría, por eso escogió el mensaje en recuerdo de su amigo del alma, Dani Jarque.

Ese muchacho, del que resulta imposible escribir una sola línea que no se haya escrito, representa lo mejor de lo mejor y, sobre todo, es la viva imagen del fútbol soñado, de la megaestrella al acceso de todos, del chico que lo único que desea es hacer feliz a los demás. Y cuanto más, mejor.

Ese muchacho, del que llegó a dudar hasta el mismísimo Luis Aragonés, que algún día, hoy por ejemplo, deberá de pedir disculpas por su dureza en el juicio de la mejor selección (suya también, sí) de todos los tiempos, fue el que le cerró la boca al mismísimo Diego Armando Maradona que, también sí, se burló de esta generación “porque parece que los demás solo compitamos por el segundo puesto”. Como así fue, él, el tipo que fardaba de tener el móvil de Dios, ni siquiera pudo aspirar a eso, a ser segundo.

Ese muchacho, que se mandó pintar el escudo del Barça en el fondo de su piscina de Fuentealbilla, es un peligro para la humanidad y para la superpoblación de España. Su gol en Stamford Bridge provocó, nueve meses después, el mayor aumento de la natalidad jamás habido en Catalunya en las últimas décadas. No contento con eso, Andrés Iniesta ha decidido romper su propio récord. Yo de Sanidad empezaría a preparar guardias en los quirófanos para dentro de nueve meses. Iniesta se ha preparado su propio homenaje para el próximo mes de abril.