crónica

Bolívar en clave colombiana

El Teatro Malandro emociona a medias en el Grec con su montaje

MAURICIO BERNAL
BARCELONA

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Había una tendencia al sesgo en la ovación que el martes dedicó el público del Grec al Teatro Malandro, la compañía suiza fundada hace dos décadas por el colombiano Omar Porras que pasó por el festival barcelonés con un montaje concebido para el año del Bicentenario; el de las independencias, se entiende. El sesgo era de origen: aplaudían a rabiar los colombianos, y en general los latinoamericanos (que había muchos), algunos de pie, es decir rendidos, mientras la concurrencia local (con amplios sectores, eso sí, donde reinaba la excepción), dispensaba unas tibias palmas antes de marcharse.

No es solo la capacidad de emocionar la vara que mide toda obra de arte, al menos las que apuntan alto, sino la universalidad, y a juzgar por lo visto en el Grec,Bolívar: fragmentos de un sueñocarece del segundo atributo. O eso o el público catalán no estaba para discursos patrióticos en plena resaca de la sentencia del Estatut. No bastó que fueran intachables detalles como el manejo del escenario, o la creación de atmósferas precisas a partir de lo mínimo, o el loable trabajo de los actores no profesionales reclutados para la ocasión; por no hablar del propio Porras, omnipresente en el anfiteatro, o de la destacable labor de su adlátere en el escenario, el actor Carlos Gutiérrez.

Porque, tal vez, hay un exceso de folclore colombiano. Tal vez el público local no entiende, y en consecuencia no se inmuta, ante las escenas musicales fabricadas sobre piezas de la cultura llanera, por un lado, y vallenata, por otro, más que justificadas, en cualquier caso, desde el punto de vista del periplo de Bolívar: pues fueron los Llanos el escenario fundacional de la gesta libertadora, y fue el litoral Caribe, tierra vallenata, el que le vio morir.

PARODIA DE FERNANDO VII / Leal al título de la obra, el guión de William Ospina está hecho de fragmentos, trozos que intentan recrear y aterrizar la figura casi mitológica del Libertador, transportarla –y hacerlo en clave colombiana– al siglo del Bicentenario. En clave colombiana: el incomprendido Porras debió de comprender cuando todo el teatro estalló en carcajadas ante la parodia de Fernando VII. Aquello estaba al alcance de todos.