La conclusión de un controvertido proyecto

El cine catalán estrena ley

JOSÉ CARLOS SORRIBES / Barcelona

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La última escena siguió el guión previsto a lo largo del medio año de rodaje de la ley del cine catalán. El grito de «¡acción!» se emitió el 12 de enero cuando se presentó el polémico proyecto de ley de la Conselleria de Cultura. Entre todos sus artículos, 53, los focos se centraron en el 18: la obligación de doblar o subtitular en catalán el 50% de las películas extranjeras. Ni la encendida oposición del sector, distribuidores y exhibidores, hizo titubear alconsellerJoan Manuel Tresserras, el impulsor de una norma que ratificó ayer a mediodía el Parlament por goleada: 117 votos a favor (los del tripartito y de CiU) y 17 en contra (PP y Grupo Mixto).

Tresserras, el protagonista de la película, fue quien abrió fuego en el pleno. Elconsellerabundó en las bondades de una ley con su discurso de los últimos meses. Fue especialmente tajante en corregir lo que llama anomalía lingüística por la indefensión del catalán ante el castellano en las pantallas. «No es aceptable que se diga que no hay mercado; simplemente no lo ha habido nunca. El respeto por los intereses del sector ha de ser conciliable con los derechos ciudadanos y el interés general».

Si Tresserras no sorprendió, el resto de ponentes también se mantuvo en sus posiciones. El convergente Jordi Cuminal habló tanto de su apoyo a la ley por la causa nacional –«CiU no falla nunca en los temas de país»– como de sus críticas a la conselleriapor «una actitud sectaria, electoralismo y falta de generosidad».

La réplica llegó pronto desde la bancada socialista, a cargo de Josep Maria Balcells. «Ningún gobierno anterior se atrevió a hacer esta ley», dijo en una referencia a los de Pujol. Más tarde, Dolors Camats (Iniciativa) se las tuvo con Cuminal al decir que CiU «ha jugado a quedar bien con todo el mundo». La diputada solo echó de menos una apuesta más decidida por la versión original.

EL GPS DE PUIGCERCÓS / Pero nadie como Joan Puigcercós mostró un entusiasmo tan encendido. Lógico: la norma nace de unaconselleriade su partido. El líder de Esquerra habló de «una de las leyes más importantes de esta legislatura». La comparó, por ejemplo, con la creación de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió y sentenció: «Esta ley hará del cine catalán la punta de lanza de nuestra cultura». Suya fue también la ocurrencia del pleno: «Ahora ya no necesitaré un GPS para encontrar una sala donde hagan cine en catalán. Me he llegado a sentir extranjero en mi país».

Rafael López (PP) y Albert Rivera (Grupo Mixto) también hablaron de lengua y del GPS con un discurso radicamente opuesto. En su caso, con una protesta habitual: el monopolio de la lengua catalana en el sistema educativo. Paladines de la libertad de empresa, también censuraron el intervencionismo público en un sector privado. Cuestionaron además que se debatiera una ley de alto voltaje linguístico dos días después de que el Constitucional borrara la etiqueta de «preferente» del Estatut para la lengua catalana. Pero sus críticas no lograron eliminar la sensación dehappy endque cerró el debate.