PROYECTO SIDERAL

Españoles en misión a Marte

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Nueve, ocho, siete... Comienza la cuenta atrás para que los españoles Pablo Martínez Àngel Jané puedan cumplir el sueño de sus vidas: formar parte de la primera misión tripulada Marte. Un deseo que se tornaría pesadilla para la mayoría de mortales al comprobar que en el reverso del billete no figura trayecto de vuelta. No es el caso de Pablo y Àngel, entre los 100 finalistas del proyecto, todos ellos dispuestos a aceptar ese peaje trascendental, finiquitando sus trayectorias en la Tierra, asumiendo los riesgos potenciales de la expedición, totalmente entregados a un proyecto que flirtea entre la audacia de un hito en la historia de la humanidad y la imprudencia de cualquier error de cálculo.

La cuenta atrás transforma los segundos en años hasta llegar al 2024, fecha prevista para poner en órbita el proyecto Mars One, que en un año alcanzará el cuarto planeta del sistema solar más cercano al astro rey y que presenta características más similares a la Tierra. De ahí que la fundación holandesa promotora del proyecto desoiga las voces críticas de la comunidad científica y vea factible asentar las bases de una colonia humana en el planeta rojo. Si todo va bien, cada dos años trasladará a cuatro tripulantes hasta completar el envío de los 24 elegidos.

VOCACIÓN

Pablo espera estar entre los afortunados tras dejar atrás a más de 2.200 aspirantes de todo el mundo en dos cribas con preguntas psicotécnicas y sobre experiencias personales, así como una entrevista en la que se abordaban «aspectos de la misión y cuestiones de psicología de empresa», dice este madrileño de 39 años. Licenciado en Física y doctor en Electroquímica, Pablo fía su éxito en tener claro que va a Marte para «mucho más que una gran aventura o por notoriedad». «El estilo de vida en la Tierra es imposible a largo plazo, se nos queda pequeña, escasean los recursos... Mars One aportará muchos avances a la humanidad, empezando por un proyecto cuyo éxito depende de la unión, sin importar fronteras, sexo o raza», expone. E incluye entre sus motivaciones una faceta menos filantrópica, admitiendo su espíritu de explorador y su vocación de investigador, que se saciarían totalmente con una vida en clave marciana.

Esa misma inclinación arguye el barcelonés Àngel, que desde pequeño ha salpicado su día a día con ensoñaciones de «viajes espaciales, de pilotar naves y volar entre estrellas». Por eso, no dudó en apuntarse al proyecto, viendo cómo la familia ha pasado del recochineo -«me llamaban marciano»- a creérselo, pero siempre brindando su apoyo. Incluso para respetar la que seguramente sea la más dura de sus decisiones: separarse de su hija de cinco años. «Mi trabajo como padre, aparte de darle comida, techo y escolarización, es aportarle principios para que se desarrolle como persona. Tengo tiempo para educarla hasta que el proyecto arranque», dice. Nueve años para hacerle entender que «todo el mundo debe luchar por sus sueños».

Sueños sobre los que pende la amenaza de los próximos filtros, donde se evaluará «el trabajo en equipo» y las mejores combinaciones para conformar los seleccionados finales, habida cuenta de que afrontan años de convivencia en condiciones inciertas «y conviene reducir fricciones por juntar a miembros poco compatibles», explica Pablo. Lo 24 elegidos empezarán entonces entrenamientos de alta intensidad antes de desplazarse a Marte, experiencias ambas que retransmitirán las teles, según el madrileño, como documental para acercar a la población la realidad de la misión. «Contribuirá a la financiación [el primer vuelo costará 5.300 millones de euros; 3.500 los posteriores], nada que ver con 'Gran Hermano' ni fórmulas de 'reality', como dicen algunos medios», relata.

Los expedicionarios recibirán nociones de medicina, construcción, agricultura y otros conocimientos técnicos para tener «la mayor autonomía lo antes posible», dice Pablo. Él no se arredra por las críticas de la comunidad científica que cuestionan la viabilidad del proyecto, que considera plagadas de «suposiciones». «Adaptaremos la tecnología a las condiciones y necesidades para hacer viable la misión», dice.

MIEDO

Amenazas y críticas que tampoco truncan la determinación de Àngel. «Tuve tiempo para pensar en las consecuencias, pero voy a luchar con todas mis fuerzas», expone el catalán. «No voy con miedo a morir porque voy a Marte a vivir. No podré abrazar a mi familia, pero sí comunicarme con ella. Me da más miedo enfermar en la Tierra y prolongar artificialmente mi vida en un hospital, sabiendo que pude hacer algo grande y no lo hice», zanja Pablo.

El físico revela que Mars One prevé experimentos para provecho de los terráqueos, pero que la «carga filosófica» la aportarán quienes vayan, con independencia de los promotores. La empresa recomienda no tener hijos por el espacio reducido de los módulos y prevé encomendar la tarea para más adelante. También limitaciones tendrán con los enseres personales a llevarse por «lo caro que resulta enviar cosas al espacio», dice Pablo. En su hatillo no faltarán dos suvenires con sus mejores vivencias en el planeta Tierra: «Los tres tomos de tapa dura de 'El Señor de los Anillos' y el 'Jagged little pill' de Alanis Morissette».