En nombre de Izagirre
El ciclista vasco logra la victoria a las puertas de Parías mientras Froome sentencia el Tour
Sergi López-Egea
Periodista
Periodista especializado en ciclismo desde 1990. Ha seguido regularmente el Tour como enviado especial desde 1991 al igual que la Vuelta, varias ediciones del Giro, la Volta y Mundiales de la especialidad. Autor de los libros 'Locos por el Tour' (con Carlos Arribas y Gabriel Pernau, RBA), 'Cumbres de leyenda' (con Carlos Arribas, RBA y reedición en Cultura Ciclista), 'Cuentos del Tour', 'Cuentos del pelotón', 'Cuentos del equipo Cofidis' y 'El Tourmalet', todos ellos de Cultura Ciclista.
SERGI LÓPEZ-EGEA / MORZINE (Enviado especial)
Los coches subían pausadamente de Les Escaldes a El Tarter. Caía la primera nevada que anunciaba que la temporada de esquí ya estaba cerca. Era el último domingo de noviembre y la carretera comenzaba a tintarse en blanco. Nadie quería correr riesgos al volante con un asfalto resbaladizo, tanto o más que en la ruta que llevaba de la cima de la Joux Plane hasta la estación de Morzine. Y en eso apareció Ion Izagirre, descendiendo, como si nada, en dirección a la capital del principado, tal cual llevara debajo de sus pies unos esquís en vez de unas delgadas ruedas de carbono. Allí, en Andorra, comenzó a ensayar su victoria en el Tour, la primera, la única, de un corredor español a las puertas de París y ante un Chris Froome, tan superior como intratable en su victoria final.
Ganó en Morzine en el nombre propio y en el de su familia, el triunfo de un chaval guipuzcoano, de 27 años, de aldea, de Ormaiztegi, integrante de una familia ciclista, pues Joserra, el padre, fue un campeón del ciclocrós, y Gorka, el hermano mayor, comenzó el Tour, como integrante de un Movistar que buscaba el “sueño amarillo” de Nairo Quintana.
Fue una victoria con toque de reivindicación. Gorka se cayó en las calles de Berna, en el primer kilómetro de la primera etapa alpina. Se hizo una luxación de hombro y tuvo que decir adiós al Tour y subirse al coche de Chente García Acosta, el segundo técnico del Movistar, con el que llegó a la meta del lago de Emosson.
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Y fue precisamente Chente quien lo acompañó y le dio a Ion ánimos desde el coche y quien le chilló la orden que le llegó a Izagirre al ‘pinganillo’: “¡vete, vete!”, cuando apareció una curva que horas antes obligaba a tomarse con el coche totalmente parado para no salirse y acabar en el prado.
LA PREPARACIÓN DE LA VICTORIA
Todo se orquestó de buena mañana, en el autocar del Movistar, en la salida de Megève. Nairo Quintana no está bien, no lo ha estado en todo el Tour, aunque haya conseguido al final un podio casi clandestino, una tercera plaza alejada del glamur del 2013 y el 2015, en las dos primeras victorias de Froome. Por eso, a la espera de la revisión médica de la semana que viene, se decidió que Nairo afrontara la última etapa alpina al compás del ritmo del Sky, sin arriesgar y con la idea de conservar su tercer podio en París. Por eso, y por la clasificación de equipos que también ganarán hoy en la capital francesa, se le pidió a Alejandro Valverde que estuviera al lado de Nairo, mientras se decidió que Izagirre, el gregario mejor de forma, se colara en la escapada buena e intentara reivindicar el nombre del Movistar, el equipo herencia de Induráin, de Delgado, de Olano, de Pereiro y de tantos y tantos nombres como Dominique Arnaud, que murió el jueves, Arroyo, Laguía, Chozas (que ganó en Morzine aunque con el equipo Teka), Gorospe, Mauri, Zülle y también el ‘Chava’ Jiménez, que decidió vivir la vida más rápido que Ion bajando hacia Morzine.
La bajada de la Joux Plane era peligrosa, terrorífica, dantesca y en su historial reunía una trágica colección de accidentes, como el de Pedro Delgado, que se cayó y se fracturó la clavícula en 1984. O peor aún Carlo Tonon que ese mismo año, bajando, impactó contra un espectador, pasó varias semanas en coma en un hospital de Annecy y le quedaron secuelas…hasta que se suicidó pegándose un tiro.
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EL PELIGRO DE NIBALI
“Pero si tienes miedo te caes y por eso solo pensaba en la victoria y en dejar atrás a Nibali”. Porque Nibali también se colocó en la fuga del día, como Roman Kreuziger, el gregario que no quiso trabajar para Alberto Contador. A él le dejaron todo el peso hasta que dijo basta, hasta que a Nibali le dio por atacar, hasta que Izagirre dejó madurar al italiano y se fue a la pesca del ‘Tiburón’.
Y a Nibali lo dejó, ver para creer, en plena bajada, en la resbaladiza curva que tomó tan rápido como si una locura momentánea se hubiera apoderado de Izagirre; allí donde era necesario frenar el coche totalmente; sí, allí dejó tirado a Nibali, considerado como el ciclista que baja mejor y más rápido en el pelotón mundial.
UN FROOME, INCUESTIONABLE
Ganó en el nombre de Quintana, engrandecido en Colombia, titular de una campaña llamada “el sueño amarillo”, que nunca pudo cumplir ante un Froome que no permitió respirar ni al colombiano ni a nadie. Izagirre se sintió feliz y dichoso por no haber frenado por el miedo, en un día, el último, de tregua entre los favoritos, la antesala al paseo triunfal de este domingo por los Campos Elíseos, adonde llegará Froome con el jersey amarillo más preciado del mundo, el que quiere llevar todo ciclista. “Ganar un Tour es muy difícil, ganar dos, todavía más y conseguir un tercero va más allá de mis sueños”, los de un ciclista británico que ya ha empezado a escribir una historia en las mejores páginas ciclistas. Ion, por un día, se sintió tan o más feliz que Froome, para conseguir la que hasta ahora es la victoria de su vida, en los Alpes, en Morzine y en la bajada más técnica difícil, y en ocasiones dantesca, del ciclismo profesional, la Joux Plane, tan bella como maldita.
Todas las clasificaciones en la página oficial del Tour.
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